viernes, 6 de enero de 2023

La eternidad por delante...

Tocaron la puerta con furia. Pensé que podía ser un amigo entrañable o un enemigo que tenía ganas de matarme, pero cuando llegué a la puerta no había nadie.

Me asomé por la ventana y todo lo que vi fue tedio y abandono.

Hay ocasiones en que tocan la puerta a horas razonables y puedo salir sin reparos, pero en ocasiones tocan la puerta entrada la madrugada, cuando ya ni los perros ladran o aullan, cuando todo lo que esté vivo decide dejar las cosas para mañana que aclare el día. Han habido ocasiones en que apenas tocan, quiero decir que los golpes son diametralmente opuestos, apenas se escuchan, pero sé que tocan la puerta y sé que en ese instante hay alguien, pero nunca alcanzo a llegar a la puerta, quiero decir que llego a la puerta cuando ya no hay nadie o nada.

La semana que moví mi sillón junto a la puerta no tocaron.

Es una broma cruel. Me encantaría que quienquiera que sea que toca la puerta tuviera la cortesía de quedarse un rato para que me digan qué desean de mí.

Para aquél que se lo pregunte, sí, he intentado ignorar cuando tocan, pero eso sólo hace que toquen cada vez más fuerte la puerta, cada vez con mayor intensidad, cada vez con más furia, como si quisieran derribar la puerta. 


En una ocasión me acerqué a abrir, pero justo a unos metros de la puerta decidí detenerme en seco, dejé de avanzar pero aquello no dejó de tocar la puerta. Quizás debería de decir que golpeaban la puerta, cada vez con más fuerza. Me pareció ver una sombra por debajo de la puerta, como si esta vez sí hubiera alguien, así que corrí a abrir para encontrar la indiferencia delante de mí. No hay nada vivo que corra tan rápido, mi puerta da a la calle y no hay dónde esconderse, las esquinas de la calle están a una distancia considerable, no hay árboles dónde esconderse, sólo tierra, olvido y tedio. El pueblo cada vez está más sólo, hace mucho tiempo que no he visto a nadie, nadie ha venido a visitarme, y en honor a la verdad, no he ido a visitar a nadie, no salgo, para qué.

Estuve tentado a dejar de escribir, pues tocaron la puerta, otra vez. Ya no me sorprende. Ahí está, tocaron otra vez.

Nada.

Otra vez, más fuerte.

Miro hacía la puerta, no veo nada.

Nada.

Ahí están los golpes. A veces suena como si alguien pateara mi puerta, a veces es un golpe con la mano abierta.


Es cómo si quisieran sacarme de aquí, pero aquí nací y aquí estaré por siempre, hasta el fin de los tiempos...



Sólo ahora se me ha ocurrido una idea, qué tal que no quieren entrar a mi casa, que tal que quieren salir...



No había sentido miedo ante una amenaza externa, pero la idea de que pueda haber algo aquí dentro, conmigo, es otra cosa y eso me perturba. No sé qué pensar, sí acaso sentirme amenazado o acompañado, pero de qué me serviría una compañía que no quiere estar aquí.



Intenté dejar la puerta abierta. Pero tenía que cerrarla en la noche para dormir y lo que menos pude hacer fue dormir, los golpes comenzaban en cuanto cerraba la puerta.


Estoy cansado, no tengo miedo, estoy harto.

Hace tiempo que he abandonado la idea de encontrar una respuesta en el plano racional, hace mucho que abandoné esa idea, porque no es posible lo que me está sucediendo. No hay manera. 

Ha pasado mucho tiempo y nada cambia, tocan, a veces voy, a veces lo ignoro, a veces miro hacia otro lado, pero siguen tocando y yo sigo sin saber qué diablos quieren. En las secas el polvo entra por mi ventana, en las aguas la lluvia besa la tierra y la milpita se refresca, pero siguen tocando la puerta, siguen golpeando mi puerta, estoy harto.

Hace tiempo que no pruebo bocado, creo que he estado semanas sin comer nada. No sé si tenga que ver con estrés relacionado con la puerta, aunque de verdad no me estresa, no sé que adjetivo usar, no es algo que ocurra frecuentemente, no he conocido a nadie que haya vivido cosa similar.

El otro día me sorprendió el amanecer sentado en mi sillón mientras observaba con detenimiento la puerta y me dí cuenta de algo que no había reparado, llevo semanas sin dormir, pero no estoy cansado.



.

.


...


Trato de...


No sé cómo expresar la idea que tuve hace un momento, pudo haber sido un momento o hace unos días ya no mido el tiempo por días, pero más que una idea me dí cuenta de que no he comido ni bebido nada en mucho tiempo...


Creo que aquello que toca la puerta no busca entrar, o salir, sino que es algo que espera a que me de cuenta de algo, o acaso me invitan a irme, lo que no sé es a dónde.


Ahora sí tengo miedo. Creo que tengo que irme, pero no sé a dónde, no tengo idea de qué va a pasar y eso me aterra, este lugar es mi casa, lo conozco muy bien y no sé si quiero irme.



Creo que todo esto es un trabajo de mi imaginación, ahora siento que hay algo dentro de la casa. 



O alguien.


Soy tan despistado que poner cualquier clase de trampa está descartado, no quiero someterme al ridículo de tener que pedir ayuda y tener que explicar que me sentía acosado en mi propia casa, así que puse una trampa en la que terminé cayendo...

Acabo de sentir un soplo en mi mejilla izquierda. No fue una corriente de viento, alguien sopló en mi cara.


Me estoy cansando, aún cuando dicho verbo no aplique, no es un cansancio físico, es un tedio que me devora, es un sentimiento de impotencia, desasosiego e incertidumbre.


Todo se ve gris, el pueblo ya no tiene el hermoso color verde que tanto me gusta, está apagado, como cenizo. No sé cómo explicarlo, sólo sé que no me gusta.


Creo que voy a irme. La próxima vez que toquen la puerta voy a salir de la casa...


No tuve el valor, tocaron con fuerza, golpearon la puerta, casi la derriban y yo sólo gritaba que se fuera, que me dejara en paz. No me escuchaba, así que corrí a la puerta, la abrí con fuerza y me escondí detrás de ella, llore, no lo voy a ocultar, lloré como nunca había llorado, lloré por las veces que me golpearon de niño con la misma reata que amarraban a los burros, lloré por aquella vez que maté una gallina sin querer, yo era sólo un niño aventando piedras, lloré por las veces que mi padre me insultaba y golpeaba con furia porque yo no sabía desgranar el maíz o porque no lo hacía bien, lloré cuando murió mi madre, no por ella, sino porque mi hermana y yo nos habíamos quedado solos con papá, lloré por las veces que tuve que abrazar con fuerza a mi hermana para que los golpes no la tocaran a ella, lloré porque el agua en mi espalda quemaba y aún cuando mi hermana me limpiaba con cuidado y cariño yo sentía que un millón de hormigas se comía mi carne, lloré cuando mi padre se quitó la vida, no porque sintiera lástima por él, sino porque era algo que quería hacer yo, lloré cuando mi hermana se fue del pueblo con un novio que yo nunca le conocí, lloré porque me abandonó así de fácil, lloré porque pensé que podía tener una vida feliz, lloré cuando se me murió manchitas, el perro que desde cachorro me amó y amé, único ser vivo que sintió algo por mí que no fuera desprecio, lloré por aquella vez que quise cortarme las venas pero me ganó el sueño, al día siguiente desperté donde me había quedado dormido y desde ese día no he llorado más.


Creo que no voy a esperar a que toquen, me voy a parar y me voy a ir, para qué quedarme aquí, sólo me ata sufrimiento a este lugar y no quiero eso, quiero crecer, trascender. Siempre tuve ganas de conocer el mar, me voy a ir caminando, no creo que esté tan lejos y si lo está, no importa, tengo la eternidad por delante....

jueves, 5 de enero de 2023

Olvido.



Se sentó despacio en el sillón que estaba junto a la ventana, la luz del sol le dio un gentil abrazo. En la pequeña mesa había tres porta retratos, uno con una pareja bien vestida, ella con vestido blanco y él con un traje negro, ambos con miradas atentas a la cámara, estoicos, podía verse miedo en la cara de ambos, o acaso era tedio, pero no aparentaban felicidad.
En la segunda foto se encontraba ella, la mujer de la primera foto, ahora más vieja y con dos pequeños niñas en el regazo, no tendrían más de ocho y diez años, esta foto sí era a color y se adivinaba que eran hermanas, además del leve parentezco en sus facciones, la ropa era idéntica en colores y patrones, la única variación se daba en los tamaños, pues una era mayor que la otra.
La última foto, aquella que sus manos se apresuraron a sujetar, era nuevamente ella, única constante, sonreía pero no se le veía feliz, era como ver el rostro de un muerto, peor aún, era ver el rostro de alguien que se sabe que ha muerto, pues se podía adivinar una mirada cómplice, como si preguntara a aquél que la mirara, qué se podía hacer, había que quedarse ahí toda la eternidad o el tiempo que durara esa foto. Quiso liberarla y romper la foto, quemarla y usar esas cenizas para plantar algún árbol, pero no se le ocurrió qué podría plantar o en dónde. 


Una muchacha, muy parecida a la señora de la foto, y también muy parecida a una de las niñas de la segunda foto, entró despacio al cuarto, como lo haría un padre que adivina que su pequeña hija a despertado de la siesta y con una sonrisa que comenzaba en los ojos, le preguntó, ¿estás viendo la foto de mamá?.
Él volvió a mirar con atención la foto que sostenía su mano izquierda y que por alguna extraña razón su dedo índice derecho acariciaba con cariño, pero no pudo adivinar qué significaban esas palabras, la mamá de quién y quién era esa muchacha, qué hacía en su casa y porque le hablaba con tanta confianza...


Ella adivinó lo que causaba su presencia y le dijo con voz amorosa, tranquilo papi, soy yo. 


Le sujetó la mano que hasta hace poco acariciaba el frío retrato  se la llevó al rostro de ella, y le dijo su nombre, nombre que nada significaba para él. Todo parecía ser muy importante para ella, así que no quiso interrumpirla y no le dijo nada, solamente la miró con atención y supuso que la mujer de la foto y esta señorita podrían ser la misma o acaso tenían algún parentesco.

Ella lloraba y le preguntaba si se acordaba de ella. Él no sabía que responder, todo esto lo tenía muy incomodo, no sabía cómo había llegado ahí y porqué había una muchacha hablándole de forma tan insistente.

Una enfermera asomó la cabeza y preguntó sí todo estaba bien. Hablaron casi al mismo tiempo, ella dijo sí, él dijo no. Las dos miraron con sorpresa y él complementó su respuesta: "no conozco a esta señorita..."

Ahora las lágrimas brotaban copiosamente mientras la enfermera se disculpaba y le pedía que se retirará, quizás mañana tuvieran más suerte. Él solamente le secó una lágrima antes de retirar la mano, la mirada hace rato que había regresado a la foto que su otra mano sujetaba con fuerza.

miércoles, 4 de enero de 2023

Eres sonrisa.

 

Sin saberlo, y muchas veces sin hacer algo de manera consciente para provocarlo, somos la sonrisa de alguien. Somos el recuerdo de ese comentario jocoso, la vez que hicimos algo estúpido en la escuela, aquella broma que le gastamos a alguien, estamos en la canción que alguien escucha a lo lejos, somos un momento efímero que provoca una explosión de químicos en el cerebro de alguien, provocando una sonrisa apenas perceptible para los demás, pero que se siente como un abrazo que puede colocar en su lugar las piezas sueltas, somos las ganas de sonreír de alguien, somos un recuerdo hermoso, somos aquella tarde que pasamos horas platicando sin saber que sería una de las últimas, somos aquella canción que cantamos tantas veces al amanecer y que le pedimos a alguien que jurara que se encargaría de tocarla en nuestro funeral, somos ojos que encierran dos pequeñas estrellas, somos el aire que refresca, somos la brisa que da la bienvenida a la playa, somos un hermoso recuerdo, somos eso en lo que alguien piensa cuando su mirada se concentra en una llama, en fuego, en la lluvia, somos aquello que se esconde detrás de la ventana en un día lluvioso, somos el olor a tierra húmeda, somos el último partido de fútbol que jugamos en la calle, somos rodillas raspadas por jugar en el suelo, somos un vaso de nieve de limón con coca, somos alberca inflable en un caluroso día de verano, somos curita que ayuda a sanar heridas, somos la voz que arrulla, la voz que enamora, la voz que transporta a otros tiempos, somos la voz que cuenta historias maravillosas, somos la voz que ayuda a recordar viejos momentos, somos un momento efímero y por tanto hermoso, somos la eternidad concentrada en un instante, somos brazas que arden enmedio de la noche, somos semilla que germina en la cabeza de alguien, somos una vieja carta carcomida por el tiempo, somos una foto que nadie recuerda cuándo se tomó, somos la suma de todos los que estuvieron antes que nosotros, somos peldaño para los que vienen, somos aquella cerveza fría en una calurosa tarde de verano, somos una taza de café en medio del frío invierno, somos la primera flor de la primavera, somos todo para alguien, por eso nunca te creas la mentira que a veces dice tu mente, 'soy nada'. 

Para mí, eres todo.

martes, 3 de enero de 2023

Acerca del tiempo perdido.


Quizás al morir, escucharemos una grabación con todas las veces que nos dijeron que no hiciéramos algo.

 

Y veremos el tiempo, y las experiencias que perdimos, cada vez que hicimos caso. 



lunes, 2 de enero de 2023

Presencias.

 
En la tarde fuimos al terreno a embolsar la mazorca, mi hija se llevó su oso, por las prisas del hambre nadie se dio cuenta que la niña había olvidado a su compañero de siestas, a su guardián nocturno, aquél que ahuyenta las pesadillas y los malos sueños, objeto transitorio para muchos, sagrado para ella.

Estaba la posibilidad de que fuera al día siguiente temprano, pero yo suponía que mi hija lo iba a querer a la hora de dormir, como siempre, y no pude imaginarla triste al saber que no estaba su oso porque a su padre le dio flojera ir a buscarlo. Así que fui, el aire frío de enero me laceraba el rostro, pero mi optimismo me llevaba arrastrando con una sonrisa.
 
El sol estaba muriendo detrás del cerro y ante la ausencia de los rayos del sol, el frío calaba más. Cuando lo vi, el oso estaba encima de la lona, esperándome. Me acerqué despacio y como lo hiciera mi hija, le pregunté al pequeño oso blanco, cubierto de tierra, porqué se había quedado ahí, que nos tenía preocupados.

Entonces escuché, a lo lejos, entre la milpa seca, un susurro y quise escuchar mi nombre, digo eso porque no pude distinguir que en verdad fuera una voz o que siquiera hubieran dicho mi nombre... Sólo fue un sonido a lo lejos, o quizás muy cerca.

Comenzaron a rodearme, un susurro aquí, otro detrás de mi, pensé que serian unos niños tratando de espantarme, pero mientras más quieto me quedaba, mas tenso era el silencio, que de repente era interrumpido por otros susurros. Me cansé y sin pensar demasiado en las consecuencias, arrojé la piedra que había tomado del suelo, cuando creí que podrían ser unos perros. La piedra golpeó con furia el aire y después regreso a la tierra.

El sonido se acercaba cada vez más, en ocasiones detrás de mí, o los lados, pero no recuerdo que haya escuchado nada al frente, lo que sí recuerdo es que sentí que mi corazón me quería abandonar, el cobarde, como si se quisiera salir de mi pecho....

El aire cada vez mas frío y todo cada vez más oscuro.

Recordé que mi misión era rescatar al oso y salir de ahí, así que eso hice. Caminé deprisa, pero a los pocos pasos y ante el sonido de pasos, decidí trotar. Los pasos me perseguían, y yo no podía dejarlos atrás, no podía perderlos o dejarlos atrás, siempre a la misma distancia, de forma imposible, y aun a pesar de mi terror, volteé un par de ocasiones para saber si huía de un perro o de algún animal que pudiera ahuyentar con una patada o una piedra, pero siempre que miraba había nada. 

Escuchaba que algo o alguien me seguía, y aún cuando el sonido se movía, quiero decir que en ocasiones lo escuchaba a mi derecha, entre la milpa seca, o en ocasiones a la izquierda entre los platanares y un par de ocasiones entre las ramas de los guamúchil. Decidí dejar de correr y me detuve en seco, volteé y miré fijamente entre la oscuridad, grité que dejaran de estarme chingando, nada por respuesta, el aire frío y seco seguía siendo mi único testigo, ni siquiera mi sombra puede corroborar lo que digo, creo que esa se quedó en la carretera. 

Nada respondió, yo solamente miraba la oscuridad, tratando de determinar qué diablos me estaba siguiendo, sí acaso había algo realmente siguiéndome o si acaso era mi mente jugándome alguna broma cruel. El aire agitó la milpa y las ramas de los árboles y yo quise engañarme pensando que ese sonido era lo que me había estado molestando, pero entonces lo escuché claramente, un susurro que dijo mi nombre, a mi izquierda y por mero reflejo arrojé otra piedra que para ese entonces ya estaba bañada en sudor, la arrojé con fuerza y para mi sorpresa escuché un golpe seco, como si hubiera golpeado piel, o cabello, no sé como explicarlo, pero sé que aunado al sonido de la piedra al golpear hubo un sonido que reconocí como el sonido de un lamento que alguien busca contener. No quise investigar más y ahora sí corrí, al principio, pero después recapacité pues una piedra suelta podría hacer que uno de mis tobillos se lastimara o incluso se rompiera y entonces sólo caminé con prisa y miedo, tanto miedo que ya no puedo decir si acaso los susurros continuaron o si el sonido de los pasos se detuvo. 
 
Con prisa amarré el mecate al pie de la carretera, esperando que eso le impidiera salir del terreno y que se quedara ahí, en la oscuridad y mientras amarraba el viejo mecate con un nudo, iluminado por el farol de la carretera, vi que mi sombra había regresado y ya no me abandonó en mi camino de regreso.

Cuando llegué a casa y conté mi historia, mi esposa me recomendó ir con don Refugio, para que me curara de espanto, me explicó que era el huesero del pueblo y que sabía mucho de esas cosas y que podría ayudarme. Ella estaba convencida de que alguien me quiso asustar y que lo mejor era actuar antes de irme a dormir, porque no era sensato irme a acostar así. Yo no quería salir pero la vi tan convencida que me dejé convencer. Mientras caminaba hacia allá pensé en lo sucedido y no pude encontrar explicación, no me fue posible entender nada. 

Cuando llegué a casa de Don Refugio la luz estaba encendida, me paré justo frente a su puerta y le grité tal como es costumbre y entonces escuché que una mujer hablaba preocupada. Mi gritó, que solo entonces me pareció inapropiado, les obligó a callar, quizás para confirmar qe alguien hablaba desde la calle, pero justo cuando iba a volver a gritar, alguien la calló. Cuando abrieron la puerta, la luz se apagó. 
 
Don Refugio me preguntó en un tono muy amable, como siempre, qué se me ofrecía. Le pedí que me atendiera, pues "me quisieron asustar".

Desde la oscuridad me preguntó si estaba bien, pero se disculpó por no poder recibirme sin escuchar mi respuesta, y después me dijo que se sentía muy mal. Le dije que no había problema y sin poder preguntarle si era apropiado regresar mañana, el se volteó para dejarme como llegué, solo en medio de la noche. 

Lo que ocurrió después me sirvió para entender que no debía regresar mañana, o ningún otro día, pues cuando cerró la puerta y la luz de la luna iluminó su rostro apenas lo suficiente, vi un hilito de sangre que recorría el costado izquierdo de su rostro.



domingo, 1 de enero de 2023

Father and son.

Nadie me enseñó a hablarle a mi hijo, mi padre casi no habló conmigo así que no tengo mucha experiencia y supongo que él tampoco platicó mucho con su padre. Somos neófitos, la diferencia es que yo no me quejo de que mi hijo no me hable, le hablo y le cuento cosas y a veces se ríe, a veces solo me ignora. Yo no le digo que lo quiero sólo cuando estoy borracho, se lo digo sobrio y trato de que sea cada día.
Me imagino a mi padre, incómodo, sin saber como hablar conmigo o qué tema usar para romper el hielo, haciendo preguntas que siempre recibían repuestas monosilábicas. 
 
Nunca me dijeron si era autista, estúpido, diferente o simplemente indiferente. Muchas veces tenían que traerme de regreso a la realidad con gritos, o los menos pacientes, a golpes. Me ensimismaba jugando con mis útiles escolares y aunque no me interesaba, podía escuchar a mis maestras y profesores y más de una vez me miraron con furia cuando, al hacerme una pregunta acerca del tema abordado, yo respondía con indiferencia y de forma correcta. Nunca me interesaron las tareas. Siempre tuve una excelente memoria, al día de hoy recuerdo cada una de las mentiras dichas a cada uno de los seres humanos con los que interactuado y sé qué datos, falsos, di como coartada y años después nadie me ha descubierto gracias a eso, una memoria que me hace pasar por alguien inteligente, pero creo que esa es mi mayor mentira, no soy un genio, soy una mota de polvo que resultó bueno escuchando mientras iba por el aire suspendido, indiferente a la realidad.
 
A veces miro a mi hijo atento a lo que hace, ajeno al mundo y no sé como reaccionar, porque no quiero traerlo de regreso a la realidad como me traían a mi, y aunque no quiero quitarlo de ese mundo de imaginación, a veces necesito que se cambie el short o que se prepare para la escuela, o que vaya al baño para preparar la hora de dormir... A veces le hablo con cariño y le hago preguntas y recibo silencio y siento lo que supongo sentiría mi padre, un frío que viene desde la indiferencia y a veces me frustro, pero recuerdo que yo escuchaba con atención todo, así que en lugar de ofenderle, le digo que lo quiero o que me encanta la forma que disfruta pasar el rato. Nadie nos enseña a ser padres, no hay un manual para saber qué hacer, pero el cariño que uno siente tampoco lo puede expresar en palabras ningún padre, y desde ahí busco los recursos adecuados y recuerdo que nada es tan urgente, que no pasa nada si se levanta tarde o si se duerme media hora después, nada pasa si le compro una mantecada para que la disfrute en calma, en silencio mientras yo escribo este texto y de vez en cuando lo miro y le hago preguntas u observaciones, como el perro que pasó hace rato y le gruñó a otro que venia en sentido opuesto y se me ocurrió decir que de seguro uno le debía un hueso al otro,  escuché una risa de un transeúnte, mi hijo sonrió, espero que por mi comentario. 

Ya hace frío, el aire sopla y juega con nuestro cabello, él está por terminar su mantecada y vamos a volver a caminar, de regreso a casa, si me lo pide lo cargo sobre mis hombros de caballito, recuerdo que a mi me encantaba y supongo que él también lo disfruta y si me lo pide así regresáremos, ya habrá una pastilla para calmar el dolor de espalda, lo que no tengo es tiempo que perder, quiero que mi hijo se sepa amado y que cuando yo esté en mi lecho de muerte él no se quede sentado a mi lado, en silencio, sin saber qué hacer, o qué decir. Espero que él me hable y aún cuando yo ya no pueda responderle, él sepa que lo escucho con atención y que no se sienta incomodo al expresarse frente a mí, que no me rehuya o que sienta desconfianza. Espero que recuerde con cariño estas tardes frías en las que el viento nos acariciaba el rostro y yo le decía con cariño lo mucho que lo quiero, mientras subo el cierre de su chaleco y que sienta la confianza que pretendo brindarle. 

Me llena de esperanza que ante mi pregunta, "¿te cargo?", él inmediatamente levanté los brazos y me diga sí, con ese tono de voz que tanto me gusta escuchar y que espero me hable en esas tardes en que no tenga nada que hacer más que matar el tiempo, esperando a que este haga lo mismo conmigo...