lunes, 2 de enero de 2023

Presencias.

 
En la tarde fuimos al terreno a embolsar la mazorca, mi hija se llevó su oso, por las prisas del hambre nadie se dio cuenta que la niña había olvidado a su compañero de siestas, a su guardián nocturno, aquél que ahuyenta las pesadillas y los malos sueños, objeto transitorio para muchos, sagrado para ella.

Estaba la posibilidad de que fuera al día siguiente temprano, pero yo suponía que mi hija lo iba a querer a la hora de dormir, como siempre, y no pude imaginarla triste al saber que no estaba su oso porque a su padre le dio flojera ir a buscarlo. Así que fui, el aire frío de enero me laceraba el rostro, pero mi optimismo me llevaba arrastrando con una sonrisa.
 
El sol estaba muriendo detrás del cerro y ante la ausencia de los rayos del sol, el frío calaba más. Cuando lo vi, el oso estaba encima de la lona, esperándome. Me acerqué despacio y como lo hiciera mi hija, le pregunté al pequeño oso blanco, cubierto de tierra, porqué se había quedado ahí, que nos tenía preocupados.

Entonces escuché, a lo lejos, entre la milpa seca, un susurro y quise escuchar mi nombre, digo eso porque no pude distinguir que en verdad fuera una voz o que siquiera hubieran dicho mi nombre... Sólo fue un sonido a lo lejos, o quizás muy cerca.

Comenzaron a rodearme, un susurro aquí, otro detrás de mi, pensé que serian unos niños tratando de espantarme, pero mientras más quieto me quedaba, mas tenso era el silencio, que de repente era interrumpido por otros susurros. Me cansé y sin pensar demasiado en las consecuencias, arrojé la piedra que había tomado del suelo, cuando creí que podrían ser unos perros. La piedra golpeó con furia el aire y después regreso a la tierra.

El sonido se acercaba cada vez más, en ocasiones detrás de mí, o los lados, pero no recuerdo que haya escuchado nada al frente, lo que sí recuerdo es que sentí que mi corazón me quería abandonar, el cobarde, como si se quisiera salir de mi pecho....

El aire cada vez mas frío y todo cada vez más oscuro.

Recordé que mi misión era rescatar al oso y salir de ahí, así que eso hice. Caminé deprisa, pero a los pocos pasos y ante el sonido de pasos, decidí trotar. Los pasos me perseguían, y yo no podía dejarlos atrás, no podía perderlos o dejarlos atrás, siempre a la misma distancia, de forma imposible, y aun a pesar de mi terror, volteé un par de ocasiones para saber si huía de un perro o de algún animal que pudiera ahuyentar con una patada o una piedra, pero siempre que miraba había nada. 

Escuchaba que algo o alguien me seguía, y aún cuando el sonido se movía, quiero decir que en ocasiones lo escuchaba a mi derecha, entre la milpa seca, o en ocasiones a la izquierda entre los platanares y un par de ocasiones entre las ramas de los guamúchil. Decidí dejar de correr y me detuve en seco, volteé y miré fijamente entre la oscuridad, grité que dejaran de estarme chingando, nada por respuesta, el aire frío y seco seguía siendo mi único testigo, ni siquiera mi sombra puede corroborar lo que digo, creo que esa se quedó en la carretera. 

Nada respondió, yo solamente miraba la oscuridad, tratando de determinar qué diablos me estaba siguiendo, sí acaso había algo realmente siguiéndome o si acaso era mi mente jugándome alguna broma cruel. El aire agitó la milpa y las ramas de los árboles y yo quise engañarme pensando que ese sonido era lo que me había estado molestando, pero entonces lo escuché claramente, un susurro que dijo mi nombre, a mi izquierda y por mero reflejo arrojé otra piedra que para ese entonces ya estaba bañada en sudor, la arrojé con fuerza y para mi sorpresa escuché un golpe seco, como si hubiera golpeado piel, o cabello, no sé como explicarlo, pero sé que aunado al sonido de la piedra al golpear hubo un sonido que reconocí como el sonido de un lamento que alguien busca contener. No quise investigar más y ahora sí corrí, al principio, pero después recapacité pues una piedra suelta podría hacer que uno de mis tobillos se lastimara o incluso se rompiera y entonces sólo caminé con prisa y miedo, tanto miedo que ya no puedo decir si acaso los susurros continuaron o si el sonido de los pasos se detuvo. 
 
Con prisa amarré el mecate al pie de la carretera, esperando que eso le impidiera salir del terreno y que se quedara ahí, en la oscuridad y mientras amarraba el viejo mecate con un nudo, iluminado por el farol de la carretera, vi que mi sombra había regresado y ya no me abandonó en mi camino de regreso.

Cuando llegué a casa y conté mi historia, mi esposa me recomendó ir con don Refugio, para que me curara de espanto, me explicó que era el huesero del pueblo y que sabía mucho de esas cosas y que podría ayudarme. Ella estaba convencida de que alguien me quiso asustar y que lo mejor era actuar antes de irme a dormir, porque no era sensato irme a acostar así. Yo no quería salir pero la vi tan convencida que me dejé convencer. Mientras caminaba hacia allá pensé en lo sucedido y no pude encontrar explicación, no me fue posible entender nada. 

Cuando llegué a casa de Don Refugio la luz estaba encendida, me paré justo frente a su puerta y le grité tal como es costumbre y entonces escuché que una mujer hablaba preocupada. Mi gritó, que solo entonces me pareció inapropiado, les obligó a callar, quizás para confirmar qe alguien hablaba desde la calle, pero justo cuando iba a volver a gritar, alguien la calló. Cuando abrieron la puerta, la luz se apagó. 
 
Don Refugio me preguntó en un tono muy amable, como siempre, qué se me ofrecía. Le pedí que me atendiera, pues "me quisieron asustar".

Desde la oscuridad me preguntó si estaba bien, pero se disculpó por no poder recibirme sin escuchar mi respuesta, y después me dijo que se sentía muy mal. Le dije que no había problema y sin poder preguntarle si era apropiado regresar mañana, el se volteó para dejarme como llegué, solo en medio de la noche. 

Lo que ocurrió después me sirvió para entender que no debía regresar mañana, o ningún otro día, pues cuando cerró la puerta y la luz de la luna iluminó su rostro apenas lo suficiente, vi un hilito de sangre que recorría el costado izquierdo de su rostro.



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