La gente tiene la costumbre de preguntar de dónde eres,
aunque poco le importa la respuesta, y cuando les dices dónde naciste y dónde
creciste y dónde vives, algunos se interesan, otros simplemente asienten y
pasan a otra cosa. A mí a veces me delatan los recuerdos y me sorprendo al
hablar con tono del bajío, cantadito le dicen. Y a veces me preguntan dónde
viví, como si hiciera alguna diferencia, lo que importa son las calles que
recorrí, las tardes que estuve esperando el camión rodeado de extraños que
también tenían calor y hambre, los días que recorrí una ciudad que hoy no me
extraña y que tampoco me reclama, pero eso no importa, lo que importa son las
personas que conocí, las amistades que forjé y las promesas que nunca cumplí.
En estas calles a veces me sorprendo pensando en algún
destino que no pertenece a esta ciudad, y me imagino llegando a un centro
comercial que está en León y que por tanto no podré visitar, o a veces me
sorprendo al mirar atento un carro, esperando que seas tú y poder irnos a algún
lugar a perder el tiempo, mientras ponemos música y platicamos de nada y por
tanto de todo y repasar las cosas que hicimos y que así nos sorprenda la noche
y ninguno de los dos queriendo regresar a casa.
A veces al cruzar la calle y doblar una esquina, imagino que
estás ahí y quizás por eso me doy la vuelta y regreso y pasó al mercado y
abordo el metro y me pierdo en un mar de cabezas indiferentes que poco les importará
cuando me vaya pues ni siquiera notan mi presencia.
Aquí ni siquiera la lluvia puede detener el lento andar de
la ciudad, pues no hay diluvio que detenga la necesidad, un plástico en la
espalda y el señor de los tamales sigue vendiendo, los tacos no cierran,
improvisan un techo y medio tapan las salsas y el pastor que se defienda solo.
Los bares no dejan de vender alcohol, pues los recuerdos no dejan de galopar
ante la lluvia, igual pasa con el calor, no hay sudor que obligue a nadie a
quedarse en casa, ahí vamos sudando todos juntos, algunos ya alucinando
mientras el chofer del metro se detiene cada vez que le parece ver una
cucaracha y al perderla de vista reanuda el paso y así nos tiene acalorados,
con la corbata bloqueando las ideas que suben al cerebro y eso que apenas el
día comienza. Por eso algunos siempre van con prisa, huyendo de los demás.
Esta ciudad es todo y nada, es un ente vivo que respira
cultura y exhala violencia, es un ser que muta a cada segundo, nada permanece,
los rostros a los que uno empieza a tomarles cariño duran poco, el cajero
educado que siempre saludaba ya no está, lo cambiaron por una señora que
pareciera venir de un lugar donde gracias y por favor son groserías y aventar
el cambio es la forma de apreciar una compra. En fin, todo se va y nada
permanece, me pregunto si alguien el algún lugar se preguntará que le pasó a
ese muchacho morenito, el que hablaba
bien el inglés y que siempre me saludaba como si fuéramos amigos y que siempre preparaba
mi subway con cariño, como si lo fuera a comer él, a ese que alguna le vez le
dije al ver a su compañera “such a beautiful ass!”, o acaso alguien al ir a ese
restaurante donde trabaje, note mi ausencia y le pregunte al mesero qué le pasó al cajero que siempre estaba
haciendo algo, o si alguien con quien alguna vez hablé por teléfono marque
deseando hablar conmigo, quizás sí, yo a veces me sorprendo deseándole buena
suerte a personas con las que tuve una sola interacción en mi vida.
No tengo una identidad definida, la historia mía se va
escribiendo poco a poco y aún hay en el tintero un par de ideas que quiero
desarrollar, ya pude cumplir un sueño, estar sólo en un súper al cerrar, deseo
efímero que quise cumplir de niño y que hoy con satisfacción puedo decir que he
cumplido y si hay un dios y al llegar con él me dice, “te mandé a ser feliz, ¿qué
hiciste?”, podré decirle con orgullo que varias cosas que deseé hacer las hice.
Algunas siguen pendientes, pero en eso ando y quizás cuando cumpla 80 años
podré publicar mi libro para niños ilustrado por mí y quizás con una mano que
baila al ritmo del parkinson le escribiré a tu nieto una pequeña dedicatoria en
el libro que llevará mi alma en cada letra.
Hasta entonces.

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