jueves, 18 de septiembre de 2014

Ojos para ver lo que no ha sido y lo que ya no es

Pasados algunos años nuestros dedos temblarán mientras sostienen una foto de aquel que fuimos y nuestros cansados ojos tratarán de ver más allá de las cataratas, único vestigio de tantas lágrimas derramadas. Y en un segundo nuestra memoria echará a andar, el óxido de la rutina hará chillar los engranes y las imágenes vendrán poco a poco y veremos imágenes al azar, las veremos danzar frente a nosotros, despacio.
Y ahí estamos, en el primer día de clases, lágrimas que reflejan el brillo del sol en nuestras mejillas, y una mano las retira con amor infinito, y una voz que pretende no quebrarse, nos dice que todo va a estar bien, y recuerdas a una maestra que toma tu mano y que sonríe, pero no recuerdas su rostro y a pesar de que seguramente había mucho ruido, no escuchas nada, tan solo te ves caminando junto a ella, ambos entran al escuela y puedes ver como ese niño pequeño mira hacia atrás mientras camina con pasos torpes, una mano sostiene a la maestra y la otra lleva una lonchera de plástico rojo, y al mirar atrás puede verla a ella que se seca una lágrima mientras sonríe y le dice adiós, y el suave viento se lleva su grito, "no pasa nada, vas a estar bien", y ahora te preguntas si acaso se lo decía a ella y no a tí.

De la escuela recuerdas poco, la forma en que rehuías las peleas, los empujones que recibiste y los empujones que diste, las burlas poco originales que cada año se repiten en las escuelas, siempre pretendiendo ser novedad, algún maestro, alguna maestra y contrario a lo que pensaste entonces, recuerdas más a los maestros estrictos y no a los llamados barcos y puedes evocar a la maestra Alicia repitiendo uno de sus ya conocidos regaños, pero lo que más recuerdas es la angustia que sentías en esos días, por no hacer la tarea, por haber fallado en el examen o alguna otra nimiedad, y tu cuerpo puede sentir esa presión en el pecho, tu estomago siente un vacío y la mano que sostiene la foto suda y se ve obligada a pedir ayuda de la izquierda y a pesar de estar tan lejos, lo sientes tan presente y te sorprende que eso te haya quitado el sueño, y mientras frotas tu mano en tu muslo para secar el sudor, recuerdas que ese movimiento te ha acompañado toda tu vida, siempre que dudas o que sufres por los nervios y recuerdas cómo ese niño que fuiste tartamudeaba ante ella, ser pequeño, una niña apenas, pero que llenaba tu mente y tus sueños y en las tardes imaginabas la forma en que sostendrías su mano y mirarías sus ojos, pero era demasiado, la adrenalina golpeando tu pecho o quizás era la música que bombardeaba tus oídos, tardes en que el amor era inocente, tardes en que deseabas tener valor.

Te sorprendes al sentir los músculos de la cara en clara formación de sonrisa y aunque no puedes verte en un espejo, podrías jurar que la sonrisa se forma en tus ojos, pues casi los cierras, conforme han pasado los años sonríes con ellos, a falta de dientes, llegará un día en que los ojos se cerrarán por completo y tu boca mostrará unas encías coronadas aquí y allá por algún diente curioso.

Desfilan imágenes frente a ti, te ves más grande jugando a ser maduro, después jugando a ser responsable y sobre todo jugando a ser fuerte y las lágrimas que no corrieron ese día frente al ataúd, hoy vienen a recordarte que eres humano y que sientes, pero sólo hoy lo entiendes, ya no juegas, sabes que no hay tiempo, ahora eres. Es curioso que la única similitud entre ese de la foto y el que mira, son los ojos, la piel se ha arrugado, algunos dientes abandonaron ya el barco, como ratas asustadas, los cabellos volaron o quizás cayeron como aquellas ideas que fueron semilla alguna vez, pero que no lograron germinar. Miras tus manos y cuentas las arrugas en el dorso, les das la vuelta y mientras miras la palma recuerdas aquella vez en que un profesor les pidió dibujar, sin ver, las líneas de sus manos, nadie pudo, y fue entonces que aprendiste a usar las palabras en su justa medida, sin abusar de ellas y siempre tratándolas con respeto, dejaste de decir "me muero" para darle dramatismo a algún percance, borraste palabras como nunca, imposible, jamás y otras expresiones absurdas.

Ahora es la risa la que te invade, para poco a poco dar paso a la tos, vestigio de años de excesos, y la risa viene porque justo en el clímax de tu ensimismamiento, remataste con un "ay sí, ahora resulta que soy un sabio..." La tos sigue y una mano te ofrece agua, es vieja y arrugada como la tuya y eso dispara el mecanismo de la memoria, otra vez, pero esta vez tarda menos en arrancar, y recuerdas todas las veces que te ofrecieron un vaso con alcohol, primero decías que sí para demostrar que no eras un cobarde, después por gusto y muchas otras veces por aburrimiento, y puedes ver cómo desfilan rostros frente a ti, compañeros de secundaria jugando a ser adultos, después los compañeros de prepa, compañeros de trabajo y amigos, todos platicando cosas triviales pero que en ese momento resultaban fascinantes, casi metafísicas. Y recuerdas la forma en que "expandías" tu consciencia y como la música sonaba diferente y la forma en que tus manos tocaban el sonido...

Es su sonrisa lo que te trae de vuelta a la realidad y como si fuera un espejo sonríes como respuesta, sus manos se posan en las tuyas, cual ave que regresa al nido, con esa confianza, y con ternura te pregunta por qué sonreías y entonces cuentas de la mejor manera, tu vida. Sin máscaras, sin adornos y sin pretensiones relatas en voz alta lo que hasta entonces era solo silencio en tu mente y los dos ríen y cuando la historia lo amerita, lloran.

Estas cansado, quieres acostarte y descansar, tomas sus manos y las miras, poco a poco recorres con la mirada su cuerpo  pero al llegar a su rostro todo se pierde, la razón es muy sencilla aquél que serás conoce muy bien ese rostro, pero tu que estás en el hoy, no.

De ti depende quien será ese rostro, puede ser el amor de tu vida, tu hija o hijo, el enfermero del asilo, algún familiar que espera el día en que dejes de ser una carga, o quizás el psiquiatra que se sorprende de la forma en que has pulido los detalles de tu historia, hasta el punto de que parezca realidad.

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