miércoles, 27 de agosto de 2014

Un viaje para la imaginación.

 

1409152109087Entre los árboles se puede ver un pequeño refugio para los amantes, construido con madera putrefacta y restos de alfombras viejas, olor a humedad y orines. En el suelo hay algunas colillas de cigarro y alguno que otro amor de estudiante.

1409152129198Imagino a dos jóvenes que son sentados un poco a fuerza, aunque ellos lo desean, ríen nerviosos y la comitiva que los acompaña ríe y organiza una boda ficticia, juegan al amor y se prometen amor eterno con la certeza de que podrán hacerlo, viven el momento, como los niños, no les importa que pasará mañana, para qué, el hoy es uno y hoy te amo, eso se dicen mientras las manos sudan, se frotan la espalda mientras se besan, una lengua más inquieta que la otra, y ahí sentados posan para que todos puedan tomar fotos y subirlas a sus redes sociales, lo importante es “compartir”.  En algún punto las miradas se cruzan y se retan, ella cree saber que es lo que dicen esos ojos negros como la tierra húmeda que impregna el ambiente, pero jamás podrá imaginar que él anda con ella por una apuesta, siempre ocurre y no debe sorprendernos, los hombres las hacen para darse valor, para obligarse a hacer lo que desean, es un ciclo que se repite cada vez que un hombre se enamora de una mujer, es tan común y sin embargo por muchos desconocido.

 

1409152157810 Por más que lo intento mi perra siempre encuentra algo más interesante que ver, la cámara no le interesa. No le preocupa la posteridad ni atesorar objetos, ella vive el instante, no siente apego por las cosas.

1409152178614 Debería aprenderle a mirar hacia el pasado y el futuro con indiferencia y enfocarme en el presente.

 

 

Deambulando por el bosque encontramos una pequeña cabaña, corrijo una pequeña caseta. Las paredes tatuadas con leyendas de amor que ya casi no se pueden leer e incluso otras historias por sobre las primeras y luego vendrán otros a querer dejar testimonio de su existir, cual viejos hombres de las cavernas, queriendo apostar a la posteridad, sin saber si alguien los leería. Nos parecemos tanto.

 

1409152602251Aunque no estaba hecha de madera igual despertó mi imaginación, por un segundo sentí la necesidad de huir, el niño en mí quiso ver la cabaña de una bruja, y sabiendo lo que ocurre en estos lugares, quiso huir, pero el hombre racional que en mí habita, espero poder desalojarlo pronto, decidió acercarse y mirar. Nada fuera de lo común, paredes marcadas con tinta y leyendas de amor y amistad de secundaria, marcas de orina y en la esquina un claro indicio de la quemadura causada por una fogata. Por un segundo me dejé llevar y pude imaginar como en la noche le puede ver entrar ahí, sostiene un costal en la mano, no es muy grande pero no hay forma de calcular que es lo que lleva dentro, pues no deja de moverse, él lo sostiene con la mano izquierda, alza el puño hacia el cielo donde no hay luna y lo deja caer con furia, golpea aquello que hasta ese momento luchaba por su vida, un golpe seco, un lamento y después silencio, pero no dura mucho, un segundo después podemos escuchar a los grillos que se pasean en la oscuridad, no sabemos donde están, pero los podemos escuchar, es por eso, creo yo, que Pepe el grillo era eso, un grillo para poder escucharse en el negro bosque que representa al inconsciente a la parte desconocida y es el grillo el que nos dice, no vayas, no aceptes el dulce de éste señor, pero es demasiado tarde el niño poco puede hacer cuando él lo sujeta de la muñeca y lo jala con fuerza dislocándole el hombro, le cubre la boca con la palma de la mano que sostiene un trapo húmedo que le cierra los ojos.

Cuando despierta sólo siente el vacío en el estomago, por el penetrante olor a humedad y por el recuerdo de ese señor, quiere moverse pero no puede, se siente flotando, pero no puede moverse, grita por su vida, sabe dónde está, se agita deseando poder salir, pero un golpe certero lo hace caer nuevamente en una inconciencia.

 

 

1409152643863Y es por esa pequeña ventana por donde imagino que se escapa la luz que produce esa fogata, ilumina apenas un poco, pero es suficiente para poder ver su sus ojos que se esconden detrás de esa piel vieja y arrugada, ojos distantes, parecieran estar idos, no pertenecen a éste mundo, y debajo de esos ojos se encuentra una incipiente barba y por la barbilla escurre un liquido negro que segundos antes era vida.

 

1409152681505Cuando regreso a la realidad veo sólo una caseta abandonada y nuevamente el viejo racional se pregunta qué sería, acaso casa de alguien, no muy pequeño, quizás una caseta de vigilancia, unos policías haciendo guardia y evitando que los estudiantes del CCH cercano hagan cosas de jóvenes. No me puedo imaginar la función que pudo haber tenido.

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1409152783922Quizás debajo de éstas paredes alguien tocó por primera vez unos senos, o alguien hizo un felatio, mientras su pareja le convencía con un “nadie nos ve”. Es difícil saberlo, pero la verdad es que las probabilidades son infinitas, las reales y las que puede evocar la imaginación, encontré sin quererlos, uno de esos lugares que cautiva y que despierta a la imaginación.

1409153357753Apenas tuve contacto con éste ángulo quise ver la imagen de un niño, en blanco, y en negro el contorno o perfil de un animal que quise ver como un lobo, no un perro  y explico la razón. Quise ver eso pensando que el artista quería jugar con símbolos, el niño al frente y de blanco como la fachada del ente, como lo que podemos ver y que es puro, de ahí la blancura, y sobre todo dibujando a un niño para representar a la inocencia y detrás de éste, pero siendo parte inherente de la primera imagen, un lobo, representación de la parte salvaje, del ello pues, que domina los instintos mas primarios, como los deseos de alimentarse, de masturbarse y un sin fin de cosas divertidas pero mal vistas y de ahí que ha de ser dominado, algunos dicen reprimido, una postura mas “derechista”, en fin, eso quiso ver mi psique y al acercarme me di cuenta de que no era más que manchas encimadas una sobre otra, ninguna de las dos tenía directa relación con la otra. No fue más que una proyección, una interpretación de la realidad, y es que eso es la realidad, la interpretación que hacemos de ella.

1409152883229Al final de cuentas lo que cuenta son los pasos que dimos y los que no dimos por miedo, la vida es una serie de causalidades, y el que hoy haya decidido entrar por ese sendero ya significa algo, me he perdido de otras cosas y en cambio he vivido otras, la pregunta es cuales valen más. No hay manera de saber lo que viene y de aquello que hicimos sólo nos quedaran algunos fragmentos, como recuerdos y después de un tiempo otros recuerdos ocuparan ese lugar, como las paredes de esa vieja caseta, las cosas se van amontonando y quién sabe, quizás en una de las capas de pintura, cuando todavía estaba reluciente se encuentra mi nombre, pero poco a poco otros nombres lo han ido borrando de la memoria colectiva y llegará el momento en que parezca que no estuve aquí, que no existí, sólo quedará por un momento, la huella que dejé al pasar, pero esa también se borrará.

1409153021793No importa el camino que tomes, sino la forma en que lo recorres, eso quiero aprender de mi perra, pues pareciera que sonriera al recorrer el sendero, y quizás su orgasmo viene por lo que está haciendo, disfruta el momento conmigo, no necesita nada más, no necesita explicaciones ni razones, solamente se deja llevar y si por alguna razón decido dar la vuelta y regresar, ella me seguirá con la misma emoción, sin reproches ni exigiendo que le explique porqué, simplemente se sorprenderá de mi decisión y después correrá con emoción y entusiasmada de saber a dónde nos llevará ese camino, aún cuando sea la tercera vez que lo recorramos.

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1409153169356Poco le interesa lo que cautivó mi imaginación, ella quiere correr y disfrutar la hierba y el rocío y  el aroma que dejan los caballos al pasar, y juega  a perseguirlos pero sin acercarse, es respetuosa o acaso miedosa, poco le importa lo que puedan pensar, ella corre y deja que su lengua se columpie disfrutando de la libertad de correr hacía donde quiera, puede hacerlo y por eso, porque puede, lo hace, no duda, no necesita saber, sólo sentir.

 

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1409153295529Simple cemento y ladrillos reunidos en un punto que parece no tener lógica, pero aquí estamos nosotros, preguntandonos cómo es posible que haya vida en nuestro planeta pero no en los otros, ni en ningun lugar cerca de nosotros. Así son las cosas y ambos escenarios despiertan mi imaginación.

 

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IMG_9902Mientras caminaba mi pie derecho se resistió a pisar, avanzando un poco más de lo contemplado, cosa que casi me hace perder el equilibrio. Algo me llamó la atención obligándome a no pisar, y lo que fui fue a una oruga descansando en la hierba, esperando a que alguien la envolviera en suave seda, le colocara alas y la llevara volando lejos. Pobre, si supiera que nada nos llega sin trabajar, ni siquiera la muerte, esa hay que ganársela a pulso.

 

IMG_9880 Sí hay alguien allá arriba viéndonos, qué pensará al vernos. Lástima por lo mucho que no hacemos, o envidia por  lo mucho que disfrutamos cada segundo.

Los amantes.

 

 

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Quiso decir buenos días, pero tan sólo vomitó vaho. El frío le recorrió la espalda despacio, como alacrán que busca la parte fláccida, dónde poder encajar el aguijón e inyectar el letal veneno del conformismo, se pasea despacio, no  tiene prisa. Él tan sólo atinó a sacudirse, como respuesta.

El sol acariciaba de forma lasciva al cerro, dispuesto a hacerle el amor, despacio. Por siempre.    El humo de tabaco se aprisionó en el cuartel de los pulmones, pero decepcionado salió con prisa, ni siquiera eso pudo retener y éste se alejó con prisa hacia el cielo, llevaba los restos del viejo yo, aquél que se había partido a la mitad la noche anterior, cuando ella, su amada, dejó de darle sentido a su frágil existir.

EL padre lo miraba con desprecio mal disimulado, había traído a su joven ayudante, quizás por miedo a que se le escapara. Había abierto la puerta sudoroso, subió la cremallera al momento en que le pidió cincuenta pesos por tan sólo decir unas palabras, y lo hacía por compasión, eso dijo. Cada tanto sobaba la espalda del pobre niño que asustado agachaba la cabeza, buscando en la tierra a su salvador, quizás le engañaron y se sentía culpable, por eso no miraba al cielo.

Pagó los cincuenta pesos y sólo entonces el padre le habló al vacío, único acompañante en su dolor, y sin escucharlo se dedicó a recordarla por última vez.

 

Difícil es amar, pero más difícil es despedirse de quién más se amó y  ahí lo tenemos de pie, mientras los pulmones se inundaban de lágrimas y el corazón bombea recuerdos, la maquinaria a punto de implosionar, de plomo los pies, de algodón las manos, le sudan a mares y es que las lágrimas por algún lado tenían que salir.

Recordó la forma en que bailaban en el silencio de la noche, allá el violín de un grillo y de reflector una luna curiosa, y ellos bailando un imposible vals, como dos pequeños títeres que son balanceados por dios, se mueven al compás y sus hilos se enredan, sus vidas se enredan, son uno sólo, son una sola, no se abrazan, se funden y el universo gira en torno a ellos y su sudor es uno, cuando se aman ellos le dan sentido a la vida, porque son vida expresándose, liberándose.

Se embriagó de recuerdos hasta que no pudo, cada recuerdo una gota y fue entonces que las compuertas de la cordura no pudieron contener el mar que él había invocado, y entonces salió por donde pudo, los ojos deseaban aumentar los mares, ser parte de algo otra vez. Su vida se fragmentó al igual que sus rodillas y azotó contra la tierra que ahora la abrazaba y deseó irse con ella, pues, qué sentido tiene la vida si lo que le daba sentido se nos va así de repente, pensó y golpeó con furia el suelo, con la furia del amante que ha sido infectado de celos.

El padre se fue sin decir adiós, con prisa.

Se dio cuenta de que tenía toda su vida para sentir su dolor, para vivirlo y sólo entonces se puso de pie, sabiendo que al menos había apostado su último aliento con tal de hacerla feliz y sintió satisfacción de haberla encontrado en su vida y sonrió al recordarla junto a él, todavía durmiendo, imaginando qué estaría soñando, quizás otra vez con ese caballo blanco que tanto había deseado, cabalgando libre, persiguiendo al sol, siempre al sol, nunca a la luna.

 

Es justo cuando conoces a alguien cuando te das cuenta que la habías estado esperando toda la vida, así le sucedió a él, sus ojos se adueñaron de su mente y a cambio le entregaron su corazón y su cuerpo, él podía hacer lo que quisiera con ellos y nunca hizo otra cosa mas que venerarlos.

La adoraba por lo que era y por lo que conseguía de él. Hacerlo una mejor persona.

 

El sol ya llevaba rato viéndolo cuando decidió marcharse, lloró todo lo que tenía y con esas lágrimas regó la tierra que habría de cubrir ese cuerpo con piel de durazno, el recuerdo de ella se lo guardó en lo más profundo, protegiéndolo de todo mal, de todo oído curioso, lo protegió con su vida. Se marchó siguiendo al sol y dejó de preguntarse porqué lo había dejado y fue entonces que se preguntó con miedo si lo reconocería la próxima vez que la viera…. 

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El tiempo erosionó la fortaleza de piedra que cubría su piel, formando canales por donde pudieran descender las lágrimas al suelo, y cada vez que sus manos le dijeron adiós a algo, las arrugas se apoderaban de ellas. Algunos dientes decidieron quedarse en el camino, y para que dios pudiera ubicarlo desde allá arriba los cabellos se tornaron grises, o quizás fueron las ideas que abandonaron su mente que ahora vivía el momento y no era ansiosa del futuro y él que ya era pasado viviente, ya no lloraba por ella, ahora sonreía cuando la invocaba cada tarde, y en sueños ella lo invocaba a él. Ella joven, él fláccido y encorvado, la primera vez le rehuyó causando que ella riera como niña, y entonces comprendió que ella ya lo conocía desnudo y conocía la mayor desnudez que cualquiera puede tener, la del alma, él se abrió ante ella ya hace muchos años y comprendió que de ella no podía ocultarse jamás. La tomó de las manos y esbozó su mejor sonrisa, los pocos dientes que quedaban se comportaron a la altura y en formación solemne le rindieron honores.

Unas manos que bailaban al compás de un son inexistente sujetaron las manos de ella, siempre jóvenes y él le pidió que se lo llevara con ella, pero como siempre, le dijo que no. Todavía no viejito. Entonces cuando, le pregunto y agregó, ya no puedo, me duelen los pies, me duelen porque saben que por más pasos que den no pueden llegar a tí, ya me cansé de mentirles y hay días que no quieren ni moverse, lo mismo mis brazos, se empeñan en dolerme, lo único que podría aliviarles el ardor que sienten, sería abrazarte mis ojos no quieren ver otra cosa más que a tí, mi cuerpo ya no es mío, nunca lo fue, te pertenece y desea ir contigo y yo también lo deseo, por favor llévame contigo.

El dedo índice de ella, siempre joven, eterno, retiraba la lágrima que curiosa se asomaba por esa ventana empañada que daba a su alma y con una sonrisa le explicaba que aun no era momento, siempre con una sonrisa. 

El frío se colaba por entre las sábanas, único amigo que venía a hacerle compañía y el se preguntaba llorando cual niño pequeño, “¿entonces cuándo viejita, cuándo? ”.

 

La nieve pesaba como sus años y quizás por eso el techo no resistió el peso, cayendo sobre el  cuarto donde tenía a sus palomas únicas compañeras en este viaje que llamaba vida. Las rodillas, oxidadas, hicieron un esfuerzo por llevarlo hasta ahí, los dedos hechos palas cavaron para sacarlas, al menos una se dijo, el corazón impaciente bombeaba adrenalina, los ojos buscaban algo más que la blanca monotonía, en la garganta aprisionadas las lágrimas esperando la señal para salir ya fuera para celebrar la victoria o acaso para intentar anestesiar el dolor.

Cuando su dedo golpeó una jaula el corazón se detuvo un momento, pensó que era hora de irse y por un momento deseó que así fuera e imaginó su encuentro, ella vestida de blanco esperándolo con el cabello suelto y sonriendo al verlo mojado y el se apresuraría a decir, es por la nieve, y entonces ella  reiría y él se sorprendería de no sentir frio, de no sentir dolor y por un segundo se lamentaría por la perdida de sus dolores, únicos compañeros que le recordaban qué era estar vivo.

Cuando el corazón volvió a bombear sangre y ésta llegó al cerebro, se dio cuenta de que aun no era el momento, y se preguntó en voz alta, si pudiendo ayudar a otro no lo hacemos, entonces para que nos sirve la vida, y con cuidado de cirujano extrajo el tumor de nieve que cubría el templo donde vivía una de sus palomas, con amor infinito sacó la jaula y respiró aliviado al verla viva, aturdida pero viva, sonrió y abrió la compuerta que era la diferencia entre ser libre o ser una mascota, la paloma voló majestuosa hasta uno de los pilares que sostenía lo que había servido de techo hasta ese día, y si hubiera tenido forma de ayudar lo habría hecho, así que dio lo único que podía que algunas veces es lo que más sirve, su apoyo incondicional.

 

Cuando logró sacar la última jaula y vio que todas las palomas volaban sobre su cabeza, lloró, lloró de felicidad, lloró por amor y lloró por todos aquellos que tienen miedo de decir te amo, y lloró por aquellos que creen que jamás podrán amar y amó por ellos y tanto amor no le cupo en su viejo y cansado cuerpo y cuando las lágrimas no fueron suficientes rió, rió como niño, como ser inocente que aun no está condicionado ante nada.

 

Ya había olvidado que era su cumpleaños, cuando tocaron a su puerta. Algunos vecinos lo visitaron, muchos por compasión, otros obligados por sus familiares, unos cuantos por verdadero interés, pero a él no le importó y les abrió la puerta de su hogar.

Les contó su vida por un simple deseo de convivir y mientras más contaba, más miradas cautivaba, contó cómo, cuando siendo aun niño, huyó una noche lluviosa de sus padres adoptivos corrió en la noche hasta que el sol acarició su piel para decirle que ya nadie lo perseguía. Contó todas las cosas que había hecho para vivir, algunas no causaban orgullo, pero eran parte de él. Contó y contó y por más que contara los recuerdos no parecían acabarse, lo único que no contó fue cómo una vez  amó y como una vez perdió a su parte bella, cómo había perdido el sentido de su vida al perder los ojos de ella. No contó como parte de él seguía enterrado al pie del cerro, ahí dónde ella construyó su capullo de tierra para transformarse en ángel.

 

Entrada la noche se despidieron todos, alegres por haber visitado a ese viejo que no dejaba de sonreír, aun cuando contara la historia mas triste de toda, su vida.

 

Antes de despedir a la última familia sacó de un viejo baúl unas luces de bengala y se las obsequió a los niños, pidiéndoles un favor,

 

“Iluminen la noche con estás bengalas, que los ángeles sepan que ustedes también brillan y que las luciérnagas los persigan deseando que algún día puedan brillar como ustedes….”

 

Él no subió a su cuarto a dormir, no podría. Se enfundó en el único traje que tenía, el mismo que uso para despedirse de ella, quería que lo pudiera reconocer. Y quizás sólo por un vientre un poco más prominente, no había cambiado mucho, se sonrió al verse al espejo y notó que le faltaba algo. Salió al patio y el fresco de la noche le golpeó la espalda, como quien saluda a un viejo amigo, fue al pequeño jardín que cuidaba de forma religiosa y tomó prestada una flor, la que más brillaba bajo la luna.

 

 

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Y mientras los niños a lo lejos jugaban con las luces de bengala, él quiso ver luciérnagas, pequeños insectos que iluminan la noche para que los amantes se encuentren los sexos en la oscuridad de la noche.

Se sentó en el suelo y mientras el frio viento de la noche peinaba su escasa cabellera, preparándolo para la cita más importante de su vida, él se dedicó a tararear una melodía que había compuesto en todos éstos años. Y cuando por fin la última estrofa vino a él con la velocidad de un rayo, quiso buscar dónde anotar, tentó los bolsillos del pantalón, nada, la bolsa interior del saco nada contenía, sólo recuerdos pero fue el bolsillo exterior el que guardaba un viejo tesoro, la flor que ella le había obsequiado hace ya tantos años, se encontraba seca, pero mantenía la belleza de lo eterno, sonrió y cual padre que arrulla a su hijo la colocó con ternura en donde estaba y enseguida colocó la otra flor, la que él había escogido, deseando que ambas se complementaran, como ellos lo habían hecho años atrás.

 

Todos pretenden encontrar lógica donde no la hay, unos dicen que no es posible, sí apenas la noche anterior celebraron su cumpleaños y se le veía tan bien, los niños le lloran como se le llora a un amigo y es que un sólo encuentro es suficiente para darse cuenta de quién es buena persona y  a ellos les dolió perder a quién podía ser su mejor amigo, sabía escuchar sin juzgar, sabía cuentos, cosa que los niños aman y lo más importante, tenía la imaginación y la misma ilusión que ellos.

 

Es curioso pensar que en el bolsillo del pantalón encontraron una nota que decía,

“El destino esta ahí esperando por nosotros, dispuesto a reclamarnos
Y mientras tanto ahí vamos nosotros, viviendo, muriendo, esperando.
La eternidad comienza todos los días
y si un segundo basta para morir, ¿cómo no va a alcanzar para cambiarnos la vida?

 

 

sí me necesitan, ya saben dónde encontrarme, en el bando de los buenos. “

 

 

 

Lo curioso no fue la nota, sino que nadie retirara las flores, símbolo de lo viejo y de lo nuevo, de lo que hay y de lo que fue, de todo lo que está y de lo que se ha ido y quizás por que nadie las quitó y quizás porque no encontraron otro traje para él y por eso lo enterraron así como estaba, con esa sonrisa pueril y con ese viejo traje gris y toda la combinación de eventos y de lágrimas derramadas sobre su tumba consiguieron que esas flores se unieran para siempre, abriéndose paso entre la tierra y perpetuando una historia que es como la vida misma, dulce y trágica, pero sobre todo increíble.

 

 

 

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Agosto 25, 2014.

domingo, 24 de agosto de 2014

A todos y a nadie en específico.

Te corre tinta por las venas y no la plasmas, entonces eres un egoísta intelectual, no compartes tus ideas, corrijo, no compartes tus maravillosas ideas, las dejas encerradas en el baúl de tu cráneo, junto con viejos recuerdos y privas al mundo de tus letras, de tus dibujos, de tu poesía, de tu narrativa, de tus albures, de tu ensayo, de tu perspectiva del mundo, de tí pues.

 

Quizás las próximas generaciones no tendrán nada bueno que platicar en la sobremesa de café simplemente porque tú no compartiste tus ideas.

 

Quizás no has escrito la mejor novela de nuestros tiempos porque te creíste cuando alguien dijo que no podías escribir, y ese poema que llevas años masticando con las muelas de la imaginación, que quizás sería el poema de la nueva generación, o tus dibujos tatuarían a los ojos hambrientos de algo nuevo, de algo novedoso, golpeándolos en la parte posterior del cerebro, liberándolos de aquello que bloqueaba el oxidado engranaje de la imaginación, permitiendo que ellos se atrevan a expresar aquello que llevan dentro y desencadenando una reacción en cadena de artistas que salen de sus guaridas y regalan su alma en cada obra y por tanto, un trozo de la alma colectiva es liberada, de aquello que algunos llaman Dios o dios, o Ego, o universo, o verdad o cómo sea que te hayan condicionado a nombrarlo, pero eso que todos percibimos en mayor o menor medida en nuestra vida.

 

Permite que la tinta baje hasta tus manos y se plasme, que se impregne en la realidad, permítele ser libre, y serás libre a cambio.

Domingo,Agosto24.

 

 

Algunas ramas se han roto ya, por la lluvia y por alguna mano humana.

Un pequeño jitomate comienza a verse y detrás de él se asoma uno más, el milagro de la vida contenido por una vulgar maceta de plástico.

 

Me emociono al verlos e imagino lo que ha de estar pasando en la tierra, cómo las raíces se abren paso con fuerza, empujan a la tierra, extrayendo el agua de ésta y enviándola a sus hojas, que reciben la luz del sol y la convierten en energía y todas esas cosas que la maestra Alicia se empeñó en enseñar mientras yo dibujaba una tortuga ninja al final del cuaderno, siempre Miguel Ángeles, nunca Leonardos.

 

Me pregunto qué habrá sido de la maestra Alicia, quizás se encuentra en algún asilo y grita a aquél que toca la puerta del baño deseando saber si se encuentra ocupado: ”¡Despacio que llevo prisa!”  Qué habrá sido de todos los maestros del Moderno Tepeyac. Sólo dios sabe y aunque me da curiosidad, no me quita el sueño, dudo que ellos se detengan en la tarde durante los anuncios de su novela y por un segundo vean un salón de clases lleno de semi pubertos y ahí en el fondo ven a un niño gordito y le gritan, “Pepe, ya terminaste lo que les encargué, deja de estar platicando entonces…” y entonces tratan de recordar mi rostro y más datos acerca del que fui entonces y quizás se preguntan, qué será de él… habrá sido alguien en la vida o qué habrá pasado. Quizás por simple deseo de saber si son capaces de prever el futuro y no por verdadero interés.

 

Sigo esperando que salgan más jitomates y que esos pequeños bichos blancos no regresen, los tuve que desalojar de su hogar por un sentimiento paternal, pero quién soy yo para intervenir en el proceso natural, nadie, pero juego a dios con un bote de insecticida especial para plantas, amigable con el medio ambiente, pero no con los bichos. Así es esto y eso de No matarás aplica a todo, desde el magnifico insecto que vive en el jardín, hasta el ególatra ser humano que se cree superior por encontrarse en la cima de la cadena alimenticia y por eso se destruye a sí mismo, naturaleza aplicada. Así que no hay pecados pequeños, por más que así queramos mentirnos, matar una hormiga es matar, y yo de niño maté algunos otros insectos, así que condenado estoy, ya nos veremos en el infierno para que hormigas gigantes nos atormenten con lupas mientras corremos angustiados.

sábado, 23 de agosto de 2014

"¿Dónde chingados está?"

 

Cada segundo el universo implosiona y se vuelve a formar, pero hay unos pequeños duendes que son ajenos a éste proceso, y son ellos los que se encargan de reconstruir el mundo como lo conocemos, cada segundo.

Sales de bañarte todavía con esa canción sonando en tu cabeza, entras a tu cuarto dejando una estela de gotas, o quizás son migajas tan sólo, en caso de que alguien quiera seguirte. Te despojas de la toalla que cubría tu desnudez y ahí, en tu guarida te quedas desnudo, miras la ropa que dejaste sobre la cama y piensas que quizás esa playera no sea tan buena idea, así que vas al closet, buscas aquella playera que afirmas te hace ver tan bien, colgada no está, la buscas entre las otras playeras dobladas pero tampoco, podrías jurar que la viste ayer cuando buscabas tu desodorante, que tampoco encontraste ayer.
Te sumerges en la ropa sucia, asegurándote que no puede estar ahí, no hay manera. Repasas la ropa al devolverla al cesto, jeans sucios, playera, pero no la que buscas, camisa que tuviste que llevar al trabajo, que pinche fastidio, la correspondiente corbata, doble pinche fastidio, calcetines de licenciado, los mismos que te juraste en la prepa que nunca usarías, otra playera bien chingona, pero hiede, así que la descartas y no, la dichosa playera no está. Por no dejar, te asomas bajo la cama, esperando que hubiera caído por accidente, encuentras el dichoso desodorante y piensas, "ya para qué, ayer tuve que ir en chinga a comprar uno para no oler a perro mojado en la oficina..." y lo avientas a la cama, en el espacio que hay entre las sábanas/cobijas amontonadas, las almohadas y la ropa que pusiste ésta mañana, por un segundo piensas que quizás por eso se te pierden las cosas, pero no es momento de auto flagelarte, sigues buscando, en el librero, tanto por leer, en donde guardas las películas, tanto por ver, detrás de la tele, la caja idiota piensas y ríes al imaginar cómo te verás ahí echado viéndola.
Un último repaso a la gaveta de las playeras, ésta la de I love DF, los Bitles, Puto el que lo lea, pero no puedes encontrar esa playera negra con el logo del segundo álbum de tu banda favorita, banda que hace mucho no escuchas y disco que sólo has escuchado tres veces completito...

Miras el reloj que todo éste tiempo te ha mirado con su cara de enajenado desde tu buró, muestra 10:47, quedaste de llegar a las once.

Exhalas con fuerza, tratando de dejar salir la desesperación, la frustración y sobre todo el tedio de la rutina semanal que esperas romper hoy, cumples el ritual conocido por muchos, un rápido "chingue su madre" dicho con velocidad y el suficiente volumen para que sólo tú puedas oírlo, te pones la playera que habías escogido antes y sales a toda prisa de casa, piensas que el cabello tendrá que ser autosuficiente y secarse con el aire que sopla todos los días.

Te despides de quien alcance a oír tu "ya me voy!", sales de casa con clara idea de a dónde vas, pero sin saber qué va a pasar y sobre todo, cómo sucederá.

 

 

Jamás podrás saberlo, pero en tu cuarto, del fondo del closet salen dos pequeños seres, seres que llamaríamos duendes, por mera ignorancia humana y se puede ver como miran a un lado y al otro, buscando anonimato, uno mueve la mano en dirección del otro, en clara señal universal de "ven", ambos caminan hacía el mueble que llamas buró y en el espacio que hay entre éste y la cama, arrojan una playera negra, la que buscaste tanto, y es que éstos pequeños duendes reconstruyen el mundo cada segundo, ayer olvidaron tu desodorante y se les ocurrió arrojarlo bajo la cama, hoy es una playera y si quieres saber qué será mañana, sólo busca algo que necesites y sabrás qué fue lo que olvidaron poner de nuevo en su lugar.


Por eso no temas si alguna vez notas algo fuera de lugar, quizás no les dio tiempo de colocar todo de vuelta. Pero sólo queda la duda, cuando alguien te pregunte "dónde estabas", puede ser que te hayas ido por algo más que un segundo...

viernes, 22 de agosto de 2014

Bostezo.

Debería estar durmiendo, sin embargo aquí estoy  ,        soñando   . . .

De hermanos extraños.

 

 

Nueve hermanos que no me conocen, quizás no saben que existo, o tan sólo intuyen que hubo un hermano que fue regalado a otra familia, y sienten celos por no haber sido ellos los que salieron de casa, o quizás me tienen lástima, por vivir lejos de esa familia que de todo carece pero que nada lamenta, que entre risas cena lo que hay o quizás tan sólo café con pan viejo, remojado en el humeante liquido negro, con un toque de canela e iluminados por una vela cuentan cómo les fue en su día y cuales siguen siendo sus sueños y que tan lejos están de conseguirlos o qué es lo que han hecho para alejarse ellos mismos, temerosos del éxito, siempre buscando causar lástima, pero cansados de que los vean así, que los consideren menos y deseosos de demostrarle al mundo que se equivocó, que ellos valen igual o más que muchos otros que no se preocupan qué van a comer.

 

Quizás me he cruzado con ellos en el camino, quizás sus ojos me han mirado detenidamente, juzgándome sin saber que venimos del mismo origen, pero al desconocerlo me critican y son severos conmigo, enumeran mis defectos e ignoran mis virtudes, se sorprenden al sentir un poco de simpatía, pero en seguida rectifican y lanzan un juicio que busca lastimar, desean compartir el daño que les han hecho. O quizás me han mirado con deseo de ayudarme, de alejarme del lado oscuro, preocupados por mi alma, y he sido yo el que se ha alejado corriendo, evitando el contacto, quitando el brazo con brusquedad y deseando que no se repita jamás, teniendo una impresión equivocada de ellos, considerándolos sucios y ajenos a lo elemental que define a un ser humano.

 

Ahora que lo pienso no son nueve los hermanos perdidos, son muchos más, todos son mis hermanos, venimos de la misma masa de energía que comprimida explotó como un orgasmo para entregarse generosa y dar vida. En algún momento fuimos lo mismo y en algún punto volveremos a lo mismo, todos somos uno. Error es querer ver un parentesco  efímero, todos son mis hermanos y como tal debo tratarlos, no pretendo arreglar la vida de los demás, pero he de tratar con respeto a aquellos que hasta ayer llamaba extraños.

 

 

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miércoles, 20 de agosto de 2014

Héroe de Barrio.

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Él perseguía el sueño de ser boxeador, ella era aprendiz de estilista, quería peinar a las famosas, más de una vez así lo dijo.

Se conocieron por causalidad, como todo lo que sucede en la vida, ojo no confundir con la vulgar casualidad, ellos se conocieron a causa de las decisiones tomadas en el pasado.

Jugaron al amor por años, hasta que decidieron obedecer a la opinión popular, y casarse. Ella se encargó de su propio vestido, por falta de recursos y por el deseo de hacerse un vestido hermoso, en “su día”.

Él consiguió un traje casi nuevo, gracias a su primo que trabajaba en una tienda de alquiler de trajes y smokings, la verdad es que no era nada espectacular, pero era casi nuevo, cosa que le pareció sorprendente ya que nunca había tenido la oportunidad de estrenar nada, ni sus sueños. 

La noche anterior a la boda los llevaron a su despedida de solteros, ahí van las amigas con ella a casa de una, le platican lo que debe de saber, pretenden anticipar lo que les sucederá a ellos, creen que pueden ver el futuro y prepararla para todo lo que pudiera ocurrir, cómo si alguien pudiera hacerlo. Los amigos de él pretenden instruirlo en los artes del sexo, en el místico arte de complacerse, y es el alcohol el que afloja la lengua y estimula al joven a preguntar, a confiar en esos que no son mucho mayores que él, pero a los que ha decidido creer el mote de expertos. Ríen y beben, es una fiesta.

 

En el altar se encuentra ella nerviosa, sin poder morderse el labio, ha esperado una hora y media, el padre le comenta que quizás no era una buena idea, mientras la mira con lujuria, deseando ser él ese que no ha llegado.

 

Los zapatos en la mano para poder correr, el velo ya hace rato que cayó al suelo, junto con algunas lágrimas, corre a buscar al único hombre que ha amado, o al único que cree amar, entra a la vecindad con prisa, poco le importan las miradas divertidas que la siguen hasta el cuarto de él, aun las siente posadas en su lomo como aves de rapiña que penetran su débil piel, aves viejas que  saben que es su corazón el que despide ese olor putrefacto, a herida mortal.

La ven entrar con furia al cuarto donde un olor a alcohol inunda el ambiente, una cobija que pende de un lazo evita con todo su ser al sol, no es bienvenido, y él tirado en un catre con un cuerpo de plomo que despide un olor a traición y ella deseaba con todo su ser que no hubiera estado ahí, sería más fácil lidiar con la idea de que se hubiera ido con otra, de que la hubiera cambiado, pero no que se hubiera acobardado.

 

A veces el cuerpo actúa cuando la mente aun se encuentra racionalizando, sólo se dio cuenta de lo que hacía cuando él le grito perdón, me emborracharon ellos, me quedé dormido… Pero ya era demasiado tarde, el rojo inundaba el blanco del vestido, de su mano corría un hilo de sangre, que bajaba desde las tijeras que empuñaba con furia, y sólo entonces se dio cuenta de las heridas en el pecho de él, ahora estaban al parejo, ambos con el corazón destrozado y sin embargo ella no soportó la idea de haber matado a su amor, y en un acto reflejo se hizo lo mismo.

 

Cuando los encontraron no había forma de saber que sangre perteneció a quién, era una sola.

 

Dicen que en las noches se le puede ver a ella vagando por la vecindad, y si es paciente o lo suficientemente morboso, también se le puede ver a él, caminando despacio detrás de ella, ambos sufriendo su amor.

 

Los amigos de ella pusieron una cruz que pintaron con amor y una dedicatoria que hoy el viento y la lluvia han besado hasta el cansancio, dejando sólo óxido donde alguna vez estuvo su nombre, los amigos de él lloraron y bebieron, y alguno de ellos quiso enviarle al cielo sus guantes, para que allá pudiera entrenar y cumplir su sueño de ser campeón del mundo.

 

El destino era el cielo, pero un cable que se encontraba ahí decidió aceptar el regalo y sostenerlo por siempre, como un trofeo, o tan sólo como un epitafio de aquel que hoy ya no tiene nombre.

domingo, 10 de agosto de 2014

La mano en forma de cuna.

Lo sujetó con la pinza que formaron sus dedos, inclinó la cabeza  mientras lo hacía girar, para que así sus miradas coincidieran. El pequeño gato maulló sin muchas ganas, como mero trámite tan sólo. Él acercó el suave pelaje a su rostro y sintió el ronroneo, una suave vibración que acompañaba a su corazón, tun tun tun tun tun… Alejó un poco al gato para verlo, él tenía los ojos cerrados, adormecido por el bienestar de sentirse protegido, ahora acercó sus narices y él también cerró los ojos, ambos a punto de quedarse dormidos ahí, en medio de un patio que a pesar de ser grande no le daba sensación de libertad.

 

Posó al pequeño gato en la palma de su mano izquierda y con la derecha acarició el suave lomo del animal, éste ronroneó con más fuerza, agradeciendo el gesto.

 

Se sintió sucio y se dio cuenta de que eran las miradas de aquellos jóvenes que lo miraban desde lo lejos, rehuyó de forma torpe los puñales de esos ojos mezquinos, agachándose despacio, deseando ser invisible, protegió con ambas manos al pequeño gato, deseando que no se acercaran.

Siempre los mismos gritos y burlas de los que no sólo estaba cansado, sino que los conocía de memoria, le llamaban estúpido o loco, algunas veces lo empujaban pero invariablemente se iban al descubrir que sus burlas no generaban respuesta en él, deseo que hoy fuera igual, pero en cuanto vieron al pequeño gato quisieron arrebatárselo.

Su mano izquierda sintió como el pequeño corazón del gato bombeaba miedo,  él reaccionó por amor y golpeó a quien pretendía quitárselo, todos retrocedieron asustados, él los miró y sujeto la ensangrentada piedra con la mano derecha, todos corrieron. Él se sentó en el suelo y vio como la sangre salía de la cabeza, pero no pudo resistir esos ojos que lo miraban de forma fija, así que le dio la espalda.

 

Es increíble lo que es capaz de hacer el amor verdadero, ellos querían llevarlo ante la justicia, él creía que iban a quitarle a su gato, así que golpeó a todo aquél que se le acercaba. Fue el miedo el que apretó el gatillo, la bala le robó el suspiro de la vida, pero incluso cuando su cabeza golpeó el suelo de forma violenta, el pequeño gato seguía ronroneando, pues jamás se sintió tan protegido.

Cuarto de baño.

La piel de las paredes es carcomida por la lepra del tiempo, siempre el blanco que pretende esconder a otro color, generalmente azul o verde y mientras orinas pones atención al olor, ese olor a jabón y champú, olor a baño, olor a cuarto en que todos se detienen con calma y por un momento reflexionan en lo que les ha sucedido y en lo que les sucederá ese día y piensan en diálogos irreales, en lo que dirían si tuvieran el valor o lo que hubieran dicho en caso de haberse decidido.

 

Tallar con fuerza la piel vieja, esperando que se caiga, que el viejo “yo” se vaya, ese que no se atrevió a decirle NO al jefe, el que se quedó callado cuando ella se retiró enojada, al que no se atrevió a cambiar; pretender desprendernos de lo que no nos gusta de nosotros, cómo si hiciera alguna diferencia.  Ese nos acompaña siempre, lo queramos o no.

 

Pasar la toalla sobre el espejo para descubrir nuestro reflejo, sonreír, hacer caras, mirar la incipiente barba que nunca termina de salir, agitar la cabeza como perro y dejar una gota en el frio reflejo, que corre despacio y simula una lágrima, una ficticia lágrima, una imposible lágrima que no es nuestra, pero que quizás alguien derramó por nosotros, o por aquel que fuimos.

 

Y por un segundo envidiar al reflejo que se esconde detrás del espejo, pues sólo nos imita, a él no le corresponde tomar una decisión, se limita a acompañarnos y mostrarse en tan sólo algunas ocasiones. Pensamos que sería más cómodo ser él.

 

 

Y es entonces que frente a él, frente a ti, te surge la revelación, “y si acaso él es quien vive mi vida, y es por eso que no he podido yo cambiar…”

sábado, 9 de agosto de 2014

Shine on you crazy diamond…

El moho devora una vieja bocina, mientras esta imita de la mejor manera posible una canción de "The Mars Volta", él siente de pronto un dolor en la espalda, como lo recorre poco a poco y sube por los escalones de la columna vertebral para posarse en la terraza de la nuca y mirar desde ahí sus viejas glorias, mientras que él deja de escribir y se dice a sí mismo, "ya estoy viejo", acomoda su pierna izquierda que ha sido invadida por las hormigas del cansancio, la mueve esperando ahuyentarlas y lo logra, aunque sabe que es tan sólo temporal, volverán, es sólo cuestión de tiempo.
Las manos acarician las teclas negras que suavemente se dejan estimular, letra a letra se van posando conforme él lo pide, sus ideas comienzan a tomar forma en la pantalla, y se sorprende, sabe que nadie lo leera. O al menos eso se dice, escribe con devoción para extraños que quizás nunca conocerá y que quizás ni siquiera terminen de leer lo que tiene que decir. El mal del pseudo escritor, escribir con pasión sin saber si acaso lo leen con la misma.
Como acto reflejo sube el volumen y tararea la melodía que emiten esas viejas bocinas cuando hay alguna canción que le emocione, y piensa en el tiempo que ha pasado desde que escuchó esa canción, y se sorprende al ver a su yo de entonces, al que vivió y sintió junto con esas canciones, una fiesta en una casa vieja, no hay sillas ni mesas, sólo gente ocupando el suelo, pequeños grupos que se reúnen alrededor de botellas de vino y vasos desechables, como si los adoraran, esperando al genio que ha de salir a resolverles la vida, sin saber que es un demonio el que ahí habita, el demonio de la memoria que nos atormenta si se le invoca, pues nunca nos permite elegir, ahí estamos tratando invocar los días de infancia, cuando todo era más sencillo, o acaso nos importaba menos y zas, se nos viene una imagen que no nos agrada, y nos engañamos diciendo que no lo queremos, pero es mentira, buscamos que nos vean sufrir, pues nos acostumbran al rol de victima, desde pequeños, cuando enfermamos nos permiten quedarnos en casa y nos hacen de comer lo que nos gusta y nos permiten beber refresco, sidral. Y mientras permitimos que el licor acaricie con su amarga lengua a los hielos y el plástico, se nos va borrando la sonrisa mientras decimos en voz alta para que todos puedan oír, "me cae que si pudiera vivir otra vez, no cambiaría nada..." Para qué... Mirar alrededor buscando el baño, siempre organizando grupos, unos cuidan la bebida, otro cuidará de aquellos que necesiten vaciar las cantimploras de las vejigas y todos los grupos se cuidan entre ellos y de ellos, se repelen, no saben convivir, cualquier pretexto es suficiente para comenzar una riña, es sólo cuestión de tiempo y sincronía, puede que hoy te toque salir con tu grupo y decir, vámonos antes de que empiecen los putazos, y alguien se atreverá a ofrecer su casa para continuar la tertulia, y mientras los parroquianos se sientan y alguien organiza la música y pide atención a los presentes y entre hipos declara que necesita toda su atención, pues esa canción será la que tendrán que poner en su funeral.
La escena se repite en muchas mentes, sólo es necesario cambiar la canción y aquellos que acompañaron al solicitante, pero es algo más común de lo que imaginamos, de lo que imaginas, todo lo que has vivido alguien más lo ha vivido, quizás de una forma similar, las mismas palabras, los mismos gestos y, por qué no, quizás los mismos interlocutores, sólo en diferente tiempo, diferente contexto. O quién sabe, quizás en éste momento en un universo paralelo tu yo alterno se encuentra en esta noche de sábado con sus amigos, amigos que para ti son imposibles, pues les rehúyes, pero él no, y alza la voz mientras sostiene una bebida y les dice "esta canción quiero que suene cuando yo me muera, pero en serio cabrones, se los estoy pidiendo de favor" y todos levantan su copa y entienden la seriedad de la petición, dicen salud como nunca antes lo habían hecho, con amor.

Una pausa para reflexionar y pensar qué canción sonará en tu funeral, quizás nadie recuerde cual querías, quizás ni siquiera tú recuerdas que canción pediste, o no sabes cual vas a pedir. Hay miles de opciones y quizás terminen poniendo una que no imaginas, sólo porque a alguien le recuerda tu sonrisa, o tus ojos o porque fue la canción que sonaba cuando te conocieron o quizás será la canción que ponga tu hijo, una canción que jamás escucharás pero que si pudieras oír te tocaría en lo más profundo, ahí donde se encuentra el deposito de lágrimas permitiendo que broten de forma discreta pero constante y se alojan en tu garganta impidiéndote hablar, pero no podrás oírla, o quizás ni siquiera suene canción alguna. Tan sólo un minuto de silencio y no más, la vida seguirá y aunque duela admitirlo, será cuestión de tiempo para que nos olviden y no dejaremos constancia de nuestro paso, como no hay constancia de esas fiestas, de esas reuniones, a menos de que alguien más las recuerde y pueda constatar lo que sucedió y decir, es cierto, yo estuve ahí y así sucedió.

Termina por bajar la pierna de la cama, las termitas devoran el hueso y la piel, se pone en pie y camina por la habitación, enciende un cigarro y regresa la canción, al exhalar un suspiro inunda la habitación de humo y nostalgia, y se deja embriagar por esta, recuerda aquellas tardes en que pretendía actuar como hombre maduro y ríe al darse cuenta de lo que hacía, siempre tratando de impresionar a gente nueva que jamás volvía a ver, siempre intentando caer bien.  Por alguna extraña razón recuerda el sabor a brandy barato en su garganta, el mareo y el inevitable amanecer, siempre lastimando los ojos, todos los rostros que vio y que ahora casi no recuerda, todos los compañeros de parranda ocasional, entes que entraron y salieron sin dejar huella, y después ve los rostros de los que recuerda con aprecio, pero que ya no están, o están lejos. Otra bocanada, los acordes masajean la memoria de forma gentil, se deja llevar, cree estar a salvo, se siente flotar en aguas que lo van llevando de a poco a la infancia, a sus juegos de puberto jugando a querer, recuerdos que vienen poco a poco hasta que comienzan a turbiarse, las aguas se agitan y lo llevan a donde no quería, a recordar todo lo que hoy le causa arrepentimiento, se encuentra a la deriva, flotando entre todo aquello de lo que hoy se arrepiente. Cerrar los ojos y suspirar, remedio milenario para ahuyentar a los demonios, aunque en ocasiones no es efectivo, así que se sienta nuevamente y retoma el hilo de lo escrito, una pequeña nota suicida, y aunque pretendía no divagar se da cuenta de que la ocasión lo amerita, repasa la ortografía y la redacción, corrige algún detalle menor, no la dedica ni la firma, simplemente guarda el archivo de texto con el nombre “shine on you crazy diamond”, canción que ama, pero que no ha escuchado en unos cinco años, y mientras estuvo de pie y su mente viajó en el tiempo, su cuerpo se dedicó a buscar el disco de Pink Floyd, pero no lo encontró, así que sube el volumen, The Mars Volta continúa inundando la habitación, sus oídos y su mente, enciende un último cigarro, sabe que es el último por eso le tiemblan las manos, la llama baila frente a él y lo hipnotiza, baja la guardia, y por un segundo el mundo se detiene, las manos no tiemblan, se encuentra en casa, una vieja casa donde nunca había que comer, muchos gritos pero poca atención, alguna vez notó que el tono que usaba su madre para gritarle, era el mismo que usaba para corregir al perro, y se sintió eso, un perro. Toda su vida un perro, uno que desconfía y no se permite la oportunidad de conocer gente, sólo gruñe y advierte que están invadiendo su espacio, pero había algunos aventurados que lo ignoraban y entonces él buscaba agradarles, buscando aunque fuera un vínculo duradero en su vida. De nuevo un suspiro lo trajo de vuelta a la realidad, el cigarro ya encendido descansaba en sus labios, la resequedad hacia que se le pegara, una última bocanada, el dedo acariciando el gatillo.

 

El sonido del disparo retumbó dentro de su cabeza, las ideas volaron y se golpearon contra la fría realidad de un muro de cemento, la sangre que segundos antes inundaba su cuerpo salió expulsada con violencia, manchando el suelo, techo y pared, como un desesperado intento por permanecer en éste mundo y fue el ruido del disparo el que alertó al corazón, que asustado bombeo sangre hacia la herida, pero se dio cuenta de que no tenía sentido, así que decidió entregarse al orgasmo del descanso,  el aroma a pólvora se mezcló con el de tabaco y humedad y el sonido que emitían unas viejas bocinas, justo en la parte instrumental de la canción que antecedía al estribillo, “I've defected “. Jamás supo que canción sonó en su funeral, y la verdad es que nadie recordó aquella vez en que entre hipos pidió que se le recordara con “Shine on you crazy diamond”, y justo en el requinto estaba previsto que se echará la tierra que habría de abrazarlo por toda la eternidad, pero eso no ocurrió, el día que lo velaron nadie asistió, nadie lo reconoció, nadie dijo es mi hijo, o es mi hermano, o fue un amigo, o quizás el hijo de una vecina, nadie.

Sí alguna vez te das cuenta de que durante alguna canción te perdiste y no sabes a donde viajó tu mente, quizás algún muerto tomó prestado tus oídos para escuchar por ultima ocasión esa melodía que le ha de servir de despedida…

domingo, 3 de agosto de 2014

Quisiera quedarme con tu sonrisa como recuerdo para cuando extrañe

El papel de celofán cayó a pocos centímetros del cesto de la basura, giró la perilla hasta que la pantalla luminosa mostró números formados por pequeños   que invariablemente le recordaban granos de arroz y sólo se detuvo hasta que alcanzó el 60, después pulsó la tecla de "EJECT", abrió la caja de plástico y de ella sacó un disco compacto, miró con satisfacción la superficie impoluta que le devolvía la imagen de su ojo derecho y después su sonrisa, lo colocó con delicadeza en la charola y pulsó "PLAY". Los primeros acordes de la guitarra sonaron poderosos, pero no lo suficiente, así que subió el volumen hasta el 75, sonrió con satisfacción y repitió la canción. Talló la punta de sus dedos con la punta de sus dedo pulgar, buscando eliminar cualquier rastro de suciedad, y sacó el pequeño "booklet" lo olió buscando conseguir ese olor a vainilla que tanto lo enamoraba de los libros, pero sólo pudo oler tinta y pegamento industrial y el efímero olor a nuevo, a producción en masa, no le importó, sus ojos acariciaban las imágenes y las letras de las canciones conforme los altavoces las iban reproduciendo, poniendo toda su atención a ese momento tanto que años después podría evocar el aroma a pizza fría que inundaba el cuarto, sus jeans sucios y por tanto, cómodos, su playera de metallica, de aquella época en que James gritaba y no pretendía cantar, de cuando eran buenos pues, incluso recuerda, aunque no es parte de la escena, como por esos días había sufrido en la escuela, siempre por las tareas pero sobre todo por conocer a esos ojos que aunque hermosos no se posaban en ella, esos ojos escudaban una inteligencia poco común, o quizás tan sólo poco vista por ella.
Las hormigas de la memoria se empeñaban en construir el templo de la pubertad, trabajando a contrarreloj buscando en segundos montar aquello que tardó años en tomar forma y otros tantos en tener sentido. Se preguntó dónde podría haber quedado ese disco, seguramente prestado a alguien ya fuera por ella o por su hermana que se tomaba muy en serio eso de compartir las cosas, o quizás estaría acumulando polvo en ese viejo estuche de discos compactos, aquel que algún día estuvo no sólo completo sino que cada semana era revisado minuciosamente para siempre tener a la mano la música que en verdad deseaba escuchar, música que incluso hoy se alojaba en la parte posterior de la psique, ahí donde se amontonan recuerdos en cajas enmohecidas esas que por accidente encontramos cuando buscamos algo más, subimos al ático de la memoria buscando un nombre, un rostro y nos encontramos con viejos momentos, con viejos eventos, aquella canción que llegamos a escuchar cuando nos sentíamos tristes o aquella vez que peleamos con mamá diciendo cosas que hoy quisiéramos borrar, o aquellas cosas que por el contrario no dijimos y por tanto pesan quizás más, por que nos arrepentimos y peor aún, fantaseamos con las miles de probabilidades que hubieran ocurrido en caso de que lo hubiéramos hecho, aquella vez que la muerte rondó nuestras vidas de forma disimulada tan sólo para prepararnos para aquella vez que nos golpearía con un certero gancho al hígado, la muerte de un hámster, la muerte de la tía de un amigo y después, la de un familiar; Recuerdos que pacientes nos esperan y que como viejos amigos poco frecuentados que se alegran de vernos aún cuando nuestro rostro ya poco se asemeja a aquél que ellos conocieron, y el nombre que ellos repitieron en tantas ocasiones no suene igual, incluso se sienta fuera de lugar, nos saludan y platican con nosotros y al final de ese breve encuentro, nos mentimos de forma consciente y sonreímos al decir "hay que vernos más seguido, para ponernos al día", pero ese pequeño encuentro es suficiente, deseamos recordar el pasado, no aferrarnos a él y mucho menos regresar, evitamos a esos amigos y conocidos pues nos recuerdan aquellos que fuimos, aquellos que en ese momento deseábamos dejar de ser.

Y mientras mira su café de franquicia y la gente que la rodea, falsos intelectuales, activistas de facebook, contestatarios de tuiter, izquierdistas pretensiosos que usan tenis converse, iluminados zen que repiten koans como slogans que le recuerdan a pericos educados que en lugar de repetir groserías fueron entrenados para repetir "la vida es una ilusión", pero sin entender lo que dicen, y mira a aquellos que escriben ensimismados, preocupados por desprenderse de algo a través de sus letras y no con verdadera intención de compartir algo, de regalar algo al lector, ente abstracto que no existe, que no es capaz de imaginar pero para el que escribe con aparente interés, y conforme sus ojos regresan a su café y pone atención a lo que hace, nota el líquido que humeante la espera, e imagina el vaho del café como aquellas palabras que decimos y al momento se escapan y ya no son nuestras, pertenecen a alguien o algo más, pero ya no a nosotros, y nuevamente su vida se proyecta gracias a los engranes de la imaginación, esta vez a un cuarto a media luz, huele a frituras, luces de colores comienzan a adueñarse del aire, risas nerviosas le acarician el oído, un bombo de batería le golpea el corazón que acompañado de un teclado da forma a una vieja canción que hace mucho no escuchaba, y conforme la música tiene más forma la luces iluminan los rostros de sus compañeros de sexto de primaria, fiesta de despedida y la canción que suena es "La Pachanga" de Vilma Palma E Vampiros, todos bailan o al menos eso pretenden, y sólo hoy que recuerda esa tarde es capaz de darse cuenta de todas aquellas cosas que no se dijeron, cuantas veces no quiso decirle a Mariana que era una escuincla superficial y materialista, así verbatim, lo había ensayado tantas veces mientras se bañaba o camino al escuela, incluso frente al espejo para poder enfatizar de manera correcta la palabra "materialista", hoy se reía, hace años era prioridad.
La realidad la sorprendió mientras bebía café, y aprovechó para sacar su IPhone, para después sorprenderse a sí misma y ver la niña que fue ella, o a su reflejo gritándole a la cara "materialista", así, con el énfasis tantas veces practicado y se ruborizó al darse cuenta de que se había convertido en aquello que tantas veces criticó, y aunque sintió pena, sus dedos siguieron con el plan trazado segundos antes y maquinalmente desbloquearon el teléfono, lo conectaron al wifi del lugar y buscaron una canción para estimular los músculos de la memoria, "cilma palma e vampiros fondo" presionaron la tecla de enter en el teclado virtual de la pantalla y sólo entonces se dieron cuenta del error, para el que ya había una sugerencia para corregirlo, sacó del fondo de su bolso unos audífonos y escuchó Fondo Profundo de Vilma Palma, canción que conoció años después, pero de la que se enamoró.


Brindo por tus ojos que se van yendo de mi mirada, dice la canción y ella lo susurra a esa niña que no es y que sin embargo es ella. Recuerda con claridad que ese grito de escuincla superficial y materialista estaba preparado para ser dicho justo cuando le dijeran, después de haberle presumido algún juguete caro, "ah, perdón, se me olvida que eres pobre y no tienes para comprar cosas lindas...." Era entonces cuando ella le respondería con el tan repetido y memorizado counter, segura de que la noquearía sin posibilidades de levantarse, de rodillas contra la lona como se decía en el argot boxístico y las miradas de las compañeras ejerciendo un invisible peso sobre ella manteniéndola en ese lugar, imposibilitando su recuperación y permitiéndole ser libre. Pero nunca pudo confirmar sus suposiciones y recrear ese escenario tantas veces montado por la imaginación. Y se dio cuenta de que ahora que podía, se compraba cosas que muchas veces no necesitaba, tan sólo para poder decirle a la niña que fue, " no te preocupes, ahora sí podemos comprarnos cosas lindas".

Y sí pudiéramos someternos al escrutinio de aquél que fuimos, que pensaría de nosotros, qué opinión le mereceríamos, estaría orgulloso, avergonzado o quizás nos negaría diciendo, "no es posible, no puedo haberme convertido en eso..." y quizás tendríamos que retirar esa lágrima que recorre su mejilla, para que con un certero golpe nos retiremos la mano diciendo con odio infinito "no me toques". A ritmo de castañuelas ella se hizo esta pregunta, y le dio miedo la respuesta, pues había sacrificado muchos sueños de infancia, se había imaginado como una gran artista, pintora o escultora, quizás poetiza o tan sólo escritora, incluso había comenzado un diario y de forma religiosa escribía en él diariamente apartándose de lo mundano para acercarse a lo mágico, pero en la prepa se vio obligada a dejarlo, bueno en honor a la verdad decidió dejarlo ante las criticas, le dijeron que era infantil, así que lo dejó. Escuchó música que ni siquiera le gustaba para poder encajar, y escuchó a la niña que fue preguntando, encajar en qué, le dio vergüenza no poder contestar.
El ingenio y la imaginación tienen potencial infinito, siempre y cuando les permitamos convivir, y ella les dio permiso esa tarde y lo que sucedió fue un ingenioso ejercicio de autoconocimiento, se vio a sí misma de niña frente a ella, su más severa juez a punto de interrogarla, pero a ella no podía mentirle, por mucho que lo buscara o deseara, no podía mentirse a ella misma. Tantas fueron las preguntas que se hizo, tantas fueron las respuestas que encontró, se dio cuenta de muchas cosas que hasta ese día parecían lógicas pero que había pasado por alto, se dio cuenta de aquello que había sacrificado por conseguir aquello que le convencieron que necesitaba, dejó lo que tenía para obtener cosas que no quería, hizo a un lado su sensibilidad pues le dijeron que no era útil en el mundo de los negocios y se olvidó de mirar alrededor todos los días buscando un regalo, ahora lo que le interesaba tenía un símbolo de pesos y una cantidad. Poco a poco se dio cuenta de quién era y no le gustó.
Y mientras tanto en los audífonos se escuchaba:


"Y no me tengas miedo, nada más deja que te lleve
y no me tengas miedo, nada más brindo a nuestro nombre
y no sientas culpa, pégame hasta lo más profundo,
ya no puedo estar escapando de la verdad por la vida entera"

 

A partir de ese encuentro decidió retomar las cosas que amaba, decidió escribir y dibujar por lo menos una vez a la semana para comenzar, sabiendo que los cambios mucho dependen de la constancia y no de la simple repetición. Y ocasionalmente se le podía escuchar cantar aquella parte que dice:
"Es por la fuerza de mi amor que siento así, me desespero
Y aunque reviente de dolor quizás jamás viví cosa tan buena"
Sería absurdo pensar que renunció a su trabajo para dedicarse a soñar, sabía que el mundo no gira gracias al amor, sino a los engranes del capitalismo, pero se dio cuenta de que su corazón bombea sangre a todo su cuerpo, a los músculos de la cara para sonreír, a los parpados para poder cerrarlos a voluntad y soñar de forma consciente, y también a sus manos para que puedan trabajar, trabajar para el mundo y para ella, para forjar sus sueños.
Antes de despedirse en su encuentro imposible ambas llegaron a un acuerdo, buscar el punto medio, sin renunciar a nada y entre risas se abrazaron y se secaron las lágrimas que habían corrido, las primeras de tristeza, las segundas de felicidad.

Perdió la cuenta de cuantas veces se había repetido la canción que servía de fondo para escribir y recordar aquella vez que llegó a casa después de haber comprado un disco compacto, arrojó el celofán protector al cesto de la basura, puso play y comió pizza del día anterior, se talló los dedos para retirar la grasa y con cuidado infinito abrió el booklet para acariciar con su mirada aquella frase que años después serviría de gatillo para activar el mecanismo de la memoria en que las imágenes le venían con la velocidad del disparo de un revolver, dejando en el ambiente el aroma a pólvora quemada que se condensó en sus dedos para mancharlos como si fuera tinta y hoy años después repite ese acto reflejo adquirido en la infancia que era frotar la punta de sus dedos con la punta de su dedo pulgar, buscando eliminar cualquier rastro de suciedad mientras busca ordenar las letras en palabras y esas palabras en ideas que son tan sólo impulsos eléctricos dentro de su cerebro y son esos mismos impulsos los que le permiten viajar en el tiempo y ver en el booklet la letra de la canción que tan sólo son puntos reunidos en manchas de tinta que su cerebro interpreta y que ha memorizado y es capaz de repetir de memoria gracias a que alguien que amó le dedicó la canción en su adiós y hoy ella podría dedicársela a ella que fue:

"Es por la fuerza de mi amor que siento así, me desespero
Y aunque reviente de dolor jamás viví cosa tan buena.
Es éste vaso que tomé quizás de más y me envenena
Siento la pena de tu adiós no me hará mal, no temas nena"