lunes, 11 de julio de 2016

Basado en hechos reales.

Cuando llegó lo esperaba una cajetilla nueva de cigarros Raleigh, la golpeó tres veces en el lomo de su mano izquierda, jaló la cintilla, desprendió el celofán y con las pinzas de los dedos extrajo un cigarro. La llama iluminó sus pequeños ojos mientras el tabaco ardía, el humo y el aroma inundando el pequeño cuarto, dos bocanadas y una nueva nube de humo. Junto al cenicero una Tecate roja bien fría y sobre una servilleta medio limón y un salero.

El aire expulsado a presión aunado al aluminio que cede ante sus dedos forman el característico sonido que muchos asocian a un viernes, a la libertad, a convivir con los amigos, pero él espera sentado y le da una nueva fumada al cigarro, voltea a su lado derecha y ahí está su hermana y su madre que lo saludan mientras esperan con paciencia a que termine el trámite de acceso.

Un trago y una bocanada más. Alguien se acerca y le pide su nombre, él lo da y aclara que el apellido es compuesto. Lo dejan esperando y él presiona contra el cenicero lo que ya no puede fumar y enciende un nuevo cigarro, ahora voltea a la izquierda y ve a viejos conocidos, quien no lo conozca creerá que ha cerrado los ojos, pero esa es su forma de sonreír, con los ojos y de ahí hacia la boca y de ahí hacia el alma.

Alguien se acerca y le pide aclarar su nombre, él se impacienta y les vuelve a explicar que el apellido es compuesto, pero nadie le hace caso y es su molestia lo que hace que un viejo de gran barba se acerque a aclarar el malentendido y justo cuando nos piden que nos vayamos, pues no podemos estar ahí, le escuchamos decir a él, molesto: "¡les estoy diciendo que están bien pendejos, pero nadie me hace caso!".

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