No se columpia y tiene la mirada baja. Sus pequeños pies, enfundados por unos zapatos blancos, juegan delicadamente con la tierra.
Conforme nos vamos acercando, vemos sus rojizas mejillas, y en cuanto percibe nuestra presencia voltea a vernos.
No son esos hermosos ojos verdes lo que nos llama la atención. Lo que nos sorprende es ver que en una de sus pequeñas manos sostiene a una muñeca, pero sin cabeza. En la otra mano sostiene la cabeza que falta y al mismo tiempo sobra.
"La niña, cansada de que la muñeca no hablara, le arrancó la cabeza."
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