domingo, 24 de noviembre de 2013

De objetos inanimados.

El sol las mira desde lo alto con cierta indiferencia, quizás sin quererlo ha robado el color de esas hojas de plástico que, cual escolta, hacen guardia junto a una cruz de metal, sólo algunos indicios de pintura blanca, el resto ha sido devorada por el óxido.
Una mano con cariño y cuidado escribió un nombre y una dedicatoria en esa cruz, pero el tiempo y el olvido se han encargado de borrarlo.

Una ráfaga acaricia el plástico y le da movimiento a aquello que no lo tiene. Quien lo viera a la distancia pensaría que las hojas de esas ficticias flores se despiden de aquél que ya no está más que en recuerdos.

Indiferentes pasan los transeúntes y los vehículos, nadie se detiene a pensar en aquél que ya no está.

Ya no se distingue el nombre, el óxido lo ha devorado, o quizás lo abraza con amor dándole consuelo y decidido a acompañarle hasta el fin de los tiempos.

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