El hombre bala se sentía indispuesto, así que lo tuvo que cubrir el payaso.
Voló dando volteretas y de sus bolsillos cayeron las serpentinas y dulces que tenía listos para su acto. Al caer en la red se tragó el silbato y un sonido agudo inundó la carpa, la gente reía y aplaudía como nunca.
El hombre bala sufría en su carromato, sufría por los dolores de los pedos enclaustrados y sufría por que su temerario reto a la muerte, había sido reducido a risas y burlas.
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