domingo, 3 de agosto de 2014

Quisiera quedarme con tu sonrisa como recuerdo para cuando extrañe

El papel de celofán cayó a pocos centímetros del cesto de la basura, giró la perilla hasta que la pantalla luminosa mostró números formados por pequeños   que invariablemente le recordaban granos de arroz y sólo se detuvo hasta que alcanzó el 60, después pulsó la tecla de "EJECT", abrió la caja de plástico y de ella sacó un disco compacto, miró con satisfacción la superficie impoluta que le devolvía la imagen de su ojo derecho y después su sonrisa, lo colocó con delicadeza en la charola y pulsó "PLAY". Los primeros acordes de la guitarra sonaron poderosos, pero no lo suficiente, así que subió el volumen hasta el 75, sonrió con satisfacción y repitió la canción. Talló la punta de sus dedos con la punta de sus dedo pulgar, buscando eliminar cualquier rastro de suciedad, y sacó el pequeño "booklet" lo olió buscando conseguir ese olor a vainilla que tanto lo enamoraba de los libros, pero sólo pudo oler tinta y pegamento industrial y el efímero olor a nuevo, a producción en masa, no le importó, sus ojos acariciaban las imágenes y las letras de las canciones conforme los altavoces las iban reproduciendo, poniendo toda su atención a ese momento tanto que años después podría evocar el aroma a pizza fría que inundaba el cuarto, sus jeans sucios y por tanto, cómodos, su playera de metallica, de aquella época en que James gritaba y no pretendía cantar, de cuando eran buenos pues, incluso recuerda, aunque no es parte de la escena, como por esos días había sufrido en la escuela, siempre por las tareas pero sobre todo por conocer a esos ojos que aunque hermosos no se posaban en ella, esos ojos escudaban una inteligencia poco común, o quizás tan sólo poco vista por ella.
Las hormigas de la memoria se empeñaban en construir el templo de la pubertad, trabajando a contrarreloj buscando en segundos montar aquello que tardó años en tomar forma y otros tantos en tener sentido. Se preguntó dónde podría haber quedado ese disco, seguramente prestado a alguien ya fuera por ella o por su hermana que se tomaba muy en serio eso de compartir las cosas, o quizás estaría acumulando polvo en ese viejo estuche de discos compactos, aquel que algún día estuvo no sólo completo sino que cada semana era revisado minuciosamente para siempre tener a la mano la música que en verdad deseaba escuchar, música que incluso hoy se alojaba en la parte posterior de la psique, ahí donde se amontonan recuerdos en cajas enmohecidas esas que por accidente encontramos cuando buscamos algo más, subimos al ático de la memoria buscando un nombre, un rostro y nos encontramos con viejos momentos, con viejos eventos, aquella canción que llegamos a escuchar cuando nos sentíamos tristes o aquella vez que peleamos con mamá diciendo cosas que hoy quisiéramos borrar, o aquellas cosas que por el contrario no dijimos y por tanto pesan quizás más, por que nos arrepentimos y peor aún, fantaseamos con las miles de probabilidades que hubieran ocurrido en caso de que lo hubiéramos hecho, aquella vez que la muerte rondó nuestras vidas de forma disimulada tan sólo para prepararnos para aquella vez que nos golpearía con un certero gancho al hígado, la muerte de un hámster, la muerte de la tía de un amigo y después, la de un familiar; Recuerdos que pacientes nos esperan y que como viejos amigos poco frecuentados que se alegran de vernos aún cuando nuestro rostro ya poco se asemeja a aquél que ellos conocieron, y el nombre que ellos repitieron en tantas ocasiones no suene igual, incluso se sienta fuera de lugar, nos saludan y platican con nosotros y al final de ese breve encuentro, nos mentimos de forma consciente y sonreímos al decir "hay que vernos más seguido, para ponernos al día", pero ese pequeño encuentro es suficiente, deseamos recordar el pasado, no aferrarnos a él y mucho menos regresar, evitamos a esos amigos y conocidos pues nos recuerdan aquellos que fuimos, aquellos que en ese momento deseábamos dejar de ser.

Y mientras mira su café de franquicia y la gente que la rodea, falsos intelectuales, activistas de facebook, contestatarios de tuiter, izquierdistas pretensiosos que usan tenis converse, iluminados zen que repiten koans como slogans que le recuerdan a pericos educados que en lugar de repetir groserías fueron entrenados para repetir "la vida es una ilusión", pero sin entender lo que dicen, y mira a aquellos que escriben ensimismados, preocupados por desprenderse de algo a través de sus letras y no con verdadera intención de compartir algo, de regalar algo al lector, ente abstracto que no existe, que no es capaz de imaginar pero para el que escribe con aparente interés, y conforme sus ojos regresan a su café y pone atención a lo que hace, nota el líquido que humeante la espera, e imagina el vaho del café como aquellas palabras que decimos y al momento se escapan y ya no son nuestras, pertenecen a alguien o algo más, pero ya no a nosotros, y nuevamente su vida se proyecta gracias a los engranes de la imaginación, esta vez a un cuarto a media luz, huele a frituras, luces de colores comienzan a adueñarse del aire, risas nerviosas le acarician el oído, un bombo de batería le golpea el corazón que acompañado de un teclado da forma a una vieja canción que hace mucho no escuchaba, y conforme la música tiene más forma la luces iluminan los rostros de sus compañeros de sexto de primaria, fiesta de despedida y la canción que suena es "La Pachanga" de Vilma Palma E Vampiros, todos bailan o al menos eso pretenden, y sólo hoy que recuerda esa tarde es capaz de darse cuenta de todas aquellas cosas que no se dijeron, cuantas veces no quiso decirle a Mariana que era una escuincla superficial y materialista, así verbatim, lo había ensayado tantas veces mientras se bañaba o camino al escuela, incluso frente al espejo para poder enfatizar de manera correcta la palabra "materialista", hoy se reía, hace años era prioridad.
La realidad la sorprendió mientras bebía café, y aprovechó para sacar su IPhone, para después sorprenderse a sí misma y ver la niña que fue ella, o a su reflejo gritándole a la cara "materialista", así, con el énfasis tantas veces practicado y se ruborizó al darse cuenta de que se había convertido en aquello que tantas veces criticó, y aunque sintió pena, sus dedos siguieron con el plan trazado segundos antes y maquinalmente desbloquearon el teléfono, lo conectaron al wifi del lugar y buscaron una canción para estimular los músculos de la memoria, "cilma palma e vampiros fondo" presionaron la tecla de enter en el teclado virtual de la pantalla y sólo entonces se dieron cuenta del error, para el que ya había una sugerencia para corregirlo, sacó del fondo de su bolso unos audífonos y escuchó Fondo Profundo de Vilma Palma, canción que conoció años después, pero de la que se enamoró.


Brindo por tus ojos que se van yendo de mi mirada, dice la canción y ella lo susurra a esa niña que no es y que sin embargo es ella. Recuerda con claridad que ese grito de escuincla superficial y materialista estaba preparado para ser dicho justo cuando le dijeran, después de haberle presumido algún juguete caro, "ah, perdón, se me olvida que eres pobre y no tienes para comprar cosas lindas...." Era entonces cuando ella le respondería con el tan repetido y memorizado counter, segura de que la noquearía sin posibilidades de levantarse, de rodillas contra la lona como se decía en el argot boxístico y las miradas de las compañeras ejerciendo un invisible peso sobre ella manteniéndola en ese lugar, imposibilitando su recuperación y permitiéndole ser libre. Pero nunca pudo confirmar sus suposiciones y recrear ese escenario tantas veces montado por la imaginación. Y se dio cuenta de que ahora que podía, se compraba cosas que muchas veces no necesitaba, tan sólo para poder decirle a la niña que fue, " no te preocupes, ahora sí podemos comprarnos cosas lindas".

Y sí pudiéramos someternos al escrutinio de aquél que fuimos, que pensaría de nosotros, qué opinión le mereceríamos, estaría orgulloso, avergonzado o quizás nos negaría diciendo, "no es posible, no puedo haberme convertido en eso..." y quizás tendríamos que retirar esa lágrima que recorre su mejilla, para que con un certero golpe nos retiremos la mano diciendo con odio infinito "no me toques". A ritmo de castañuelas ella se hizo esta pregunta, y le dio miedo la respuesta, pues había sacrificado muchos sueños de infancia, se había imaginado como una gran artista, pintora o escultora, quizás poetiza o tan sólo escritora, incluso había comenzado un diario y de forma religiosa escribía en él diariamente apartándose de lo mundano para acercarse a lo mágico, pero en la prepa se vio obligada a dejarlo, bueno en honor a la verdad decidió dejarlo ante las criticas, le dijeron que era infantil, así que lo dejó. Escuchó música que ni siquiera le gustaba para poder encajar, y escuchó a la niña que fue preguntando, encajar en qué, le dio vergüenza no poder contestar.
El ingenio y la imaginación tienen potencial infinito, siempre y cuando les permitamos convivir, y ella les dio permiso esa tarde y lo que sucedió fue un ingenioso ejercicio de autoconocimiento, se vio a sí misma de niña frente a ella, su más severa juez a punto de interrogarla, pero a ella no podía mentirle, por mucho que lo buscara o deseara, no podía mentirse a ella misma. Tantas fueron las preguntas que se hizo, tantas fueron las respuestas que encontró, se dio cuenta de muchas cosas que hasta ese día parecían lógicas pero que había pasado por alto, se dio cuenta de aquello que había sacrificado por conseguir aquello que le convencieron que necesitaba, dejó lo que tenía para obtener cosas que no quería, hizo a un lado su sensibilidad pues le dijeron que no era útil en el mundo de los negocios y se olvidó de mirar alrededor todos los días buscando un regalo, ahora lo que le interesaba tenía un símbolo de pesos y una cantidad. Poco a poco se dio cuenta de quién era y no le gustó.
Y mientras tanto en los audífonos se escuchaba:


"Y no me tengas miedo, nada más deja que te lleve
y no me tengas miedo, nada más brindo a nuestro nombre
y no sientas culpa, pégame hasta lo más profundo,
ya no puedo estar escapando de la verdad por la vida entera"

 

A partir de ese encuentro decidió retomar las cosas que amaba, decidió escribir y dibujar por lo menos una vez a la semana para comenzar, sabiendo que los cambios mucho dependen de la constancia y no de la simple repetición. Y ocasionalmente se le podía escuchar cantar aquella parte que dice:
"Es por la fuerza de mi amor que siento así, me desespero
Y aunque reviente de dolor quizás jamás viví cosa tan buena"
Sería absurdo pensar que renunció a su trabajo para dedicarse a soñar, sabía que el mundo no gira gracias al amor, sino a los engranes del capitalismo, pero se dio cuenta de que su corazón bombea sangre a todo su cuerpo, a los músculos de la cara para sonreír, a los parpados para poder cerrarlos a voluntad y soñar de forma consciente, y también a sus manos para que puedan trabajar, trabajar para el mundo y para ella, para forjar sus sueños.
Antes de despedirse en su encuentro imposible ambas llegaron a un acuerdo, buscar el punto medio, sin renunciar a nada y entre risas se abrazaron y se secaron las lágrimas que habían corrido, las primeras de tristeza, las segundas de felicidad.

Perdió la cuenta de cuantas veces se había repetido la canción que servía de fondo para escribir y recordar aquella vez que llegó a casa después de haber comprado un disco compacto, arrojó el celofán protector al cesto de la basura, puso play y comió pizza del día anterior, se talló los dedos para retirar la grasa y con cuidado infinito abrió el booklet para acariciar con su mirada aquella frase que años después serviría de gatillo para activar el mecanismo de la memoria en que las imágenes le venían con la velocidad del disparo de un revolver, dejando en el ambiente el aroma a pólvora quemada que se condensó en sus dedos para mancharlos como si fuera tinta y hoy años después repite ese acto reflejo adquirido en la infancia que era frotar la punta de sus dedos con la punta de su dedo pulgar, buscando eliminar cualquier rastro de suciedad mientras busca ordenar las letras en palabras y esas palabras en ideas que son tan sólo impulsos eléctricos dentro de su cerebro y son esos mismos impulsos los que le permiten viajar en el tiempo y ver en el booklet la letra de la canción que tan sólo son puntos reunidos en manchas de tinta que su cerebro interpreta y que ha memorizado y es capaz de repetir de memoria gracias a que alguien que amó le dedicó la canción en su adiós y hoy ella podría dedicársela a ella que fue:

"Es por la fuerza de mi amor que siento así, me desespero
Y aunque reviente de dolor jamás viví cosa tan buena.
Es éste vaso que tomé quizás de más y me envenena
Siento la pena de tu adiós no me hará mal, no temas nena"

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