jueves, 23 de enero de 2014

Una cita con viejos recuerdos.

Construyó un altar hermoso para su amada, lo adornó con flores jamás vistas que generosas perfumaban el ambiente.
Jamás compartió su altar, era sólo para aquella que amó como a nadie. Y es que no era un amor vulgar, no era nada carnal, era superior a eso. Era el altar que sólo se le hace a una madre.
Y quizás por egoísmo construyó el altar dentro de su corazón, fortaleza inexpugnable, donde sólo entraban invitados muy especiales, ahí donde se formaban los suspiros que invocan a los que ya no están, ahí donde el torrente de las lágrimas se forma y desde donde se jalan los hilos que dan forma a las sonrisas y donde alguna vez vivieron mariposas, pero decidió liberarlas.
Se sentó a escribir como cada año, esperó a que llegaran los recuerdos y preparó su altar.  Colocó un tazón con frijolitos de grenetina pues eran sus favoritos y recordó cómo a él le gustaba tomar sólo frijoles rojos y ella le gritaba que no los escogiera, pues no siempre es posible y hay que soportar lo que te toque. Junto al tazón colocó un dulce de merengue y unas glorias, dulce típico que compartía su nombre, el de ella. Un atole y un tamal de dulce, ambos aún humeando, fueron colocados junto a una foto de ella, y así sin más, notó cómo los recuerdos llegaron de imprevisto, y aunque los esperaba, fingió sorpresa. Los recuerdos lo miraban impasibles aún portando sus pesados abrigos, cómo si tan sólo hubieran venido por respeto a la ocasión, pero sin planes de quedarse más de lo necesario.
Desde el fondo uno de ellos colocó en el altar un abrazo, así sin más, un abrazo y él fue capaz de sentir una vez más un abrazo de su madre, un abrazo como tantos otros que le dio cuando todavía vivía. Él sonrió mientras una lágrima se mecía en sus pestañas, para después dejarse caer y resbalar por su mejilla. Un recuerdo sonrió y le entregó todos esos regalos que ella le dio cuando niño, y un par de fiestas de cumpleaños.

Él se sentó junto al altar y contempló la fotografía, su dedo paseo por el marco y mientras tarareaba una canción los recuerdos guardaron su distancia, dejándole disfrutar ese momento. Un recuerdo que había llegado tarde preguntó a los presentes que hacían ahí, todos respondieron que hay citas a las que no se puede faltar, y aunque a veces se les invocaba por azar, hoy era un día especial, pues mañana sería, en caso de vivir, cumpleaños de su madre, de ella, la de la foto.
Pensé que era mañana, dijo el recién llegado, a lo que uno respondió, al corazón poco le importan unas horas.

Y así todos los recuerdos lo vieron sentado junto a su foto, y vieron como una lágrima nacía en el momento justo en que él cantaba despacio, como en un murmullo, estas son las mañanitas que cantaba el rey david...

Nadie cantó, simplemente lo vieron a distancia, tal como los padres miran a sus hijos dormir, en silencio y con respeto murmuraron "feliz cumpleaños Gloria..."

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