miércoles, 29 de febrero de 2012

Sueño.

Y en mi sueño reías con lo que yo decía mientras al fondo se escuchaba un tango sonar al compás del mar.

Y como siempre, desperté antes de saber tu nombre.

lunes, 20 de febrero de 2012

Secretos de Infancia.

Cuando era niño lo llevaban a un viejo restaurant donde había una gran fuente. Siempre arrojaba una moneda mientras con fe pensaba su deseo.
Muchos años después, se decidió a ir en busca de su tesoro, iba tan sólo con su presentimiento, sus recuerdos y una pequeña pala para arena.
Pasó otros tantos años buscando la fuente.
Cuando por fin la encontró se calzó sus botas de goma, se puso un impermeable amarillo y con su pala se dispuso a reencontrar sus deseos.
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De esos días nublados en que los recuerdos se acurrucan en tus piernas por el frío.


Y en el salón de a un lado tú jugabas billar, un cigarro encendido y una cerveza que ya estaba a punto de terminarse.

Mientras ella esperaba paciente a que la llevaras a casa a descansar.


A lo lejos se escucha música que llaman electrónica, la canción es Sandstorm de Darude, creo, hace muchos años de eso.


Las compañeras del salón te miran y te invitan a bailar, la que a tí te interesa está con su novio, así que decides participar de la diversión colectiva y te olvidas de ella.
Judith te toma la mano y te invita a bailar con ella, pero atrás.

Los bajos se escuchan mejor junto a las bocinas.

Me dijo que le había gustado el cuento que leí en clase. Le confirmé que sí lo había escrito yo. Río sorprendida y me dijo que tenía mucho potencial. Eso dijo, potencial, no uso el abusado término de talento, sino potencial. Y mientras yo pensaba en lo que quiso decir, me tomó de las manos y me besó. Después me miró a los ojos y río.


Todos saltaban al ritmo de la música, o al menos eso pretendían.

A partir de ese beso nuestra relación fue más bien furtiva. Besarnos en el cuartito que estaba a un costado del terreno baldío que hacía las funciones de cancha de fútbol, o atrás de la tienda, pero siempre de manera casual y jamás compartiendo los treinta minutos de receso. Ella con sus amigas y yo con mis compañeros.

Jamás aceptamos que éramos novios, pero todos confirmaron sus sospechas cuando golpeé a Poncho en la nariz por algo que te dijo. Sólo miró su mano que tenía sangre y después me miró con miedo o acaso era sorpresa.

Las imágenes van cambiando de ese baile a eventos aislados en la escuela. Aquella vez que lancé un pupitre desde el segundo piso, el jugar a lanzar las libretas por el patio de la escuela, o la guerra de lápices a mitad de la clase. Esa secundaria parecía más un centro juvenil sin disciplina, como si supieran que los futuros delincuentes no tienen futuro ni esperanza y por eso no vale la pena hacer el esfuerzo de corregirlos.

Nunca nos vimos fuera de la escuela.

Un salto de imagen me lleva a aquella vez en que fuimos a jugar billar, iba aquella chica que a mi me interesaba, otra vez con su novio. Y mientras bebíamos unas cervezas se nos fue yendo la tarde. Ella no bebía, quizás por eso se cansó del lugar antes que nadie. Se sentó en el sillón que estaba a un lado del salón de billar. Yo me acerqué un momento a platicar con ella, pero sólo me decía que su novio era muy celoso. A mí jamás me dijo nada, se lo decía a ella y no siempre de buen modo, así que regresé al salón de billar, tomé una nueva cerveza y ya no jugué.

Entonces se escucha nuevamente ese ritmo, sale de la rockola y la iluminación cambia, se torna oscura y de vez en cuando hay iluminación neón y alguno que otro laser. Cuando me doy cuenta estamos de regreso en el baile de la secundaria, pero ésta vez no te encuentro por ningún lado.

Ahora veo caras nuevas y amigos actuales, todos bailan y se divierten. Salgo a tomar un poco de aire, entonces la veo a ella, me emociono y cuando estoy a la mitad del camino, llega su amigo de la universidad, se abrazan y se besan.

La canción que no parece tener fin continúa, en una mesa se encuentran mis amigos de León, con sus actuales amigos, en un círculo muy cerrado, en la mesa ya no hay lugares disponibles y sé que no sería muy bien recibido.

Me abro paso entre los que bailan y no encuentro a nadie con quien sentarme a platicar, nadie conocido.

Hay un grupo de jóvenes que saltan emocionados, no dejan de reír. Me ven y me sonríen, una mujer del grupo me extiende la mano, mano que está cubierta de pintura. Me acerco con una sonrisa.

La canción sigue en un loop, jamás supe en que momento comenzó, ni siquiera sé si va a terminar.

En ese momento siento un escalofrío que me recorre, siento los ojos hinchados, me duele la cabeza, miro el reloj y me doy cuenta de que apenas llevo dos horas en cama, me levanto a cerrar la ventana. Me vuelvo a acostar y siento mucho frío en los pies.

Pienso apenas unos minutos en el sueño y en los símbolos que encierra. Cuando empiezo a entender me quedo dormido. Ésta vez sí pude identificar en que momento comenzó la canción...

jueves, 16 de febrero de 2012

Regué lento.


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Puso el viejo disco en el reproductor, y a los pocos segundos de presionar Play, sonó esa melodía que le provocaba tantas emociones.

Bajó el volumen y se quedó sentada en la cama, esperando a que alguien le llamara la atención o la callara. No sucedió nada.

Tomó su mochila que estaba a un lado de la cama, sacó una cajetilla de cigarros y tomó uno. Acercó el encendedor despacio, sin prisas, le gustaba hacer las cosas con calma, y mientras dudaba en encender el cigarro, cerró los ojos y dejó que la música la embriagará, que las notas entraran despacio por los oídos, viajaran al cerebro, le dieran una vuelta y se incorporaran al torrente sanguíneo para de ahí viajar al corazón, darle dos vueltas y salir expulsadas con furia y que su cuerpo sintiera ese bienestar. Y notó como los pies se encontraban en un vaivén que imitaba los bajos de la canción, y mientras tarareaba despacio " I want to share your life
every minute
every day and night..."

Abrió despacio los ojos y se dio cuenta de que el cigarro ya iba a la mitad.

Oyó pasos que se acercaban, debían ser los pasos de él. Lo imaginó de pie frente a la puerta, escuchando con atención la música, música que era casi imperceptible, tratando de adivinar lo que sucedía dentro del cuarto. Y fue entonces que se dio cuenta del humo que flotaba en el aire, humo que también vibraba al ritmo del regué lento.


No pudo evitar reír.



lunes, 13 de febrero de 2012

Es curioso como suceden las cosas.

Mientras ella sonríe el otro se encoge de hombros y dice, no la he visto, no sé nada de ella, no, no me ha hablado, ni me ha buscado...


Y se queda pensando si es que ella piensa en él tanto como él en ella. Pero es algo que jamás podrá saber con seguridad.


Y mientras yo pienso en esto y pienso en él, en ella, y en otros muchos que sienten esto, me sorprendo de la resistencia que tiene el corazón.

A veces se mantiene firme resistiendo el frío, esperando para ver aunque sea cinco minutos a esa persona que lo hace tan feliz. Viajar cansado tan sólo para poder ver esa sonrisa.

Y siempre es un suspiro el que corta la inspiración. Se despiden y quedan de verse otra vez, para platicar mejor.

Y mientras lo veo alejarse y perderse entre la multitud, pienso que es demasiado bueno para esperar por esa mujer, ya antes le había causado mal, mucho. Pero no me corresponde a mí emitir juicio alguno.

Lo vi el sábado al mediodía. Y me quedé pensando en todo lo que me dijo, pero sobre todo cómo me lo dijo, en el tono característico de aquel que tiene dolido el corazón.

El domingo salí rápido por algo de comer y a dar una vuelta, entonces me pareció verla a la distancia, iba caminando de prisa, subió el puente peatonal y justo cuando estaba a la mitad de la escalera se detuvo y de su bolsa derecha sacó su celular. Supongo que leyó un mensaje, porque miró el celular alrededor de veinte segundos, o menos, y subió a lo alto de la escalera y en contra de lo que yo esperaba siguió subiendo y bajó por la contraparte de la escalera, la continuación digamos.

Era ella, por su peculiar físico y su manera de andar, además confirmé su perfil cuando miro fugazmente un aparador. Cuando me di cuenta la estaba siguiendo.

Caminaba con prisa, pero no la suficiente para que la perdiera de vista. Se detuvo en un puesto de películas y miró con prisa las que estaban exhibidas en una de las paredes del puesto, todas sostenidas por una larga cinta adhesiva que las recorría por la parte trasera, al parecer no encontró lo que buscaba y siguió caminando, pero esta vez el paso fue normal, sin prisa, lo que me tomó por sorpresa, ya que yo seguía caminando con su prisa.

En la esquina se detuvo a pesar de que no estaba el alto, sacó nuevamente el celular y al darse cuenta de que ya se había pasado de su destino volteo rápidamente, para encontrarse con mi mirada.

La saludé por cortesía, ella parecía que si tenía gusto de verme, o al menos eso me hizo creer, me abrazó y me dijo que últimamente tenía muchas ganas de verme. Me preguntó que sí tenía el mismo número de teléfono, le dije que sí, no sé qué número tenga ella...

Le pregunté por él, ella me dijo que no lo había visto últimamente. Hice la pregunta obvia, y ella me dijo que sí andaban, pero que estaban en una especie de pausa, pero que más bien era como una especie de periodo de licencia y no sé qué tantas cosas que me parece quería darme a entender que tenía permiso de hacer lo que quisiera, que no se le podía juzgar.

Después me dijo que tenía ganas de invitarme un café, pero otro día porque justamente en ese momento ya iba tarde para una cita, y antes de que yo dijera nada me aclaró que era una cita con su hermana.

Me volvió a abrazar y me sonrío al decirme que no me iba a salvar de ese café.

La vi alejarse entre la gente, y cuando estaba perdiéndola de vista y estaba a punto de largarme de ahí, la vi abrazar y besar a alguien, por la distancia no alcance a distinguir a la otra persona. Y cómo no conozco a su hermana no puedo decir si es que me mintió, o acaso se lleva muy bien con la hermana o quizás al que saludo era a él.

En eso venía pensando de regreso a casa. Y me asaltó la pregunta obvia, ¿debía decirle a él, lo que había visto, lo que ella me había dicho, la negación de la relación?

No tenía fundamentos para asegurar que ella había visto a otro tipo, o si acaso era en verdad su hermana, o más extraño aún, sí había besado a una mujer, ya sea para verse alternativa, o bien para buscar la antítesis de lo que es el hombre, ya que muchas mujeres se quejan y consideran al género igual de podrido y buscan una opción más...

Estaba pensando si decirle esto a él, cuando al pasar por una de las calles que está antes de mi casa, lo vi pasar abrazado de una mujer que evidentemente no era ella, se detuvieron y se besaron al tiempo que una señora subía a la combi, así que esta vez no tenía dudas de lo que veía. Era él y a la que besaba era una ex novia mía, una que hace no mucho fue referida en un post de este blog.

No me dieron celos, porque sería absurdo sentir celos de esa mujer, pero si me quedé pensando en si acaso realmente amaba a la otra mujer como me había asegurado cuando lo encontré ese mediodía de sábado.

Es curioso como suceden las cosas.

Las imágenes van desfilando una a una de manera que se sobreponen unas a otras, a veces cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde y no entendemos el espectro completo de lo que sucede frente a nosotros, pero a veces cuando nos tomamos el tiempo para ver, quisiéramos que las imágenes se difuminaran al instante y su constancia fuera un borroso elemento en el que todo es uno y a la vez nada, como en los sueños...

viernes, 10 de febrero de 2012

Otra vez la música me puso a pensar.

Me traje para cenar un espagueti verde, y mientras como, me acordé de una canción de Fernando Delgadillo, carta a Francia, y mientras escribo, escucho esos acordes de guitarra que siempre tienen el efecto de llenarme de Nostalgia.

Hace años esa canción iba dedicada a la que sentí como primer amor, pero tan solo fue fascinación hacia una vecina, éramos amigos y la quise mucho, pero si no fuimos novios fue por mi temor. Después me fui a vivir a León y deje de verla, a ella y a mis amigos, pero siempre que escuchaba esa canción la pensaba con nostalgia.

Años han pasado y conforme pasa el tiempo esa canción sigue teniendo el mismo efecto, lo único que cambia es el rostro que evoca. A veces me atormentan y vienen todos al mismo tiempo. Rostros de personas que quise, que creí amar y de aquella que en verdad amé.

Y como sucede siempre, me quedo pensando en qué será de mí mañana, si acaso me deparan cosas nuevas o si regresaré a lo de antes, para así cerrar el ciclo, el patrón circular.

Se va terminando mi espagueti, la canción ya hace rato que no suena en los audífonos, y quizá hoy no la vuelva a poner. Pero estoy seguro que dentro de algún tiempo la pondré y sólo entonces podré responder algunas de las preguntas que hoy me hice....

jueves, 9 de febrero de 2012

Madrugada de jueves y la mente no está serena...


Amanece un jueves más, sin quererlo ni buscarlos me vinieron a visitar fantasmas del pasado, esos que te susurran al oído que la cagaste, que tus decisiones no han sido las mejores, que le diste la espalda a los amigos de México, que no luchaste lo necesario por eso que amabas, que sí había manera de seguir estudiando, que podrías estar mejor.

Mientras tú vas poco a poco recuperando la conciencia yo escribo estas líneas, líneas que quizás jamás leerás, o si tu curiosidad es la mínima y quieres saber algo de mí, algo mío en estos últimos días, tengas la iniciativa de leer este blog, que la verdad estoy pensando hacerlo privado, sólo leerlo yo, escribirlo para mí y yo ser el único testigo de esta catarsis/ejercicio de letras/ práctica de mi pasión.

No sé, a veces se me ocurre, pero otras veces ahí ando compartiendo la liga de los posts que creo tienen futuro, pero me viene a la mente, ¿futuro para qué? O mejor dicho, son los demonios los que hablan. Yo tengo decidido escribir por lo menos un libro de cuentos, terminar el proyecto que tengo ahí empolvado, el del koala Tingo, escribir unos cuentos de terror, pero terror bueno, casi casi que sea terrror en lugar del clásico terror. Tengo la intención de hacer un libro para niños, ilustrado por mí... Ideas tengo varias, pero hay ocasiones en que las situaciones no favorecen y uno termina convenciéndose de la mierda que nos tira el mundo. Mis deseos los tengo y una mala noche no me va a hacer a un lado lo que llevo tantos años planeando.

Quizás el día de mañana entregue uno de los libros escritos por mí en fotocopias afuera de una escuela o con las amistades, y los demonios me dirán al oído, "la has vuelto a cagar..."

¿Y yo?, yo los dejaré hablando solos, me iré con una sonrisa en la cara, repartiendo pedacitos de mi alma transcritos en una tinta negra que se corre por hojas de papel reciclado....

Si mañana te llega un montón de hojas con letras impresas y en la portada mi nombre, es porque a pesar de todo, yo no te he olvidado.

miércoles, 8 de febrero de 2012

"Quítate la mano de los huevos!"

Cuando era guardia de seguridad en la Comercial Mexicana me tocaba en ocasiones estar en el área de recibo, ahí vi pasar muchas cosas, pero hay una que recuerdo mucho. Y es que ante la necesidad muchas personas ya mayores, se convertían en repartidores, ya sea por falta de estudios, por falta de oportunidades o por decisión propia en ocasiones. Pero de esas personas mayores que repartían mercancia, muchas veces sufrían por el peso de las cajas que llevaban.
El área de recibo esta dividida por una reja, que en esa sucursal era un simulacro de reja, debido a los hoyos y a que siempre se vencía.
Mi función era entre otras, dar paso a los repartidores cuando les correspondiera, no antes, para evitar que la zona de descarga se llenara de mercancia y personas.

En una ocasión un señor estaba por sacar mercancia que era devolución, lo llevaba en una plataforma y al dar una vuelta se le cayeron unas cajas, mi naturaleza me hizo correr a ayudarle. Dentro del recibo había unos tres repartidores con bastante mercancía, uno de ellos era de Peñaranda, y mientras yo y el señor reuniamos toda la mercancía mermada, que era mucha y bastante pesada, el compañero de Peñaranda que estaba fuera del área de recibo, esto es, detrás de la reja, le grito al que sí estaba dentro, "quítate las manos de los Huevos! Ayúdales cabrón!". Esa frase hizo que no sólo él, sino los demás presentes se acercaran a ayudar.

Y me quedo pensando en que ese grito define de manera sublime la forma en que algunas personas se abstraen de la realidad, sumidos en su individualidad y les importa un carajo lo que les sucede a los demás. Y es que mientras aquél repartidor estaba sumido en la comodidad de su ser, ajeno a lo que sucedía en el recibo, y no sólo él, varios, fue necesario ese grito para que despertara, para que se diera cuenta de lo que sucedía a su alrededor.

Y lo más importante, que dejara de pensar en el "YO" ; "TÚ" para pensar en el "NOSOTROS".

Y muchas veces me sorprendo en la vida diaria y veo que a alguien se le cae algo, o tiene problemas cargando el mandado, o cruzando la calle, y aunque mi naturaleza me pide que no ignore lo que sucede, a veces el cuerpo quiere descansar y pretende ignorar, pero escucho ese grito en mi cabeza que me exige: "Quítate las manos de los huevos!"

Y muchas veces me dan ganas de gritarle a los que se quedan ahí viendo como otros tropiezan o batallan recogiendo algo que tiraron, pero no me corresponde, afortunado soy de tener esa voz interior, qué es eco de las voces que oí de niño, esa que me dice que hay cosas que se pueden arreglar si uno tiene ganas e iniciativa.
Yo no soy quien para querer gritarle a los demás, y es que muchos tienen la idea de que son independientes, ajenos a los demás, de que lo que les suceda a otros no sólo no es de su incumbencia, sino que creen que lo que le sucede a la vida de los demás no tiene impacto alguno en la suya.


En eso me venía acordando, y pensé escribirlo, aprovechando que estoy atorado en el tráfico, y es que hay una manifestación, que nada tiene que ver directamente conmigo, pero si indirectamente y muestra es que por más que lo deseemos los pasajeros, seguímos en el mismo punto.

La pregunta que me queda es: "qué alcance tendré yo en la vida de los demás?"
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Lulú


En la mañana que iba camino a descansar, me topé con una señora que trabajaba en la comercial Mexicana, o debe seguir trabajando por lo que me dijo a continuación del saludo de cortesía.

-Oye ya no has visto a Lulú? ante mi negativa dijo, es que me pidió que te pasara su teléfono, porque ha querido hablar contigo. Dice que te extraña mucho y que le gustaría que platicaran.

Me dio un papel en donde con pueriles caracteres se leía

Lulú 55 y otros números que ya he olvidado, evidentemente era el número de un celular.

El papel era un ticket de la Comercial Mexicana, sucursal 22 ubicada en ciudad Satélite.

Guardé el papel en el bolsillo donde siempre guardo los papeles que terminaré tirando, pero no en la calle.

Y hace rato que revisé los papeles, me topé con: unas hojas con información de unas escuelas, varios comprobantes del cajero, dos boletos del camión, varios tickets de compras en mini supers, oxxos, 7elevens y otros, pero no el teléfono.

No me apura. La verdad es que sólo hasta que saqué los papeles para buscar un recibo, recordé ese encuentro de la mañana. Y ahora que lo pienso, si hubiera encontrado tu teléfono lo hubiera tirado de todas maneras.

Mira que no he tenido suerte con las relaciones en esta ciudad...

Y eso lo sabía la señora, porque de otro modo ella hubiera hecho lo posible por reunirnos, como pedirme mi número de teléfono y dártelo, pero no hizo ni siquiera el intento, sólo me entregó el viejo ticket diciendo "ya está, yo ya cumplí, hace como tres meses que le dije te vi me lo dio y me pidió que te lo diera por si te volvía a ver, y aquí me ves cargando, que bueno que ya te vi..."