Tenía una idea que consideré genial, pero con tantas prisas la dejé en casa, ahora voy camino al trabajo divagando.
Un grupo de autómatas que viajan del punto A al punto B sin ganas y con prisa me acompaña. Se empujan y gruñen al subir y bajar del vagón, miran al frente pero observan su interior, se preguntan porqué diablos sus planes no se cumplen, y en cambio el idiota de contabilidad tiene tanta suerte, o porqué ascendieron a doña Mary, que además de vieja no sabe hacer nada, sólo porque le cae bien al jefe... En eso y muchas otras cosas ocupan el pensamiento, la gran mayoría se queja y no piensa en qué pueden hacer para mejorar, qué hacer para conseguir lo que llaman sueños.
Otros leen y dejan que la mente sea llevada a un lugar lejano y no escuchan el aviso que indica que a la brevedad se reiniciará la marcha del tren, pero otros si lo escuchan y se impacientan y golpean sus muslos con dedos impotentes, otros exhalan su furia con un "puta madre, carajo" y creen que fue por eso que las puertas se cierran y comenzamos a movernos otra vez, pero la verdad es que poco hicieron para lograr algo, son aquellos que sólo se quejan y poco aportan.
La gente poco a poco necesita a ocupar el espacio ajeno, los empujones pretenden organizar al colectivo, ganar espacio donde no hay, entrar donde evidentemente se sobra, pero todos llevan prisa y poco les importa.
Me pregunto si entre tanto empujón no me habrán entrado ideas ajenas y aquel que escribió éste texto fue el señor que con curiosidad leía por sobre mi hombro, creyó ser discreto, pero la verdad es que resultó obvio que me observaba, o al menos mi dedo y su paseo por la pantalla de mi celular, o quizás no me observaba, sino que estaba dictándome qué escribir.