lunes, 28 de septiembre de 2015

Ideas ajenas.

Tenía una idea que consideré genial,  pero con tantas prisas la dejé en casa, ahora voy camino al trabajo divagando.

Un grupo de autómatas que viajan del punto A al punto B sin ganas y con prisa me acompaña. Se empujan y gruñen al subir y bajar del vagón, miran al frente pero observan su interior,  se preguntan porqué diablos sus planes no se cumplen, y en cambio el idiota de contabilidad tiene tanta suerte,  o porqué ascendieron a doña Mary, que además de vieja no sabe hacer nada, sólo porque le cae bien al jefe... En eso y muchas otras cosas ocupan el pensamiento, la gran mayoría se queja y no piensa en qué pueden hacer para mejorar,  qué hacer para conseguir lo que llaman sueños. 

Otros leen y dejan que la mente sea llevada a un lugar lejano y no escuchan el aviso que indica que a la brevedad se reiniciará la marcha del tren,  pero otros si lo escuchan y se impacientan y golpean sus muslos con dedos impotentes,  otros exhalan su furia con un "puta madre, carajo" y creen que fue por eso que las puertas se cierran y comenzamos a movernos otra vez,  pero la verdad es que poco hicieron para lograr algo,  son aquellos que sólo se quejan y poco aportan. 

La gente poco a poco necesita a ocupar el espacio ajeno,  los empujones pretenden organizar al colectivo, ganar espacio donde no hay,  entrar donde evidentemente se sobra,  pero todos llevan prisa y poco les importa.

Me pregunto si entre tanto empujón no me habrán entrado ideas ajenas y aquel que escribió éste texto fue el señor que con curiosidad leía por sobre mi hombro,  creyó ser discreto,  pero la verdad es que resultó obvio que me observaba,  o al menos mi dedo y su paseo por la pantalla de mi celular, o quizás no me observaba,  sino que estaba dictándome qué escribir.

sábado, 26 de septiembre de 2015

No se porqué, pero me acordé de esos días...

Caminaba a casa porque no tenía dinero para irme en combi y mientras tanto recorría las  calles buscando alguna moneda, llegaba a casa con hambre y cuando tenía suerte había un pan duro, o la que entonces era mi vecina me ofrecía de comer, creo que nunca le di las gracias.
Fueron días duros y a pesar de que no sufrí lo que sufren muchas familias a diario, me bastó para ser capaz de darme cuenta de lo afortunado que soy al poder irme a la cama sin hambre y sin frío.

He vivido tantas cosas y estoy seguro de que no voy ni a la mitad,  faltan muchas cosas y las espero con una sonrisa,  incluso si una vez más tengo que caminar a media noche con hambre y deseando encontrar una moneda en el suelo para comprar al menos comida chatarra, pero comida al fin.

"Para poder elevarse como un águila,  el maestro debe ser capaz de descender tan bajo como un piojo", ya bajé, pero creo que arriba y abajo son ilusiones,  todos somos uno,  si a alguien no le va bien,  a todos nos está yendo mal. Espero que la indiferencia no me evite ayudar a quien lo necesite.

Nieves de coco y limón.

No sé su nombre, si acaso es casado, viudo o soltero. Con insistencia nos ofreció una nieve y por un instante nuestra línea de vida se cruzó.

Me presunto qué será de él,  si cumplió sus sueños y si consiguió lo que deseó con fé al comer uvas al son de unas campanadas.  Deseo que sí,  pero no creo poder saberlo.  Y así me ha sucedido con tanta gente en mi vida,  de algunos sé si nombre, a otros ni siquiera los mire a los ojos. 

Quizás hoy gritó,  no sabemos a quien o porque.  Quizás ya no vive,  quizás se le rompió el corazón.

Tantas personas que existen y uno no se detiene a pensar qué es de ellos y cual es su historia.
Seguro que me cruce en el camino de varios,  me pregunto si alguien alguna vez se detuvo a pensar que he hecho, si así fuera le digo, he tenido una muy buena vida.

Soy feliz.

Soy olvido.

Poco a poco todo se va quedando atrás, momentos que viví y disfruté al máximo,  rostros que vi a diario y que incluso disfrute de su compañía, personas que por un momento coexistieron conmigo y que hoy son olvido. 



De verdad, gracias.

Gracias a todos los que dejaron de hacer algo en su día y se tomaron el tiempo para escribir “muchas felicidades”, es algo que damos por sentado en estos días, y que incluso es un acto autómata en algunos casos, pero yo creo firmemente que habla bien de la persona que se toma el tiempo para escribirte o llamarte y desearte un buen cumpleaños. Siempre lo he creído y siempre lo creeré, estamos en un tiempo en el que hacer favores se considera debilidad e incluso una estupidez. Es cuestión de perspectiva, yo lo considero algo vital para que este decadente mundo pueda convertirse en lo que todos queremos, pero que pocos hacemos algo por lograr.

jueves, 24 de septiembre de 2015

Treinta y tres años después...

¿Acaso hay un plan maestro, o todo ocurre por azar, o quizás somos el capricho de algo, del universo o esa energía absoluta que minimizamos con el nombre de dios? 


Treinta y tres años después.

La historia tiene dos versiones, la versión real y la versión que podría se aspira para un público infantil, considérese un cuento de los hermanos Grimm y la versión anglosajona de Walt Disney y quizás nos falta una tercera consideración, la real.

Mi versión de WD dice que nací en el hospital satélite, pero la versión oficial, la real, es que fue en una cruz roja, hijo de una madre que jamás conocí, pero que me amó lo suficiente como para entregarme a una mejor vida, o quizás no fue amor, sino consciencia de su cruda realidad.

Hace treinta y tres años me recibieron con un golpe, lloré por que alguien así lo quiso y a pesar de que seguramente sufrí, no lo recuerdo, sólo especulo, quizás nací con una enorme sonrisa, cómo si supiera a qué venía a este mundo y por eso mi madre biológica dijo, no lo quiero, eso no es normal...

Me pregunto si alguien ya tenía preparado lo qué vivo día a día con sorpresa y no importa qué haga, el resultado será el mismo, o si acaso cada paso que doy me acerca a un destino y por tanto me aleja de las otras posibilidades...

jueves, 10 de septiembre de 2015

Sin nombre, ella, no el post.

 

Lleva horas preparando la comida que, dentro de poco, muchas personas le comprarán sin siquiera verla a los ojos, la consideran algo inherente a la ciudad, como una banqueta o un poste, nadie sabe quién las puso ahí, pero creen que están para su servicio.

Cansada arquea la espalda, le truenan las preocupaciones, esas que se muere por compartir y desea con todo su ser que alguien le pregunte, al menos una vez, “doña Mary cómo está” y entonces ella podría sacarlo todo, sólo poder librarse de la carga que significa ser fuerte por alguien más, pero siempre se contiene, sabe que nadie quiere saber lo que una vieja tiene que decir, poco les importa, les preocupa más cuando no lleva tamales oaxaqueños, o cuando se acaban los de verde antes de que ellos lleguen y entonces se van enojados, una mentada de madre que no disimulan es el único adiós.

Es tarde, se masajea las manos con el delantal, porque no se limpió nada, tan sólo se dio fuerza a sí misma y entonces le viene este pensamiento:

 

“ya no puedo estar perdiendo el tiempo, ya es bien tarde….”

 

Así son algunas personas, tan importantes para el diario acontecer, sólo que no lo saben, quizás porque nadie se ha tomado el tiempo para decírselos.

Un viaje.

 

Mi mirada se perdió en el pequeño frasco amarillo que vi junto a las vías, fue entonces que me perdí.

 

Me pareció que era un contenedor de pintura, de esa que utilizan las mujeres para mostrarse y a veces para ocultarse. Entonces pude imaginar a una mujer cualquiera, vestida con traje sastre, o quizás con el uniforme de una de tantas empresas que no piensa en sus empleados más allá del aspecto administrativo, y mientras tanto ella se encuentra de pie, esperando, incluso es posible que haya estado esperando en el mismo lugar que yo, es muy temprano, el sol ni siquiera se asoma, el cabello aun mojado gotea con pereza, mientras ella vuelve a mirar la garganta que es ese túnel, espera que escupa su lengua naranja, donde miles de personas son devoradas y llevadas por las entrañas de la ciudad. El pie golpea con furia y desesperación el lomo del suelo, sabe que se le hace tarde y no quiere perder el bono de puntualidad con que amenazan a tantos empleados, ella lo necesita y entonces su mente divaga un momento y sin quererlo en ese momento somos iguales, dos personas que viajan del punto A al punto B y en el inter se pierden en sí mismos, las ideas toman control de la consciencia y se la llevan a pasear a recónditos lugares, y exploran cosas tan absurdas e imposibles, como diálogos ficticios que no tuvimos o que no terminaron como queríamos y ahora repasamos paso a paso y ahora sí decimos lo que debíamos y sólo entonces, cuando la mente se encuentra lejos, es que entonces se acerca despacito el metro, poco le importa la prisa que puedan tener aquellos que con ansías lo esperan, y con pereza y torpeza infinita se detiene, las puertas tardan en abrir y la gente que siempre piensa sólo en sí, se empuja y empuja a los demás, mientras ellos tengan lugar qué importa el colectivo… La estación se va quedando atrás y entonces la oscuridad rodea el vagón y recupero consciencia y me quedo pensando qué era ese pequeño frasco amarillo.

 

Y mientras tanto ella se queda esperando a que llegue el metro, cosa que nunca ocurrirá, por la única razón que fue mi psique quien la creó y por tanto se quedará esperando por toda la eternidad, ahí sola esperando con el cabello goteando despacito, por siempre.