jueves, 23 de enero de 2014

Olor a plastilina

Sus pequeñas manos buscaban moldear sus sueños en ese bloque de plastilina, la imaginación trabajando como una máquina bien aceitada, ideas qué se empujan unas a otras, buscando ser la primera en verse representada. Un carro que a gran velocidad recorre las calles, es negro, convertible, poderoso. Lo hace recorrer la mesa, que no es mesa, es una carretera. Con las uñas hace unas marcas que indican los faros, un poco más de plastilina y ahora tiene un tanque, que majestuoso recorre el desierto, su andar es lento, impotente. Su boca imita los engranes del motor, el crujir de las piedras que son aplastadas a su paso, se acerca para verlo mejor y admira lo que ha creado. Y sin dejar de imitar el sonido de una máquina construye dos proyectiles, pero al tenerlos junto al tanque decide abandonar el suelo y volar. Un poco de presión a lo largo, unir los dos proyectiles que ahora son alas y con un rápido detallado ahora tiene un avión, que cruza una pequeña cocina, que para él no es cocina, es el mismo cielo.

La plastilina, ahora tibia, despide un aroma particular y sus manos también, ambos se han convertido en uno, la plastilina es extensión de sus manos y sus manos son extensión de su imaginación, son el medio que tiene ésta para hacerse presente en la realidad.
Dispuesto a crear algo nuevo forma una esfera, la masajea contra la mesa, en pequeños círculos perfectos, y mientras hace esto su cerebro planea que vendrá después. Tan entretenido está que no se da cuenta de la mano que lo sujeta, lo jalan con fuerza, miran sus uñas y le gritan aún con más fuerza y sin entender qué sucede lo ponen en pie, golpean su mano y le reclaman por ensuciar la mesa, lo jalan y le exigen que camine con prisa de adulto, tropieza y la plastilina cae al suelo, el niño llora, ahora sí llora con fuerza, no ha sido el golpe, ha perdido un trozo de su imaginación.

Hoy que salimos a caminar mi perra se detuvo a oler un pedazo de plastilina, era como un arco iris atrapada, predominaba el negro, pero había amarillo, rojo, verde y un poco de azul, incluso blanco. Ella olfateo con fuerza, como si con cada olfateo percibiera un poco de la historia de aquel que jugó con ella antes de tirarla. Se movió un poco a su derecha, olfateo un poco más y me miró, le pregunté a qué olía, ella quiso explicarme algo y volvió a oler un poco más.

En cuclillas la miré a los ojos y le acaricié la cabeza, jamás sabré que historia olió en la plastilina, jamás sabré que percibió, quizás olió sueños de aquel que dejó sus huellas en la plastilina, huellas de sus dedos, pero sobre todo la huella de una imaginación infinita.

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