Ha dejado de llover, los perros han dejado de ladrar, los
comerciantes por un segundo se han callado, el tráfico y su oda al caos, parece
haber desaparecido, los niños no gritan ni lloran, no se escucha nada por un
segundo, ni siquiera el tronar de las tripas de aquellos que siempre tienen
hambre, ni las llamas que lamen con lujuria el trompo de pastor, ni las putas
que mascan en una esquina un motita de menta, ni siquiera el reguetón sale de
una motoneta de forma estridente, nada, sólo silencio por un segundo.
Las abejas no zumban, las moscas no estorban y los perros no
se queman las patas en el asfalto buscando comida pues llovió, pero ni así se
mojan las patas, todo es quietud y calma. El mundo se encuentra suspendido de
un hilo de plata que amenaza con romperse, mientras dios se entretiene pensando
qué pasará después, quien cruzara la calle sin fijarse y que conductor tendrá
la mirada en su celular y cuántos de estos escenarios a lo largo del mundo
coincidirán causando un accidente y de esos eventos, tendrá que definir cuáles
serán un gran susto y cuales terminarán en tragedia, además tendrá que decidir
qué va a pasar después y así cada segundo, y si le place, hará que recuerdes a
aquella persona que pretendías olvidar y no podrás recordar el nombre de
aquellos que fueron parte de tu vida.
En un segundo que es eterno se define lo que ha de suceder
después y comprenderá el lector que resulta una tarea laboriosa en extremo, así
que dios no lo hace, pero cómo se pregunta usted, siendo que acabo de
afirmarlo, pues sí, no sucede así, sino que dios ha decidido que lo mejor es
que cada quién decida lo que ha de sucederle y entonces el mundo sigue y el
efímero tiempo continua su marcha y entonces nos llegan los ruidos de nuevo,
allá un perro que le ladra a sólo dios sabe qué, un niño que grita mientras
juega, más allá, en la avenida, un carro frena de forma brusca y un claxon se
escucha casi al instante, pero no sabemos qué ocurre, tan sólo suponemos y
mientras queremos creer que hubo un choque esperamos unos segundos, pero no hay
sonido de impacto y por tanto nuestra morbosa curiosidad, al no verse
satisfecha, se enfoca en algo más, el sonido de un niño llorando, un pájaro que
canta a lo lejos, una mujer que grita con desesperación, pero por ningún lado
escuchamos a dios y ese es nuestro problema que lo queremos encontrar afuera,
sin saber que duerme en nosotros, esperando a que lo encontremos y nos demos
cuenta que somos eternos, una extensión del todo y que todo es uno.
Y ahí vamos, suspendidos en un grano de arena viajando por
el cosmos persiguiendo a una estrella que muere poco a poco, como nosotros, y
que terminará por succionarnos, si acaso no chocamos contra otro grupo de
estrellas y después que la energía nos convierta en algo más, en algo
diferente, quizás comencemos de nuevo, una masa caliente que por gravedad toma
forma y después aloja vida y esa vida evoluciona para convertirse en algo que
puede pensar y que tiene consciencia de sí mismo y que puede cambiar su
realidad, pero que se conforma con tomarse fotos en un baño público persiguiendo
la aprobación de extraños y la limosna que es una muestra virtual de empatía y
seguiremos viajando hacia la extinción hasta que después de millones de
intentos el universo mismo sea capaz de desarrollar una consciencia que crea y
es capaz de entender que se trata de todos, no de un yo o un tú, sino de un
nosotros y sólo entonces el universo habrá pasado la prueba y entonces podamos
evolucionar al siguiente nivel y ser seres luminosos que no dependen del cuerpo
físico y que pueden estar en todo y en nada, pues eso son, todo y nada,
mientras tanto me conformó con escribir para nadie, como catarsis, como escape.
Y mientras las letras se me van acabando, yo me quedaré buscando
una canción para seguir viajando a miles de kilómetros por hora suspendido en
un grano de arena, mientras trato de recordar tu nombre.
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