El blog del tigre, el amarillo, el de Bengala
domingo, 31 de diciembre de 2023
whispers
viernes, 29 de diciembre de 2023
En un gesto heredado.
Ayer estaba sentado en las bancas de la cancha y algo pasó que de manera instintiva hice un gesto muy característico de mi padre, una mueca, una expresión que es de él, pero que por alguna razón la imité, me salió del alma, desde el fondo de mi ser para expresar desconcierto o sorpresa o desconocimiento, era esa mueca que él hacía cuando alguien le pedía una opinión o confirmar algo cuando el interlocutor quería la voz de alguien experto en el tema, y él, mi padre, simplemente levantaba levemente los hombros, casi de forma imperceptible y hacía el gesto al que me refiero, como para decir ‘no lo sé, no me consta’, ‘no puedo hablar del tema’, ‘no tengo ni puta idea’ y a mí siendo un joven ansioso e inexperto me molestaba el gesto, me parecía lo más estúpido del mundo, en mi cabeza llegaba un ‘pues diles que sí y ya, que le haces a la mamada…’ Pero ahora que tengo a dos hijos hermosos, y que las decepciones han surgido como canas en mis sienes, mis pobres sienes, entiendo que uno no debe afirmar o negar nada con tanta simpleza, muchas veces lo único que tiene un hombre es su palabra, y no debe empeñarla al primer postor, por eso ahora entiendo que mi padre no se comprometiera y no se aventurara a hablar de algo que no conocía a fondo, porque se podía jugar su reputación, aún cuando fuera algo tan simple como afirmar o negar si el gol había sido en el primer o segundo tiempo, algo tan efímero como una opinión acerca de qué era lo mejor para invertir en el ‘98, o una pregunta de tanto valor existencial y de permanencia tal como si alguien debería llamar a su hija Raquel. Seguramente la experiencia le enseñó que no debe uno hablar sin pensar, sin tener el suficiente conocimiento, habrá quienes se sientan cómodos hablando sin saber, pero no todos van por la vida diciendo que sí solamente para que el interlocutor se sienta mejor. Yo soy muy bueno escuchando y soy mejor callándome, me refiero a que procuro nunca dar consejos a menos de que me los pidan. Si alguien se acerca a pedirme escucharlo y es porque algo acongoja su mente, lo escucho con paciencia y aún cuando yo vea una solución no la expreso, procuro limitarme a escuchar y solamente si la persona me lo pide, entonces doy una opinión. También he de decir que soy capaz de leer la situación y a la persona, porque si alguien me pide un consejo, este dependerá de la persona, a saber: Si la persona tiene la fortaleza intelectual o psicológica entonces me puedo atrever a ser más honesto, y hacerles ver lo que desde otra perspectiva puedo ver, sin decirles qué hacer, pero llevándolos a lo que creo yo, puede darles una mejor perspectiva. Si la persona lo único que busca es aliento, entonces les doy esperanza, pero sin mentir, un, mientras no dejes de trabajar, las cosas van a mejorar, o cosas de ese estilo que le den cierta tranquilidad a la persona, pero creo y estoy convencido que lo mejor es la descarga emocional, por eso cuando alguien habla conmigo procuro callarme, no ver la conversación como una oportunidad para hablar de lo que me aqueja, por mucho que sea, sino que me callo y escucho a la persona, solamente hago preguntas para poder tener un mejor panorama, pero no interrumpo con experiencias personales que nada aportan a la persona, entonces se vuelve un momento en el que mi interlocutor puede desahogarse y expresar lo que le duele o lo que siente y entonces, creo yo, hay una descarga emocional.
Ayer, con la mirada perdida, siguiendo el ir y venir de las hormigas, pensé en qué puedo hacer para sentirme mejor, porque esta recaída anímica no era lo que esperaba, salté confiado en que alguien me iba a arrojar una cuerda para poder llegar al otro lado y justo cuando me animé a saltar, me sorprendió la falta de ayuda y en su lugar reproches. Ahora estoy en el hoyo que pensé iba a poder saltar con algo de ayuda, y desde aquí abajo me preguntaba ¿qué voy a hacer, cómo puedo salir de aquí? Y fue entonces que me sorprendí respondiendo mi pregunta, yo mismo me dije, en el gesto que siempre hacia mi padre cuando no tenía idea o no tenía todos los elementos para contestar, fue de forma natural instintiva, un acto reflejo que estoy seguro que sorprendía a mi padre de igual manera, era una forma de contestar con el cuerpo antes de que la lengua pudiera hacer el acto de ventriloquia que el cerebro tenía preparado. Y ese gesto, el mío, me sorprendió porque de manera honesta me dije, no tengo ni puta idea, no sé qué podemos hacer, y eso me dolió, ese hábito de no hablar sin saber me desarmó, porque al darme esa respuesta no me di ninguna, al contrario, me hice ver que la cosa está más complicada de lo que pensé, por otra parte y como lo dije antes, sólo si creo que el interlocutor tiene la fortaleza intelectual y psicológica me aventuro a ser más honesto, entonces, al menos quiero pensar que no me di palabras de aliento o falsa esperanza, porque no me servirían y de alguna manera puedo lidiar con esto, en este momento me siento abrumado por el putazo que me di al caer, pero una vez que me dejen de zumbar los oídos, recupere la sensación en las nalgas, me podré levantar y buscar puntos de apoyo para comenzar a escalar, o quizás haya alguna rama que pueda usar, algo, de alguna manera me las voy a ingeniar para salir de aquí, y sí, en este momento sólo tengo por respuesta ese gesto tan simple y sabio que me heredó mi padre, porque no tengo todos los elementos necesarios para entender cabalmente el problema, pero sólo deja que me recupere y podré darte una idea.
Ayer estaba sentado en una banca esperando a que avanzara el tiempo, a que se terminara el día para poder quitarme este saco de plomo que cargo todo el día y poderme acostar a ‘descansar’, porque a veces vienen pensamientos intrusivos que nada tienen que ver en este texto, pero así, de la nada llegan y me abordan y a veces no me dejan dormir, pero mientras esperaba, uno de esos pensamientos me vino a decir cosas horribles, logré callarlo y levantando la voz en mi cabeza me puse a pensar en mi situación y en lo que me sucede y me hice la ya repetida pregunta, ¿cómo voy a salir de aquí? Y en un gesto mío vino desde el pasado o desde algún lugar mi padre a ayudarme a responder la pregunta, en un instante lo recordé haciendo ese gesto y a mí reprochándole el no responder algo, lo que fuera, lo vi en diferentes ocasiones respondiendo con la afirmación de su desconocimiento, lo vi en reuniones con diferentes personas, en diferentes contextos y él siempre con la seguridad de que no le importaba parecer tonto, por el contrario, entendía el poder que tiene no aventurarse a hablar si no se tiene cabal comprensión de lo que le dicen, y entonces me puse a pensar, hoy, que quizás mi pregunta estaba formulada desde el odio y el rencor, desde la frustración de no haber recibido la cuerda que tanto necesitaba, y quizás la pregunta, al estar mal formulada, podía tener una respuesta negativa y mi ser, mi padre, el pasado y todo lo que me conforma respondió, ayer, con ese gesto de desconocimiento, porque muchas veces el que pregunta formula la pregunta a su conveniencia y quiera hacer ver a los demás como los victimarios y pregunta si debería vengarse, alguien, con sólo ese contexto, podría contestar que sí, pero aquél que sabe que las cosas no son tan simples como el mero hecho de contar algo que sucedió a lo largo de días o meses o incluso años, no se puede reducir en una banal conversación de cinco minutos y entonces al preguntarnos si debería vengarse, viene el gesto de desconocimiento, no podría yo decirte que te cobres como crees que te lastimaron, porque no puedo saber que lo que dices es cierto…
Una hormiga regresaba al hormiguero con la buena nueva de que había encontrado comida, mi hija tiró algo de espagueti, y mientras la seguía con la mirada, me hice la pregunta, entonces vino el gesto y sin que pasara un segundo completo, mi visión se tornó borrosa, la hormiga se comenzó a perder de mi visión y cerré los parpados, los apreté, pero aún así una lágrima logró colarse por la rendija de la represa y golpeó el suelo con furia, a escasos centímetros la hormiga, esto no pude verlo, pues cerré los ojos, pero imagino a la hormiga viendo hacia el cielo temerosa de alguna lluvia, para solo verme secar mis lágrimas. Como ves todo ocurrió en menos de cinco segundos, y contado así no tiene mayor relevancia o poder narrativo, pero lo que ocurrió movió algunos de mis cimientos y como dijo Eliseo Alberto, ‘Sí un segundo basta para morir, cómo no ha de bastar para cambiarnos la vida?
miércoles, 6 de diciembre de 2023
Debris.
viernes, 6 de enero de 2023
La eternidad por delante...
Tocaron la puerta con furia. Pensé que podía ser un amigo entrañable o un enemigo que tenía ganas de matarme, pero cuando llegué a la puerta no había nadie.
Me asomé por la ventana y todo lo que vi fue tedio y abandono.
Hay ocasiones en que tocan la puerta a horas razonables y puedo salir sin reparos, pero en ocasiones tocan la puerta entrada la madrugada, cuando ya ni los perros ladran o aullan, cuando todo lo que esté vivo decide dejar las cosas para mañana que aclare el día. Han habido ocasiones en que apenas tocan, quiero decir que los golpes son diametralmente opuestos, apenas se escuchan, pero sé que tocan la puerta y sé que en ese instante hay alguien, pero nunca alcanzo a llegar a la puerta, quiero decir que llego a la puerta cuando ya no hay nadie o nada.
La semana que moví mi sillón junto a la puerta no tocaron.
Es una broma cruel. Me encantaría que quienquiera que sea que toca la puerta tuviera la cortesía de quedarse un rato para que me digan qué desean de mí.
Para aquél que se lo pregunte, sí, he intentado ignorar cuando tocan, pero eso sólo hace que toquen cada vez más fuerte la puerta, cada vez con mayor intensidad, cada vez con más furia, como si quisieran derribar la puerta.
En una ocasión me acerqué a abrir, pero justo a unos metros de la puerta decidí detenerme en seco, dejé de avanzar pero aquello no dejó de tocar la puerta. Quizás debería de decir que golpeaban la puerta, cada vez con más fuerza. Me pareció ver una sombra por debajo de la puerta, como si esta vez sí hubiera alguien, así que corrí a abrir para encontrar la indiferencia delante de mí. No hay nada vivo que corra tan rápido, mi puerta da a la calle y no hay dónde esconderse, las esquinas de la calle están a una distancia considerable, no hay árboles dónde esconderse, sólo tierra, olvido y tedio. El pueblo cada vez está más sólo, hace mucho tiempo que no he visto a nadie, nadie ha venido a visitarme, y en honor a la verdad, no he ido a visitar a nadie, no salgo, para qué.
Estuve tentado a dejar de escribir, pues tocaron la puerta, otra vez. Ya no me sorprende. Ahí está, tocaron otra vez.
Nada.
Otra vez, más fuerte.
Miro hacía la puerta, no veo nada.
Nada.
Ahí están los golpes. A veces suena como si alguien pateara mi puerta, a veces es un golpe con la mano abierta.
Es cómo si quisieran sacarme de aquí, pero aquí nací y aquí estaré por siempre, hasta el fin de los tiempos...
Sólo ahora se me ha ocurrido una idea, qué tal que no quieren entrar a mi casa, que tal que quieren salir...
No había sentido miedo ante una amenaza externa, pero la idea de que pueda haber algo aquí dentro, conmigo, es otra cosa y eso me perturba. No sé qué pensar, sí acaso sentirme amenazado o acompañado, pero de qué me serviría una compañía que no quiere estar aquí.
Intenté dejar la puerta abierta. Pero tenía que cerrarla en la noche para dormir y lo que menos pude hacer fue dormir, los golpes comenzaban en cuanto cerraba la puerta.
Estoy cansado, no tengo miedo, estoy harto.
Hace tiempo que he abandonado la idea de encontrar una respuesta en el plano racional, hace mucho que abandoné esa idea, porque no es posible lo que me está sucediendo. No hay manera.
Ha pasado mucho tiempo y nada cambia, tocan, a veces voy, a veces lo ignoro, a veces miro hacia otro lado, pero siguen tocando y yo sigo sin saber qué diablos quieren. En las secas el polvo entra por mi ventana, en las aguas la lluvia besa la tierra y la milpita se refresca, pero siguen tocando la puerta, siguen golpeando mi puerta, estoy harto.
Hace tiempo que no pruebo bocado, creo que he estado semanas sin comer nada. No sé si tenga que ver con estrés relacionado con la puerta, aunque de verdad no me estresa, no sé que adjetivo usar, no es algo que ocurra frecuentemente, no he conocido a nadie que haya vivido cosa similar.
El otro día me sorprendió el amanecer sentado en mi sillón mientras observaba con detenimiento la puerta y me dí cuenta de algo que no había reparado, llevo semanas sin dormir, pero no estoy cansado.
.
.
...
Trato de...
No sé cómo expresar la idea que tuve hace un momento, pudo haber sido un momento o hace unos días ya no mido el tiempo por días, pero más que una idea me dí cuenta de que no he comido ni bebido nada en mucho tiempo...
Creo que aquello que toca la puerta no busca entrar, o salir, sino que es algo que espera a que me de cuenta de algo, o acaso me invitan a irme, lo que no sé es a dónde.
Ahora sí tengo miedo. Creo que tengo que irme, pero no sé a dónde, no tengo idea de qué va a pasar y eso me aterra, este lugar es mi casa, lo conozco muy bien y no sé si quiero irme.
Creo que todo esto es un trabajo de mi imaginación, ahora siento que hay algo dentro de la casa.
O alguien.
Soy tan despistado que poner cualquier clase de trampa está descartado, no quiero someterme al ridículo de tener que pedir ayuda y tener que explicar que me sentía acosado en mi propia casa, así que puse una trampa en la que terminé cayendo...
Acabo de sentir un soplo en mi mejilla izquierda. No fue una corriente de viento, alguien sopló en mi cara.
Me estoy cansando, aún cuando dicho verbo no aplique, no es un cansancio físico, es un tedio que me devora, es un sentimiento de impotencia, desasosiego e incertidumbre.
Todo se ve gris, el pueblo ya no tiene el hermoso color verde que tanto me gusta, está apagado, como cenizo. No sé cómo explicarlo, sólo sé que no me gusta.
Creo que voy a irme. La próxima vez que toquen la puerta voy a salir de la casa...
No tuve el valor, tocaron con fuerza, golpearon la puerta, casi la derriban y yo sólo gritaba que se fuera, que me dejara en paz. No me escuchaba, así que corrí a la puerta, la abrí con fuerza y me escondí detrás de ella, llore, no lo voy a ocultar, lloré como nunca había llorado, lloré por las veces que me golpearon de niño con la misma reata que amarraban a los burros, lloré por aquella vez que maté una gallina sin querer, yo era sólo un niño aventando piedras, lloré por las veces que mi padre me insultaba y golpeaba con furia porque yo no sabía desgranar el maíz o porque no lo hacía bien, lloré cuando murió mi madre, no por ella, sino porque mi hermana y yo nos habíamos quedado solos con papá, lloré por las veces que tuve que abrazar con fuerza a mi hermana para que los golpes no la tocaran a ella, lloré porque el agua en mi espalda quemaba y aún cuando mi hermana me limpiaba con cuidado y cariño yo sentía que un millón de hormigas se comía mi carne, lloré cuando mi padre se quitó la vida, no porque sintiera lástima por él, sino porque era algo que quería hacer yo, lloré cuando mi hermana se fue del pueblo con un novio que yo nunca le conocí, lloré porque me abandonó así de fácil, lloré porque pensé que podía tener una vida feliz, lloré cuando se me murió manchitas, el perro que desde cachorro me amó y amé, único ser vivo que sintió algo por mí que no fuera desprecio, lloré por aquella vez que quise cortarme las venas pero me ganó el sueño, al día siguiente desperté donde me había quedado dormido y desde ese día no he llorado más.
Creo que no voy a esperar a que toquen, me voy a parar y me voy a ir, para qué quedarme aquí, sólo me ata sufrimiento a este lugar y no quiero eso, quiero crecer, trascender. Siempre tuve ganas de conocer el mar, me voy a ir caminando, no creo que esté tan lejos y si lo está, no importa, tengo la eternidad por delante....
jueves, 5 de enero de 2023
Olvido.
Se sentó despacio en el sillón que estaba junto a la ventana, la luz del sol le dio un gentil abrazo. En la pequeña mesa había tres porta retratos, uno con una pareja bien vestida, ella con vestido blanco y él con un traje negro, ambos con miradas atentas a la cámara, estoicos, podía verse miedo en la cara de ambos, o acaso era tedio, pero no aparentaban felicidad.
En la segunda foto se encontraba ella, la mujer de la primera foto, ahora más vieja y con dos pequeños niñas en el regazo, no tendrían más de ocho y diez años, esta foto sí era a color y se adivinaba que eran hermanas, además del leve parentezco en sus facciones, la ropa era idéntica en colores y patrones, la única variación se daba en los tamaños, pues una era mayor que la otra.
La última foto, aquella que sus manos se apresuraron a sujetar, era nuevamente ella, única constante, sonreía pero no se le veía feliz, era como ver el rostro de un muerto, peor aún, era ver el rostro de alguien que se sabe que ha muerto, pues se podía adivinar una mirada cómplice, como si preguntara a aquél que la mirara, qué se podía hacer, había que quedarse ahí toda la eternidad o el tiempo que durara esa foto. Quiso liberarla y romper la foto, quemarla y usar esas cenizas para plantar algún árbol, pero no se le ocurrió qué podría plantar o en dónde.
Una muchacha, muy parecida a la señora de la foto, y también muy parecida a una de las niñas de la segunda foto, entró despacio al cuarto, como lo haría un padre que adivina que su pequeña hija a despertado de la siesta y con una sonrisa que comenzaba en los ojos, le preguntó, ¿estás viendo la foto de mamá?.
Él volvió a mirar con atención la foto que sostenía su mano izquierda y que por alguna extraña razón su dedo índice derecho acariciaba con cariño, pero no pudo adivinar qué significaban esas palabras, la mamá de quién y quién era esa muchacha, qué hacía en su casa y porque le hablaba con tanta confianza...
Ella adivinó lo que causaba su presencia y le dijo con voz amorosa, tranquilo papi, soy yo.
Le sujetó la mano que hasta hace poco acariciaba el frío retrato se la llevó al rostro de ella, y le dijo su nombre, nombre que nada significaba para él. Todo parecía ser muy importante para ella, así que no quiso interrumpirla y no le dijo nada, solamente la miró con atención y supuso que la mujer de la foto y esta señorita podrían ser la misma o acaso tenían algún parentesco.
Ella lloraba y le preguntaba si se acordaba de ella. Él no sabía que responder, todo esto lo tenía muy incomodo, no sabía cómo había llegado ahí y porqué había una muchacha hablándole de forma tan insistente.
Una enfermera asomó la cabeza y preguntó sí todo estaba bien. Hablaron casi al mismo tiempo, ella dijo sí, él dijo no. Las dos miraron con sorpresa y él complementó su respuesta: "no conozco a esta señorita..."
Ahora las lágrimas brotaban copiosamente mientras la enfermera se disculpaba y le pedía que se retirará, quizás mañana tuvieran más suerte. Él solamente le secó una lágrima antes de retirar la mano, la mirada hace rato que había regresado a la foto que su otra mano sujetaba con fuerza.
miércoles, 4 de enero de 2023
Eres sonrisa.
Sin saberlo, y muchas veces sin hacer algo de manera consciente para provocarlo, somos la sonrisa de alguien. Somos el recuerdo de ese comentario jocoso, la vez que hicimos algo estúpido en la escuela, aquella broma que le gastamos a alguien, estamos en la canción que alguien escucha a lo lejos, somos un momento efímero que provoca una explosión de químicos en el cerebro de alguien, provocando una sonrisa apenas perceptible para los demás, pero que se siente como un abrazo que puede colocar en su lugar las piezas sueltas, somos las ganas de sonreír de alguien, somos un recuerdo hermoso, somos aquella tarde que pasamos horas platicando sin saber que sería una de las últimas, somos aquella canción que cantamos tantas veces al amanecer y que le pedimos a alguien que jurara que se encargaría de tocarla en nuestro funeral, somos ojos que encierran dos pequeñas estrellas, somos el aire que refresca, somos la brisa que da la bienvenida a la playa, somos un hermoso recuerdo, somos eso en lo que alguien piensa cuando su mirada se concentra en una llama, en fuego, en la lluvia, somos aquello que se esconde detrás de la ventana en un día lluvioso, somos el olor a tierra húmeda, somos el último partido de fútbol que jugamos en la calle, somos rodillas raspadas por jugar en el suelo, somos un vaso de nieve de limón con coca, somos alberca inflable en un caluroso día de verano, somos curita que ayuda a sanar heridas, somos la voz que arrulla, la voz que enamora, la voz que transporta a otros tiempos, somos la voz que cuenta historias maravillosas, somos la voz que ayuda a recordar viejos momentos, somos un momento efímero y por tanto hermoso, somos la eternidad concentrada en un instante, somos brazas que arden enmedio de la noche, somos semilla que germina en la cabeza de alguien, somos una vieja carta carcomida por el tiempo, somos una foto que nadie recuerda cuándo se tomó, somos la suma de todos los que estuvieron antes que nosotros, somos peldaño para los que vienen, somos aquella cerveza fría en una calurosa tarde de verano, somos una taza de café en medio del frío invierno, somos la primera flor de la primavera, somos todo para alguien, por eso nunca te creas la mentira que a veces dice tu mente, 'soy nada'.
Para mí, eres todo.
martes, 3 de enero de 2023
Acerca del tiempo perdido.
Quizás al morir, escucharemos una grabación con todas las veces que nos dijeron que no hiciéramos algo.
Y veremos el tiempo, y las experiencias que perdimos, cada vez que hicimos caso.
lunes, 2 de enero de 2023
Presencias.
domingo, 1 de enero de 2023
Father and son.
Me imagino a mi padre, incómodo, sin saber como hablar conmigo o qué tema usar para romper el hielo, haciendo preguntas que siempre recibían repuestas monosilábicas.
Ya hace frío, el aire sopla y juega con nuestro cabello, él está por terminar su mantecada y vamos a volver a caminar, de regreso a casa, si me lo pide lo cargo sobre mis hombros de caballito, recuerdo que a mi me encantaba y supongo que él también lo disfruta y si me lo pide así regresáremos, ya habrá una pastilla para calmar el dolor de espalda, lo que no tengo es tiempo que perder, quiero que mi hijo se sepa amado y que cuando yo esté en mi lecho de muerte él no se quede sentado a mi lado, en silencio, sin saber qué hacer, o qué decir. Espero que él me hable y aún cuando yo ya no pueda responderle, él sepa que lo escucho con atención y que no se sienta incomodo al expresarse frente a mí, que no me rehuya o que sienta desconfianza. Espero que recuerde con cariño estas tardes frías en las que el viento nos acariciaba el rostro y yo le decía con cariño lo mucho que lo quiero, mientras subo el cierre de su chaleco y que sienta la confianza que pretendo brindarle.
martes, 22 de marzo de 2022
Sting.
viernes, 21 de enero de 2022
The Shadow.
domingo, 21 de marzo de 2021
Domingo en la mañana.
domingo, 4 de febrero de 2018
Amanecer.
Más de una vez busqué en el cenicero algo más para fumar, alguna bacha que todavía tuviera tabaco, incluso salí a comprar sustancias ilícitas que nunca me ayudaron a elevar mi consciencia, tan solo me consiguieron un susto de muerte y la triste confirmación de que aquellos que pretendía estimar, eran unos interesados.
En una ocasión caminé media ciudad tan solo por no dormir en un sucio antro, pensé que era buena idea y tropezando me encontré con un señor que trotaba en la calle, su día apenas comenzaba, mientras que el mío se había extendido, yo tarareaba una melodía en mi mente, mientras él me miraba con curiosidad, simpatía o acaso nostalgia. Hoy comprendí esa mirada, siendo las cinco cuarenta de la mañana, mientras llevaba a mis perros al baño, me crucé en el camino con un joven que se tambaleaba y cantaba en voz baja una canción que en ese momento no reconocí, nos miramos en silencio y para mi sorpresa mi perro negro no le ladró, simplemente se ignoraron en silencio y él grito con una voz pastosa "buenos días", entonces le vi los audífonos y solo asentí despacio para que me viera y se supiera correspondido, él siguió caminando y continuó susurrando su canción.
Yo me quedé ahí viéndolo, mientras mis perros comenzaban a impacientarse.
Conforme se alejaba me pareció reconocer la letra de una canción de Charlie Montanna:
"esta amaneciendo y todo es igual, yo sigo esperando el momento final. Siento que me estoy alejando, siento que me estoy hundiendo, mi vida esta acabada y en el fondo estoy huyendo..."
lunes, 29 de enero de 2018
Nevado de Toluca.
Recuerdo a su papá, alto y de bigote cano, robusto sin ser musculoso, de voz ronca e imponente. Su madre, la de mi compañero, era una mujer sumisa y protectora cuando el padre no estaba, callada y distante ante la presencia de la figura paterna, pareciera que le temiera, o que no quisiera contradecirlo en nada y por eso callaba. La hermana era muy guapa, o al menos a mi me lo pareció.
Fuimos al nevado de Toluca y caminamos por horas, entre hielo asentado que me hicieron creer era nieve. La gente jugaba a arrojarse bolas de hielo, cuando había una colina nos arrojábamos sobre mantas viejas y rodábamos como piedras, yo me divertí pero R. parecía no querer estar ahí. Como si le hubieran obligado.
Cuando nos alcanzó la tarde tuvimos que regresar al carro. Al cabo de unas horas R. comenzó a llorar, cansado y con frío, decía que le dolían los pies y que estaba ya oscuro y que le daba miedo.
Su padre lo sujetó del brazo y le dijo en un susurro que mas bien fue grito contenido, "¡me estás poniendo en ridículo! ¿Por qué no eres como tu amiguito que no llora como niña?" R. sólo pudo gritar: "¡me estás lastimando!".
Pude notar el desprecio cuando el papá de R. lo soltó, negó con la cabeza y siguió caminando. R. lloró y corrió hacia su madre, ella lo abrazó y le pidió que se calmara, en un susurro verdadero, como aquél que le reza a dios en momentos de verdadero terror, o como aquélla que le habla a su bebé y que quiere que nadie la escuche, pues es un dialogo sagrado.
Todos seguimos caminando en silencio. Yo no sabía que sentir, mi pueril mente me decía que eso había sido gracioso, pero algo en mi me dijo que había sido testigo de un abuso que aún no entendía. Años después recordé a R. decir que odiaba a su padre, mientras contenía las lágrimas, fue en un recreo, mucho tiempo después del viaje al nevado de Toluca y ese día R. me miró de forma fugaz, yo sabía que estaba agradecido conmigo por nunca contar en la escuela lo sucedido con su padre, no creo que su reputación lo hubiera soportado, ya muchos lo catalogaban de joto, a mí poco me importaba entonces, pues él era buena persona y en el recreo siempre comía rancheritos con limón y salsa y me invitaba, quizás me consideró su amigo, pues nunca le dije joto. Quizás no tuvo verdaderos amigos en la escuela, no lo sé. Hoy lo recordé al sentir el frío pasearse entre mis pies, cual niño que juega entre los adultos. Y mientras abría un chocolate recordé que la madre nos dio chocolates Carlos V, para no sentir tanto el frío, decía. Y puedo jurar que ese chocolate me dejó un sabor a nostalgia, un sabor a recuerdos de infancia que hacía mucho no me visitaban.
jueves, 25 de enero de 2018
Tales of a thousand memories.
Mi papá se bajó del automóvil convencido de que la radio era suficiente para entretenerme y entró en la plaza comercial, al parecer tenía una cita, no lo recuerdo. Me dio cincuenta pesos, que deberían servir para comprarme algo de comer. Yo esperé un rato más, hasta que el tedio me salía por los poros disfrazado de sudor.
Entré a la plaza buscando algo que hacer, sin hambre de comida, tan sólo deseando que el tiempo me devorara a mí, esperando a ver que podía sacar él de mí. Entré a una comercial mexicana casi por accidente y me entretuve en la sección de música, donde exhibían unos discos y varios cassettes, mis manos mayugaban la mercancía, tentantando como ciego que quiere oír con las manos, reconocer una cara con las yemas, buscando encontrar un punto seguro, una cara familiar.
Mis manos inexpertas encontraron un oasis en el cassette doble de el Tri, un cuarto de siglo. Grabado en vivo y del cual yo desconocía su existencia, me dio esperanza, quizás el futuro no fuera tan malo, quizás esperar a que el tigre del tiempo afilara sus garras en mí podría no ser tan tediosa con éste nuevo descubrimiento.
Lo compré junto con un refresco y regresé al carro, a sudar con gusto mientras escuchaba el soundtrack que habría de acompañarme en mi nueva vida, en León guanajuato. Lugar desconocido para mí.
Hoy los engranes de la memoria se activaron cual perros de Pavlov al escuchar una canción y me acordé de esa tarde calurosa que está condenada a ser olvidada, pues mi padre ha muerto y no puede confirmar nada de lo que aquí comparto, los empleados y personas que pudieron compartir ese instante, seguramente no me recuerdan y poco les podría interesar recordar ese momento que poco aportó a su vida. Soy la suma de esos eventos que significan algo para mí pero que quizás poco o nada aportan al colectivo.
Algún día le contaré esta historia a dios y nos reiremos, mientras el café me susurra tu nombre y me obliga a contarte, a compartírte y a narrar la mejor historia que pude presenciar, la tuya.
jueves, 11 de enero de 2018
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jueves, 28 de diciembre de 2017
quisiera
sábado, 16 de diciembre de 2017
December 16, 2017 at 09:57PM
viernes, 15 de diciembre de 2017
no lo soñé.
llegué de la escuela con emoción pues podría ver a mi único amigo, así lo consideraba mi psique infantil, a mi hamster, a spike.
y entonces ella burlona me dijo que lo había tirado a un escusado, yo sufrí como nunca, conocí la muerte, la decepción, la traición y la mentira, todo en una sola tarde. ella dirá que no, pero para mí, el universo se partió en dos, en lo que era y en la mierda que podía ser.
y durante años, sentí que le fallé, a mi hamster, pues nunca me pidió nada, nunca me juzgó por lo que era, nunca me reclamó nada, y si yo hubiera estado ahí, quizás lo hubiera podido salvar, quizás hubiera soportado unos golpes en la cara, tan solo por verlo vivir, o por dejarlo correr en un terreno baldío, no lo sé, pero eso me duele hasta el día de hoy y me duele no haber podido haber hecho algo por salvar a mi único amigo, salvarlo de la mierda que era esa joven celosa de un niño que nada quería de ella, que simplemente nació en el momento en que ella se sentía princesa y especial y entonces es cuando digo , que se vaya a la mierda todo y que se vaya a la mierda ella y sus intentos por hacerme sentir mal y sus golpes a mi rostro mientras mi "madre" no veía, y que se vaya a la mierda la basura psicológica que generaciones han querido cargar, yo no quiero y no tengo nada que ver con ellos.
Su basura no es mía, sus dolores no son míos, sus malestares no han de ser los de mi familia y con pesar les digo basta.
Es triste reconocer que los ídolos de la infancia fueron causa de tantos males.
Merezco más que esa basura mental.
viernes, 8 de diciembre de 2017
My name.
Mi padre estaba enamorado de su esqueleto, siempre fue muy flaco.
Amaba la música de trío y la cerveza tecate. Las tardes de fin de semana se llenaban de nostalgia que algunas risas querían disfrazar de convivio. Los recuerdos flotaban en el aire de la sala, junto al humo de cigarro, Raleigh, siempre Raleigh.
Qué deseos incumplidos se le habrán atorado en la garganta, cuántos muertos no se le habrán condensado en lágrimas, cuantos adioses no habrán bailado esas manos, cuántas cosas me habrás querido decir, cuántas cosas no habrás querido escuchar.
Hoy escuché un trio que me recordó al Quijote, me recordó a mi padre.
Me pregunto, ¿Qué canción te hará recordar mi nombre?