viernes, 6 de mayo de 2011

Tormento

creo que más de una vez he intentado hacer cuento de terror, este sería el primer posteo bajo esa intención.


No me sorprendió el hecho, sino la facilidad con que una mujer de menos de un metro sesenta había sido capaz de matarme.

Cuando caí en cuenta de lo sucedido no pude más que mirar como mi sangre me cubría todas las manos, el golpe debió de haber sido en la cabeza, ya que no veía un fluir de sangre, pero cómo podría, estando ya muerto.

Vi como se reincorporo, la muy desdichada, una furia inundó mi ser, y es que a pesar de que la amaba al verla con otro hombre solo me acerque para encararla y decirle que lo nuestro estaba terminado. Una cosa llevo a la otra y en menos tiempo de lo que uno pensaría, ya nos estábamos gritando, ella me empujo o fui yo no lo sé. Lo que sé es que hubo un golpe fatal.

Al momento en que se reincorporo pude notar cómo me miraba, era increíble, pero ella me veía, o eso pensé, por que siguió su camino como si nada, su indiferencia me heló cuando paso a través de mí. ¡Increíblemente después de matarme abandonaba la escena como si nada! Fue en ese momento que la ira inundó mi alma, algo me decía que tenía que dejarla ir, pero no podía, no así de fácil. Decidí seguirla, atormentarla, que sufriera mi muerte.

Me pose frente a ella y le grite mirando sus ojos negros, impenetrables, Criminal! Siguió caminando como si nada, como si yo no estuviera ahí, me pareció ver un simulacro de sonrisa, como teñida de compasión, cosa que me enfureció. Decidí hacer lo que pensé que hacían los muertos para atormentar a los vivos, patee un bote de basura, que increíblemente salió despedido varios metros, no me sorprendió, había leído acerca de las materializaciones de los muertos…

Ante su increíble indiferencia no pude sino desear haberla matado yo, sólo me quedaba atormentarla, seguirla, que recordara su crimen, que mi muerte pesara sobre su alma. Arrojé todo lo que se cruzaba en mi camino, gritaba con toda mi fuerza, criminal, criminal, una y otra vez, estoy seguro de que me oía, porque personas cerraban sus ventanas ante mi “presencia”, los perros aullaban, gente que cruzaba en la calle corría, pero ella permanecía estoica. Algo me decía que debía irme de ahí, descansar, que si me ligaba a ella no conseguiría más que condenarme.

No sé cuanto caminó, no sé cuánto la seguí, lo que sé es que lo hizo sin inmutarse de mí. Desgraciada, no sólo me había quitado mi vida y mi amor, sino que a ella no le importaba. Y yo aferrado, me pesaba tanto que no podía dejarla ir.

Había perdido la noción del tiempo, pero no del espacio, reconocí la caseta de policía que se encontraba cerca de su casa, entonces comprendí, había decidido entregarse.

Camino hasta colocarse frente a dos policías que me daban la espalda, no pude evitar recordar el amor que sentí por ella, el cariño que me hizo entregarle mi vida entera, no pude evitar gritar su nombre, quería evitar que se entregara. Ambos voltearon, me miraron con cara de horror, escuché que uno de ellos dijo, pero qué carajos le pasa a este loco, yo no podía dejar de mirar a mi amada y gritar su nombre, el otro, el de la derecha miró detrás de él donde estaba mi amada, me miro y dijo, pero este parece que ve a un fantasma!

No podía creerlo.

-Mira su cabeza, parece que intentó matarse con ese martillo que aún lleva en la mano…

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