miércoles, 19 de diciembre de 2012

Del fin del mundo y otras cosas...

Las manos le sudaban mares, el sabor a miedo se acentaba en las encías, mermadas de tanta nicotina. Los ojos, desesperados, intentaban hacer contacto con alguien mientras levantaba la mano derecha, donde una vieja receta enmicada acumulaba su sudor.

Hay quienes dicen que hace falta mucha decisión para pedir limosna y hay quienes dicen que hace falta mucho valor para exigirla. A él nunca le remordió la conscienca, en cuanto bajaba del camión para contar los centavos se olvidaba de sus benefactores.

Hoy era distinto.

-¿Me da chance jefe? -Decirlo en tono de súplica, pero sin rebajarse. Subir al camión aclarar la garganta y repetír el guión aprendido de memoria, hacer enfasis en la parte que decía "no me subo con las manos vacias, mira, sino que pongo en tus valiosas manos éste rico chocolate/dulce/caramelo y/o lo que tuviera en ese momento, porque eso es mejor que subirme a robar..." en ese momento hacer una pausa era vital para el éxito de las ventas, esa pausa era una invitación y una advertencia, una invitación a dar unas monedas por voluntad propia, y una advertencia, porque a cada pasajero lo vería a los ojos al entregarle "el producto", ese contacto visual era la mejor forma de intimidarlos.

-Súbete rapido güe!

Ante la desesperación del chofer, despertó. Dio las gracias y mientras subía a la unidad, se aclaró la garganta. Hoy no llevaba dulces o ricas golosinas, hoy llevaba la receta enmicada, aquella que usaba sólo en ocasiones especiales, era un as marcado, su último y más efectivo recurso. Esa receta que encontró un día en la calle, le hizo ganar cientos de pesos en pocas horas, era su amuleto. Hoy iba decidido a utilizarlo por última vez.

A punto estuvo de utilizar el guión de rutina, al menos lo deseo al ver un camión con todos los asientos ocupados, sin embargo repitió aquel script aprendido el día anterior.

"Damita, caballero, antes que nada te pido una disculpa por interrumpir tu viaje, tu lectura o hasta tu sueño, pero la verdad es que me veo en la penosa necesidad de subir a éste camión, receta en mano que como puedes ver no ésta a mi nombre, sino al nombre de una mujer, mi hija..." -los resortes de la memoria se activaron en ésta parte, causando que los engranes encargados de articular las palabras se trabaran. Después de tragar saliva, esa saliva que sabía a fierro, continuó. "Eso es lo que he venido diciendo, repitiendo como loro, pero la verdad es que no vengo a pedirte dinero, ni siquiera de tu compasión, es más ni siquiera pretendo causarte lástima, tan sólo quiero ofrecerte una disculpa, quizás alguna vez nos hayamos cruzado y te haya pedido una moneda, sí así fue, lo siento mucho. Ésta receta ni siquiera es mía, me la encontré tirada en la calle. Como muchos aproveché la situación para pedir unas monedas, unas centavos para comprarme muchas cosas, no te voy a mentir, compré muchas caguamos y tabacos, pero jamás droga... Y lo peor de todo -una lágrima rodó por su mejilla, justo por el zurco formado por una vieja cicatriz- es que a mi hija no le compré ni un detalle, ni un sólo dulce o chocolate..."

Captar la atención de cuarenta y cuatro pasajeros es dificil, despertarles alguna emoción, casi imposible.Él lo logró, algunos lo miraban con lástima, algunos con odio, otros con una sorpresa infinta.

"Te preguntarás por qué me subo a contarte ésto, la verdad es que antier mi hija me pidió que ya no dijera mentiras, me dijo, papi, ya va a venir santaclós y se va a enojar si sigues diciendo mentiras, yo le mandé una cartita diciendole que ya te vas a portar bien... por favor papi... Yo le juré que no lo volvería a hacer, pero todo lo que he hecho me lo ha cobrado dios... Mi hija ayer..."

Es entonces que somos testigos de como un hombre de deshace en lágrimas, y entendemos perfectamente lo que no nos dijo, entendemos que su hija murió y que aquél hombre carga una culpa de la que quizás jamás podrá librarse. Y así sin más en menos de diez minutos comprobamos que su mundo se ha acabado, que lo que era ya no es y que lo que fue ya no está.
Cabizbajo desciende del camión, se sienta a esperar, no sabemos si otro camión o si acaso espera ser perdonado.

Tragamos saliva y descubrimos esa sensación que nos distingue de los animales, esa que ha recibido tantos nombres, pero que en esencia nos dice que seguimos vivos, son esas ganas de llorar por el infortunio ajeno las que nos hace humanos.

Nunca lo escucharemos de su boca, pero su final, el que tenía planeado rezaba algo así como: "por eso les digo, que no importa lo que nos pase en el día a día, debemos estar agradecidos, por lo que se nos da, por lo que se nos regala, por lo que tenemos, familia , amigos, salud, donde dormir, qué llevarnos a la boca, aunque sea un taco de sal... Yo pensé que lo que me hacía falta era dinero, pero no me daba cuenta que tenía lo que necesitaba, que sólo era cuestión de aprovecharlo al máximo." Entonces daba las gracias y se bajaba del camión, ese era el plan, recitar unas cuantas palabras, no más. Y sin embargo, ese veintiuno de diciembre, acabó entregando un pedazo de su alma.


miércoles, 14 de noviembre de 2012

Salió hace dos meses.

Un sucio volante pegado a un poste, le dio la respuesta de quién era.

Se consideraba una persona feliz, siempre optando por aquello que le hiciera feliz, y no por aquello que le agradara a los demás. Un día salió de su casa determinado a encontrar la felicidad.

Sintió como el aire llenaba sus pulmones, se maravilló de los olores capturados en el aire, de la gama de colores que el mercado a media calle le ofrecía, sintió que el rojo le llenaba el alma, las lonas indiferentes protegían del sol y daban un tono carmín a su aventura. Don Tomás, aquel que deleitaba los paladares con tacos de birria le saludó confundido, hace mucho que no lo veía por aquí Don José, cómo ha estado? Nuestro personaje respondió que muy bien, que no se había sentido tan joven desde hace tiempo. Don Tomás se alegró por él y le invitó unos tacos, acompañados por un Boing de Mango bien frio. Don José, agradecido, rechazó los tacos alegando que no tenía su cartera, Don Tomas le dijo, en ningún momento he hablado de cobrárselos, al contrario gusto me da verlo y la forma de demostrarlo es invitándole estos tacos.
Don José se pudo de pie y cedió el asiento a una señora que iba acompañada de su hija, él calculó que no tendría más de cinco años, la señora le agradeció con una enorme sonrisa, le dijo que la niña acababa de salir del kínder, pero se les había antojado un taco. Don José agradeció de nuevo a Don Tomas y continuó su camino. La gente le reconocía al pasar, muchos sorprendidos de verlo recorrer el mercado, él se dijo no sin cierta vergüenza, que la causa de la sorpresa general era causada por su anterior carácter, siempre distinguido por ser una persona inflexible de carácter duro y siempre quejándose de los sucios puestos que lo único que hacían era ensuciar su bella calle. Pero eso había cambiado, ahora era una persona diferente, buscaba la felicidad común, pensaba en Nosotros y no en ellos.

El encargado del puesto de fruta, Jaimito, le ofreció un jugoso mango, platicaron un rato y se dio cuenta de que Don José era una persona diferente, no era aquel señor que años atrás le ponchó un balón, ya no era ese viejillo que amenazó con llamar a la patrulla cuando, siendo ya siendo mayor de edad, Jaime había comprado unas cervezas y las bebía con sus amigos en el parque.

En verdad Don José había cambiado, y sin pensarlo mucho, Jaimito le ofreció un mango, le dio gusto que ese señor sonriera como respuesta a un contacto visual, que extendiera la mano para saludar a aquellos que se las ensucian para ganarse la vida, incluso, antes de que llegará a su puesto, Jaimito vio como Don José le ayudó al barrendero a recoger una botella de Coca que se le había caído del recogedor.

Ahí va Don José, todo le parece luminoso, se siente parte de este maravilloso universo, se sintió parte importante de una obra perfecta, pero sobre todo, se dio cuenta de que aquellos que compartían su ciudad con él, eran también parte de algo hermoso, importante, luminoso. Una sonrisa cubría su rostro cuando notó a un oficial de policía que lo miraba sonriente, recargado en un poste le gritó su nombre.

Don José le saludó estrechando su mano, después observó el sucio volante pegado al poste.

El emblema de su ciudad encabezaba un comunicado oficial, en la parte superior se leía la fecha de hace dos meses y los datos de una persona extraviada ocupaban media hoja, leyó junto a su fotografía:

Nombre: José de Jesús Ruiz Esparza Meillon
Sexo: Masculino   Edad: 65 años
Complexión: Robusta    Frente: Amplia
Labios: Gruesos          Estatura: 1.72

Señas Particulares: Viste Pantalón de mezclilla azul, playera negra y un chaleco gris, roto en el bolsillo izquierdo, usa tenis azules de tela, posiblemente use una gorra de Comex. Responde al nombre de Pepe, gusta de caminar por la ciudad y contemplar monumentos históricos, probablemente se acerque a las personas para platicar, gusta de divagar mientras habla, ideas que no parecen tener conexión.

ATENCIÓN: Padece Demencia Senil.

Don José dejó de leer el anuncio y le dijo al policía, como ve no traigo el chaleco, se lo di a un señor que lo necesitaba más que yo.
¿Y la gorra? ah, esa se la di a mi amigo Jaimito.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Cristo es tan sabio que en caso de regresar, seria ese viejillo sucio que te provoca asco.

En medio de la oscuridad avanza despacio, el ruido que lo rodea le indica que no está sólo, pero por más que habla, nadie le responde.

Lo primero que me llamó la atención fue el sombrero que colgaba de su brazo izquierdo, pero también me causo sorpresa la forma en que las personas se retiraban de su paso, evitando tener contacto con él, de cualquier tipo.
Me da pena decirlo, pero lo primero que hice al tenerlo frente a mí, fue dejar unas monedas en su sombrero, y me da pena aceptarlo porque mi generosidad fue un acto indirecto, no se lo di en la mano, sino en el sombrero, se lo deje ahí esperando que mi "acto altruista" fuera suficiente. El señor me tomó del brazo, y sin más me pidió que le ayudara a tomar su camión, me dijo que estaba muy cansado, que no podía más.

Lo acompañamos hasta el andén P, en el metro cuatro caminos. Mientras caminabamos me dijo que venía de Puebla, había ido a la iglesia a dar gracias y también a visitar a alguien, no me quedó claro de a quién. El señor me contó que vive en una iglesia, con el sacristán y con otras cinco personas, no pude preguntarle si también eran ciegos, no me atreví. Mientras caminabamos, él apoyado en mi brazo, noté como las miradas nos seguían y también noté como a él no le importaba, así que me ocupé en la plática.
Conforme avanzabamos entre la gente, el señor me comentó que estaba muy cansado, que estaba realmente cansado y que deseaba que la virgencita se lo llevara, que le permitiera descansar.

"Me quiero morír", fue lo que dijo, a quemarropa. ¿Qué se debe responder a semejante confesión? ¿Qué estipula el protocolo social? Hice lo único que podía hacer, quedarme callado.
"Me siento cansado, me duelen los pies, me duelen mucho m´hijo, pero, ¿qué puedo hacer? Sólo le pido a la virgencita que haga su voluntad y que me lleve cuando me toqué, mientras tanto le echo todas las ganas, me levanto con una sonrisa y trato de irme a dormír igual, aunque a veces no puedo, verdad de Dios m´hijo".

Le pregunté su nombre y me dijo que era José Luis, yo le dije que el mío era José, "somos tocayos" me dijo, y lo que me sorprendió no fue lo que dijo, sino la sonrisa que acompañó sus palabras.

Cuando llegamos al andén P, buscamos el camión que debía abordar, le pedí al chofer que le avisara al llegar al lugar donde José Luis debía bajar, estiré mi mano, mostrando una moneda de diez pesos, el chofer sólo negó con la cabeza.

Mientras regresabamos para irnos a casa, pensé en todo lo que platiqué con mi amigo José Luis y me di cuenta de que pasamos demasiado tiempo maldiciendo a nuestros sentidos, nos quejamos cuando hace frío, nos molestan los malos olores, gritamos cuando algún ruido lastima nuestros oídos, pero pocas veces disfrutamos de lo que tenemos. Procuro en medida de lo posible disfrutar lo que la vida me da, pero platicar con José Luis me abrió los ojos, cuando me dijo "voy a llegar a bañarme y a escuchar el box". Debemos disfrutar lo que tenemos, lo que la vida nos dio, no tiene sentido lamentarse por las cosas que no podemos solucionar.

Yo creí que José Luis iba apoyándose en mi brazo, pero la verdad es que el me iba deteniendo a mí, él me sirvió de apoyo y me abrió los ojos y el corazón, cuando al abordar el camión volteo y dirigiendo su rostro hacía mí me dijo, "muchas gracias José, espero que nos podamos ver otra vez pronto."

martes, 2 de octubre de 2012

Treinta años y una semana después.

Hace treinta años y una semana que este mundo me dio la bienvenida.
A sido un constante ir y venir, ganar y perder, las cosas no son
eternas y es un error aferrarse a ellas.
No es que me esconda, no es que no haya tenido nada que decir, tan
sólo es que ahora plasmo mis ideas y mi poesía en papel, no en 140
caracteres, o en pixeles.

Son los cambios los que nos van dando forma, es el viento y la lluvia
que insistente golpea la roca, la que la esculpe. Es el diario suceder
el que nos va forjando, sigo atento a las cosas que me suceden, a los
regalos que se me dan día a día.


Creo en los fantasmas, y el día que cumplí treinta, varios visitaron
mi sueño, quizá algún día yo vendré con ellos a visitarte a tí, a
contarte cosas que no entenderas.

En sueños vi dos fantasmas con sombrillas, la lluvia amenazaba con
llegar, pero jamás tocó la piel que mi psique recreó en sueños. La
luna quería besarlos, desesperada los seguía, mientras ellos
divertidos se escondían.

Al terminar el sueño alcancé a escuchar a la luna que suspiraba,
mientras decía, "ya será otro día..."


Pregúntale a mi sombra, ella fue testigo, tanto del sueño, como de lo
que me ha ocurrido estos treinta años, quizás ella recuerde mejor
aquella vez que en la primaria me fulminaron unos ojos negros. Fue un
amor de niño, un amor inocente, un amor en toda la extensión de la
palabra. Se llamaba Ana Laura, quizás siga entre nosotros, pero la
niña que yo conocí, fisicamente, ya no está, se encuentra su
prolongación, o su sombra, pero no ella, no la que me hizo suspirar
tantas tardes, la que me hizo pensar en ella y dejar los deberes para
después.

Fue ella, mi sombra, la que leía sobre mis hombros los cuentos y la
incipiente poesía que le dediqué, primero a ella, después a quién sí
pude decirle que la amaba.

Me acompañó sin quejarse mientras deambulaba, mientras me perdía
viendo como la luz del sol se filtraba entre las hojas de los árboles
que nos cubrían, yo pensando en tantas cosas, ella, no lo sé, quizás
es mi sombra la que vive mis sueños y es ella la que me susurra al
oído de forma calmada lo que vio, lo que hizo, lo que le apetece y es
mi imaginación la que se encarga de interpretar las palabras, darles
forma y recrear mundos increíbles. Nunca he sido severo con mi psique,
si bien es cierto que muchas cosas de las que sueño no tienen sentido,
pero no la culpo por no saber entender lo que mi sombra se esfuerza en
narrar.


Quizás cuando yo muera, mi sombra se irá al mar, caminará un rato,
sentirá como la luz del sol se va perdiendo y va cediendo ante la
oscuridad de la noche, y mientras ella también se desvanece, escribirá
en la arena, FIN, para alcanzarme dondequiera que este.

Treinta años y una semana después, sigo agradecido de la vida que
tengo, cuento entre mis amigos a todos los escritores que no conocí,
pero que me han acompañado y cuyas letras me han inspirado a imitarles
de forma torpe, pero sincera.

Día a día forjo lo que soy, día a día me va dando forma, y hoy,
treinta años y una semana después, sonrió de todo lo que me ha
sucedido.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Waiting.

    Pusieron una lona para evitar que la lluvia se interpusiera con la espera. 
    Esa espera que significa dejar ir y aceptar la muerte de alguien, la espera y el tiempo necesario para poder decir descanse en paz y dejar de decir, no, no puede ser. 

viernes, 20 de julio de 2012

En esencia todos somos uno.

En esencia todos somos uno.

No hace mucho confirmé algo que me venía dando vueltas en la cabeza, no quería creerlo, dada la fuente, una señora que de mala fe me hizo suponerlo, pero afortunadamente lo confirmé de alguien mucho más cercano. Mi historia, la que yo creía, no fue la que creí durante años.

De familia humilde, en un orgasmo fui concebido, nací para ser entregado a un mejor futuro, no me arrepiento, pero ahora me surgen dudas, demasiadas.

Quién fue mi madre, mi padre, mis hermanos, qué es de ellos.
Quizás me he cruzado con ellos en la calle y yo sin saberlo. Quizás esa señora a la que cedí mi asiento tuvo dolorosas horas de parto a cambio de que yo naciera sano. Quizás aquel señor al que le di un desayunó por compasión, era más que un extraño.

No me gusta la desigualdad, lo llevo tatuado en mi psique, jamás he creído en la superioridad. Me duele que alguien muera de hambre, es un absurdo.

Fui bendecido con una familia amorosa que me adoptó como propio, y yo hago lo mismo, los amo, jamás deben dudarlo, pero ultimamente deseo conocer esa parte que me falta, la parte que podría completar una parte del rompecabezas que es mi historia.

Quizás el tiempo ha pasado, quizás es demasiado tarde. No lo sé, pero no quiero dejar dudas en mi corazón, que son las que más atormentan.

Aun recuerdo cuando esa señora me dijo "me parece irresponsable adoptar un niño siendo tan grande, es una tontería nomás traer niños a lo tonto", y con música le perdono, ella no tiene bases para juzgar, ni yo bases para condenarla.

Con una sonrisa pienso que la vida son esos momentos que uno va sintiendo, esos que se vuelven recuerdos y que al estar arrugados nos harán sonreír.

A mi madre que me dio a luz, le doy las gracias por la vida, a mi madre que me dio vida y educación, le doy mi infinito cariño, una sonrisa siempre que digo su nombre, y las gracias por decirme lo que estaba mal, por mostrarme que todos somos iguales.

Aun le recuerdo disfrutando un helado despacio, como se debe disfrutar la vida. Y a mi madre biológica, el deseo de darle las gracias en vida, y si esto no es posible, ya nos veremos los tres, sentados en una mesa, disfrutando un helado, compartiendo impresiones de eso que es tan efímero, la vida.

Mi madre biológica quizás dirá "eres todo un caballero", y Gloria, mi amor, me dirá, "baja los codos de la mesa", siempre buscando obtener lo mejor de mi.

Gracias, donde quiera que estén.

martes, 19 de junio de 2012

Pequeño caracol.





Pequeños caracoles que asemejan a piedras dormidas, es la lluvia lo que los despierta. 

Sin prisa van de un lado a otro, dejando una estela que asemeja una arcoíris. 

Avanza despacio, sin prisa, qué le importa el tiempo a aquel que no le teme a la muerte. 



domingo, 27 de mayo de 2012

Una visita al seguro.

El azulejo del piso, el aroma a medicina y la apatía de las enfermeras del seguro me traen recuerdos no muy agradables.
Es como viajar en el tiempo y recordarme en la cama del cuarto viendo el único paisaje posible, el costado de un edificio y el sucio marco de la ventana. Mi mente divaga y me hace sentir la angustia que supone esperar a que un bisturí se abra paso por mi espalda y se solucione el problema que presenta un par de vertebras rotas.
Me hace sentí las tomografías, la constante espera y también me hace recordar las bromas del enfermero, sus chistes malos, tan malos que provocaban la hilaridad en quien ansiaba compañía.
No me gustan los hospitales, causan demasiados recuerdos. Es forzar a la memoria a recordar.
Recordar las visitas a mi madre, siempre sin saber que era lo que sucedía, sin saber si había que tener esperanza, fé o resignación.
El televisor mal sintonizado muestra fútbol, la gente sigue llegando, algunos muestran sufrimiento en el rostro, otros buscan simularlo.Aquí las sonrisas no abundan.

Espero la atiendan pronto, los recuerdos son demasiados y no vienen de muy buen humor.

sábado, 26 de mayo de 2012

Diario del sueño.

Originalmente iba a tomar fotos, a satisfacer ese gusto que tengo de deambular por la ciudad y captar instantes.
Era la explanada del patio principal de una universidad, o de un museo, habían jóvenes aquí y allá, muchos leyendo, otros sentados en las jardineras, esperando o simplemente dejando pasar el tiempo.
Mi intención era tomar fotos del lugar, del cielo y de lo que mereciera ser recordado, según yo. Entonces la vi. Unos veinticinco años, delgada, un metro sesenta, quizás un metro cincuenta y cinco, cabello color plata, con vivos en morado y rojo sangre, una playera negra, pantalón gris tipo mezclilla, tenis negros, pulseras en ambas manos y creo recordar un tatuaje que alcanzaba a notarse en el cuello, del lado derecho.
Los dos notamos la presencia del otro, pero fingimos no darnos importancia.
Entonces lo vi a él, pretendiendo tomarse una foto, programaba la cámara, duraba unos segundos buscando que mantuviera el equilibrio sobre una rama, después corría a la otra jardinera para sentarse y siempre darse cuenta de que no estaba corriendo lo suficientemente rápido. Me ofrecí a ayudarle, cosa que agradeció mucho. Tomadas algunas fotos y después de recibir ese gracias tan sentido, me puse a recorrer el lugar. Aún recuerdo que las nubes comenzaban a formarse y pensé que era mejor que me fuera, para evitar mojarme.
Cuando pasé junto a un grupo que estaba tomándose una foto, alguien gritó mi nombre, era aquél a quien ayudé en las jardineras, dijo que quería tener una foto de su viaje a México y me invitó a ser parte de la foto grupal. Acepté sin chistar, avancé al grupo y me incorporé a éste sin mucho cuidado, siempre pensando en qué momento le había dado mi nombre.
Después de tres impactos luminosos nos dió las gracias, y sólo entonces me di cuenta de que había estado de pie junto a ella.
Platicamos muchas cosas, tantas que no vale la pena recordarlas aquí.
O quizás sí?
En el cielo se escuchaba un estruendo distante, los dos volteamos y notamos como las estrellas avanzaban despacio.
En mis sueños abundan las escenas en blanco y negro, alguno que otro toque sepia, pero generalmente es en blanco y negro y algunas veces la mezcla monocromática con algo de color, pero muy poco, como si el color fuera un adorno, un simple accesorio del que no hay que abusar.
Las estrellas avanzaban despacio, escapando de la tormenta.
Cuando la lluvia comenzó tuvimos que correr, la perdí de vista, recuerdo que me dijo su nombre pero el estruendo de un trueno lo hizo inaudible.

Sin saber cómo, llegué a un elevador, todos se sacudían el agua. Llegamos al sótano. Todos apresurandose por salir causando que el embotellamiento no se lo permitiera a nadie. Curiosa analogía del egocentrismo.

Tal como sucede en los sueños, llegué al patio de una Universidad, no sé que hacía ahí, porque llegué o porque me quedé.
Entonces la vi a Ella, no a la mujer ya descrita, sino aquella que ronda mis sueños, mis pensamientos y mi ensimismamiento. Yo la ví y me acerqué a saludarla. Fue un saludo cordial, no más.
La ví nuevamente después de que salí de un salón, mi mochila al hombro, los audifonos puestos y bajo el brazo un gordo libro. El discman que llevaba se quedó sin pila, decidí cambiar a mi reproductor mp3, pero el libro me dificultaba los movimientos, así que decidí seguír avanzando y hacer el cambio en alguna banca o sentado en un lugar más apropiado. Entonces la ví, ella me vio justo cuando guardaba el libro en la mochila, los audifonos aún en mi cabeza, pero sin reproducir ningún sonido. Entonces escuché a aquella que caminaba decirle que estaba yo ahí y le preguntó si acáso no me iba a saludar, ella respondió, no para qué, si él me ve y me saluda pues ya ni modo, lo saludo, pero a mi no se me antoja hablarle.
Me quedé con la mirada fija en la mochila, pensando en lo que había escuchado.

Decidí dejar de mentirme y acepté el hecho de que sólo nos saludan los que se interesan en cómo nos va, en qué es lo que hacemos. Fue entonces que experimenté una urgencia por orinar. Me puse en pie y avancé hábilmente entre la multitud hacia los baños. Era un baño demasiado grande, de construcción circular, los mingitorios ocupando toda la pared y los sanitarios, pequeños cubiculos individuales, acomodados al centro. Eran unos baños sucios, demasiado sucios, oriné y al hacerlo noté el sarro en las paredes, y una mezcla de óxido, cochambre y orines. El amoniaco penetraba la nariz de manera ofensiva.
Cuando me lavaba las manos oí las risas del grupo masculino que estaba ahí, voltee y ví a un jóven mojado, volteaba del mingitorio, subiendo el cierre del pantalón, los hombros levantados en claro gesto de que apenas había recibido el líquido sobre él. No quíse quedarme a ver el desenlace.

Pasé a comprar algo de botana, evidentemente tenía hambre, compré dos bolsas de papas, y unos cacahuates. La señora que atendía la improvisada tienda me cobró doce pesos con setenta centavos, pagué con un billete de veinte, pero no tenía cambio. Mientras yo guardaba el botín en mi mochila le dije que ya después pasaría por el cambio.
Me dirigí a la torre que estaba a unos pasos, hacia las escaleras, entonces noté entre la multitud a un viejo profesor, lo saludé y él me saludó con gusto.
Pensé que me iba a ganar, le dije, seguramente tenía clase con él y mis compras podían retrasarme. Él me respondió con una sonrisa que por eso siempre es bueno estar con un ojo al gato y otro al garabato.
Recuerdo que platicamos largo y tendido antes de entrar al salón y camino a éste, pero apenas puedo recordar qué se dijo. Sólo recuerdo que antes de entrar al salón le señalé el cielo, una nueva tormenta se formaba. Le dije que las estrellas huían de la tormenta, pero él me corrigió:
"A veces creemos que las cosas huyen, pero la verdad es que las estrellas están indicandole el camino a las nubes, la tormenta no debe ser, por sí misma, un signo negativo, la lluvia que transportan esas nubes pueden estar destinadas a calmar la sed de la tierra en donde hay sequía, en poderosa comitiva las nubes avanzan como cuadrilla de rescate, las gotas besarán la tierra con esa pasión que causa la distancia.
Todo llega para aquél que sabe esperar.
Y si bien es cierto que la distancia y el tiempo provocan pasión y deseo, también son causales de olvido. Todo tiene diferentes perspectivas.
-con la mirada aún fija en el cielo, continuó-
Algunos deseamos que esa tormenta no llegue jamás, pero es muy probable que haya alguien hincado en el suelo, viendo las nubes, preguntándose cómo es que no llegan, porqué tardan tanto. Y se acerca al suelo y con ternura infinita, como aquella que sólo conocen las madres, le susurra a la tierra que espere, que ya viene la tan ansiada lluvia, que esa sed que le arde en las entrañas pronto será calmada..."

Bajó la mirada despacio, noté que me miraba atento. Yo en ese momento percibí la imagen de forma diferente, las estrellas abriendose paso en el azúl negruzco, persiguiendo a su hermana que se ocultaba en el horizonte, volteaban a ver a las nubes que cansadas de ser miles de gotas, deseaban deshacerse ahí mismo, pero ellas, las estrellas, siempre motivándolas a seguír, ya casi llegamos les decían.

Una gota fue vencida por su propio peso, se entrgó al vacio y a la caída, cerró los ojos y sintió la delicia que es desprenderse de sí misma. Una mano la esperaba, cuando abrió los ojos vio al campesino que la miraba con amor infinito, los dos sonrieron. Ella por el recibimiento, él por la alegría de ver a una vieja amiga. La noticia corrió rápido, los ojos le dijeron a la nariz, la nariz llevó el olor a lluvia a los pulmones, los pulmones, por estar tan cerca, le dijeron al corazón la noticia, el corazón envió en telegrama el mensaje a todo el cuerpo, la emoción corrió a constatar, subió por las piernas, recorrió la espalda y se asomó por la garganta, aprovechando que la boca estaba abierta, el campesino la sintió ahí atorada, eso que llamamos un nudo, entonces tragó saliva, causando que cierta emoción tuviera que buscar otra forma de presenciar el milagro, así que corrieron hacía los ojos.
La lágrima que escurrió por la mejilla del viejo campesino se dio cuenta cuando otra gota cayó del cielo a un lado de donde ella estaba, esa gota de lluvia llevaba un beso.
A partír de éste momento es difícil decír cuales son lágrimas y cuales son gotas de lluvia. Es un momento muy íntimo, así que despacio nos retiramos, pero vemos que el señor da las gracias a las estrellas, ellas no pueden ya verlo, pero sí oírlo, un viento le retira el sombrero, se lo lleva, juega con el y mientras tanto le acaricia la cabeza, pasa delicadamente por su cabello, tal y como se acaricia la cabeza de los niños pequeños.

No estoy en condiciones de saber qué sucedió después, desperté con un nudo en la garganta, o acáso me despertó un nudo en la garganta. Tampoco puedo asegurar que ésta gota en mi mejilla sea una lágrima, quizás sea una gota de lluvia que viajó en el tiempo, que se mezcló con la realidad para convertirse en testimonio vivo del agradecimiento.

Desperté el Mayo 26, ocho cuarenta de la mañana, quizás el sueño transcurrió en el pasado, o en el futuro, tampoco lo sé.

miércoles, 23 de mayo de 2012

De esas guerras de cosquillas...

Yo estaba seguro que no iba a poder, y es que lo que me inmovilizaba, aparte del miedo, era la falta de seguridad en mí mismo. Por no sé qué causas, teníamos que salir o entrar, no recuerdo bien, de casa de tu amigo por la barda, había que trepar y una vez ahí recorrerla hasta la puerta principal y descender nuevamente.

Te hincaste frente a mí y me dijiste que era una misión ninja, y claro que iba a poder hacerlo. Tu confianza en mí me dio fuerzas para hacerlo, eso y tu consejo de no mirar hacia abajo. Después de la aventura me dijiste que no le dijera a nadie, yo pensé que porque al ser una misión ninja, era ultra secreto, pero ahora sé que era el temor a la posible represalia de mi madre por hacerme trepar una barda.

Alguna otra ocasión me invitaste a comer al California que esta(ba) en la zona azúl y me dijiste, "aquí sólo vienen a comer los ricos". Siempre que veo un restaurant California sonrío con gusto y repito esas palabras, "aquí sólo comen los ricos", y me sentiría el hombre más rico del mundo si pudiera invitarte yo a comer y reír como ese día, dejando los problemas y la prisa a un lado. Rico es el que aprovecha el tiempo cuando lo tiene. El dinero va y viene, unos centavos no deberían de definir a las personas.

O aquella vez que ibamos en el vocho de mi hermana y el relleno de los asientos hizo contacto con la batería, causando fuego, yo te dije que olía a quemado y tú al verme sudando me dijiste que era yo. Cuando la flama creció y salímos corriendo confirmamos que en verdad algo se estaba quemando...
Siempre reíamos al recordarlo.

Las horas que pasabamos jugando Street Fighter.

Recuerdo muy bien una vez que iban a salir a una disco, Dorys, Cristina y tú, te estabas quedando en casa, al igual que la prima, y justo antes de irse te grité para que vieras unas luces, yo dije gritando que era un ovni. Corriste a ver a mi lado las luces, la insistencia de los compañeros de farra hicieron que te retiraras, pero me dijiste, "ponte bien trucha, y me avisas dónde se mete o a dónde se va..."
Siempre me trataste como un amigo, no como un niño, siempre hacías tiempo para jugar a las luchas, siempre anticipabas mis "ataques" y siempre tenías tiempo para mí, siempre con una sonrisa escuchabas lo que tenía que decir.

Uno se pregúnta porqué los buenos son los que se van primero. Y si no hubieras salido ese día, si no hubieras tenido que manejar, me lo pregunto constantemente y llego a la conclusión de que la realidad es una, y de que sí fuíste ese día y sí ocurrió lo que ocurrió y sí recibí esa llamada diciendo lo que te había pasado y de que las cosas pasan por algo, el problema viene cuando nuestro primitivo cerebro se aferra a las repuestas, dice el zen "Sí comprendes, las cosas son como son. Sí no comprendesl las cosas son como son."

Tú mejor que nadie sabes que cuando digo salúd, levanto mi bebida hacia tí y que cuando sonrío busco imitar tu sonrisa.

Las guerras de cosquillas, los enormes vasos de coca con harto hielo, las luchas, pelear como ninjas, recrear las películas que tanto te gustaban, yo siempre siendo el malo y llevandome unas "golpizas", siempre terminando en risa.

Algún día recordaremos todo ésto, allá donde el tiempo no transcurre y deja de ser una limitante...

lunes, 21 de mayo de 2012

David, como la estrella esa, me dijo.

A veces uno reniega de lo que tiene, sin saber que hay personas que desearían lo que nosotros nos damos el lujo de despreciar.
Cuando pienso en la primaria, me viene a la mente el uniforme de la escuela, el sueter verde que siempre olvidaba a la hora de la salida y que tenía que ir a buscar al día siguiente, recuerdo mis primeros suspiros a causa de una niña, Ana Laura su nombre, era un poco más alta que yo, así que para perderme en su mirada, tenía que mirar hacia arriba, o voltear hacia atrás cuando la cambiaron de lugar, ella renegó la decisión de la maestra Alicia, pero yo, por primera vez, quise besar la mano de aquella que siempre me exigía mi libreta para revisar mi tarea primero, el tormento diario. Ana Laura no me hablaba, creía que era muy payaso, eso me dijo, pero cuando logré arrancarle la primer sonrisa nació en mí un conflicto, habí descubierto la belleza con todo lo que ésta conlleva, conocí el tormento que supone enamorarse de quien te ve como el amigo que la hace reír, que es simpatico, muy agradable, pero nada más.
Algún tiempo salímos al recreo juntos, comíamos pizzerolas por ser su botana favorita, y ahora que lo pienso, eso las convirtió en las mías.
No hace falta ser un genio para darse cuenta del lugar que uno ocupa en el corazón de una mujer, pero muchas veces necesitamos escucharlo, que nos confirmen la inminente e inamovible condición de amistad.

Pasaron los días, dejamos de salir a recreo juntos, y comencé a juntarme con otros compañeros. Un día que me había lastimado el pie fui a comer a un rincón donde la sombra cubría unas pequeñas bancas de cemento, para sorpresa mía los lugares estaban ocupado, eso y mi poca pericia social hizo que deambulara hasta encontrar un lugar en la escalinata del auditorio.
De mi bolsa de lunch saqué un frutsi, rojo, un peperami y mis sángüiches, dos, envueltos en servilletas dentro de una bolsa de pan bimbo. Siempre me dio pena llevar mi comida en bolsas de la comer o los sángüiches en la bolsa del pan, y cuando se me acercó David no pude esconderlo, absurdo, pero en ese momento me dio vergüenza.
Parado frente a mí me preguntó qué era lo que hacía, gesto que pretendía iniciar la interacción, más que despejar una verdadera duda.

Lo invité a sentarse conmigo, platicamos un rato, yo siempre con la idea de comer en la mente y esperando que él hiciera lo mismo, también me daba pena comer frente a él, pero él sólo veía hacia el frente y platicaba cosas que habían sucedido en clase y cuestionandome quién me caía mejor.

Logré armarme de valor y le pregunté qué iba a comer, él dijo que nada, con la estupida vergüenza en la cara, saqué de la bolsa de pan bimbo un sángüich y se lo extendí, ten, le dije. No negó, se asombró, mientras lo veía, le grité, espera!, hay que recordar que era niño, corrí a la cooperativa y compré un frutsi rojo, como el que traía, regresé corriendo y se lo di, ahora sólo quedaba partir el peperami.

Comímos y hablamos animadamente, al momento de recoger el campamento tomé la bolsa del pan bimbo, la doblé cuidadosamente y la metí en la bolsa de la comercial mexicana, cuando descubrí que me miraba, me apresuré a explicar que era por una instrucción de mi mamá, porque no quería estar tirando plástico si no había necesidad, cosas de señoras, agregué. Aún repaso ese dialogo buscando la palabra o frase que activó en David el resorte que lo motivó a hablar de su madre, estaba en el hospital y no había quien le pudiera mandar comida para el recreo, y me confesó desear que su madre le enviara un sángüich, aunque fuera la mitad de delicioso.

Aunque sea la mitad de delicioso, dijo. Eso fue lo que activó mi cerebro y me sentí dichoso de poder tener comida para el recreo, el empaque dejó de ser tema central, dejé de sentir pena por cosas tan absurdas.

Días después David me contó emocionado que su mamá ya estaba bien, y con una sonrisa me dijo, "ahora tú vas a probar los sángüiches que hace mi mamá."

No sé cuales fueron las circunstancias que hicieron que ese día David se acercara a mí en el recreo, causando que comiera conmigo, en verdad no lo sé, pero estoy agradecido con él porque me enseño una de las grandes lecciones que he tenido en mi vida. Bueno, en verdad fueron dos, la segunda fue aprender que a pesar de que las circunstancias parezcan adversas y poco prometedoras, existe la posibilidad de que la vida ponga en nuestro camino a una persona que nos hará valorar la vida y sonriendo caminaremos abrazados, como se abrazan los amigos de primaria, con fuerza, en apoyo fraterno, riendo de lo que sucede alrededor.

No sé dónde estará hoy, qué habrá hecho de su vida, o si acaso sigue en la ciudad de México, lo que sé es que ese niño me enseñó tanto.

Gracias David.

jueves, 17 de mayo de 2012

La rutina de muchos.

México es de los paises más religiosos, y eso para mí, tiene mucho sentido.

Qué consuelo le queda a aquél que se levanta de madrugada para ir a trabajar nueve horas y ganar menos de un dolar diario, muchos trabajando en el comercio informal porque no hay empleos, dando una mordida para que no les haga nada el poli que no se da a respetar.
El consuelo es que aquellos que viajan en camionetas blindadas sin voltearlos a ver, se encuentren con el castigo del infierno, que ardan por la enternidad allá, aunque aquí se atiborren de comida mientras ellos sienten un vacio en el estomago.

Ya hay quienes se persignan antes de robar, deseando que la "virgencita" se de cuenta de que ellos lo hacen por necesidad.
Y así va girando el mundo, pocos, muy pocos no saben lo que es tener hambre o frio, aun menos pueden comprar lo que quieran cuando quieran, lo necesiten o no. Y mientras hay quienes mueren de hambre y sienten que el sueño los vence pero no quieren dormír, pues saben que quizás no despertaran, llenan una olla de piedras con agua y simulan hacer una sopa, los hijos no aguantan a que el caldo esté listo y se quedan dormidos, hoy dormirán con el estomago vacio, otra vez. Mañana, Dios dirá, se dicen.

Y esos que buscan hincharse de dinero, ahora  simulan necesitarnos, simulan hacernos caso, hay anuncios por todos lados, simulan vernos a los ojos, simulan enfocarse en tí y en mí, pero lo que hacen es mirar a un punto fijo, se toma la foto y si no convence, se repite y así se va realizando la ilusión de contacto. Con dialectica estudiada y tono suave nos duermen el oído, llegan a nuestro cerebro y lo merman con ideas de cambio, como la víbora que endulzó el oído de Eva y le hizo probar el fruto prohibido, degustar el néctar de la sabiduría, ese sabor que envuelve la lengua de forma deliciosa, pero después no se puede quitar, así el conocimiento atormenta, saber lo que sucede convierte la realidad en un doloroso tormento, ese fue nuestro castigo, no el andar desnudos. El castigo fue el saber, el conocimiento en una mente primitiva lo hace envidioso, prepotente y se crea la falsa ilusión de superioridad.

Creemos que usar cubiertos compensa la indiferencia.

Amaneció nublado, pero así se sienten muchos desde ya hace mucho tiempo, se preguntan cómo es que sus diez horas de trabajo diario no sirven para que su familia viva de forma decente. Les viene a la mente el balance de gastos y los ingresos y siempre salen mal parados, siempre con hambre esperando que sus hijos al menos alcancen un taco de frijoles, y el padre mientras puede lleva a su hijo a la escuela. Le acaricia el cabello mientras duerme, se entretienen sus dedos haciendo remolinos, y sus ojos viendolo dormír, le susurra, despacio, no quiere despertarlo, el mensaje es más bien para él, no para el hijo: "mientras haya algo de dinero y mientras yo tenga manos para trabajar, tú vas a ir a la escuela m'hijo...". El padre que se entrega de forma desinteresada, sufre y mucho, clara muestra es la lágrima que se seca de forma apresurada.

Ciudad de México en fecha cíclica, o hasta que despertemos nuestra consciencia.