jueves, 5 de enero de 2023

Olvido.



Se sentó despacio en el sillón que estaba junto a la ventana, la luz del sol le dio un gentil abrazo. En la pequeña mesa había tres porta retratos, uno con una pareja bien vestida, ella con vestido blanco y él con un traje negro, ambos con miradas atentas a la cámara, estoicos, podía verse miedo en la cara de ambos, o acaso era tedio, pero no aparentaban felicidad.
En la segunda foto se encontraba ella, la mujer de la primera foto, ahora más vieja y con dos pequeños niñas en el regazo, no tendrían más de ocho y diez años, esta foto sí era a color y se adivinaba que eran hermanas, además del leve parentezco en sus facciones, la ropa era idéntica en colores y patrones, la única variación se daba en los tamaños, pues una era mayor que la otra.
La última foto, aquella que sus manos se apresuraron a sujetar, era nuevamente ella, única constante, sonreía pero no se le veía feliz, era como ver el rostro de un muerto, peor aún, era ver el rostro de alguien que se sabe que ha muerto, pues se podía adivinar una mirada cómplice, como si preguntara a aquél que la mirara, qué se podía hacer, había que quedarse ahí toda la eternidad o el tiempo que durara esa foto. Quiso liberarla y romper la foto, quemarla y usar esas cenizas para plantar algún árbol, pero no se le ocurrió qué podría plantar o en dónde. 


Una muchacha, muy parecida a la señora de la foto, y también muy parecida a una de las niñas de la segunda foto, entró despacio al cuarto, como lo haría un padre que adivina que su pequeña hija a despertado de la siesta y con una sonrisa que comenzaba en los ojos, le preguntó, ¿estás viendo la foto de mamá?.
Él volvió a mirar con atención la foto que sostenía su mano izquierda y que por alguna extraña razón su dedo índice derecho acariciaba con cariño, pero no pudo adivinar qué significaban esas palabras, la mamá de quién y quién era esa muchacha, qué hacía en su casa y porque le hablaba con tanta confianza...


Ella adivinó lo que causaba su presencia y le dijo con voz amorosa, tranquilo papi, soy yo. 


Le sujetó la mano que hasta hace poco acariciaba el frío retrato  se la llevó al rostro de ella, y le dijo su nombre, nombre que nada significaba para él. Todo parecía ser muy importante para ella, así que no quiso interrumpirla y no le dijo nada, solamente la miró con atención y supuso que la mujer de la foto y esta señorita podrían ser la misma o acaso tenían algún parentesco.

Ella lloraba y le preguntaba si se acordaba de ella. Él no sabía que responder, todo esto lo tenía muy incomodo, no sabía cómo había llegado ahí y porqué había una muchacha hablándole de forma tan insistente.

Una enfermera asomó la cabeza y preguntó sí todo estaba bien. Hablaron casi al mismo tiempo, ella dijo sí, él dijo no. Las dos miraron con sorpresa y él complementó su respuesta: "no conozco a esta señorita..."

Ahora las lágrimas brotaban copiosamente mientras la enfermera se disculpaba y le pedía que se retirará, quizás mañana tuvieran más suerte. Él solamente le secó una lágrima antes de retirar la mano, la mirada hace rato que había regresado a la foto que su otra mano sujetaba con fuerza.

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