miércoles, 6 de diciembre de 2023

Debris.

En mi sueño estabas tú, sin estar presente, lo inundabas todo. Al principio estaba en las escaleras, subía y al ver que ninguno era el piso que buscaba, entonces bajaba para sentir la misma confusión y frustración, sin saber dónde encontrar lo que tanto necesitaba, pero sin tener la suficiente información para poder pedir ayuda o guía, era algo que tenía que resolver solo, sabía que al ver el cuarto, lo identificaría, sabría que ese era mi lugar, pero no podía recordarlo, tenía que verlo, tenía que sentirlo. Entré a un par de cuartos, o departamentos, la atmósfera era ajena, no me transmitía nada, era entrar en una mente ajena, fotos en las repisas que mostraban siempre sonrientes rostros que nada me decían, eran historias que no entendía, no veía ningún sentimiento, no veía recuerdos, no sentía nostalgia, simplemente no sentía, era como entrar en un museo, te puede interesar lo que ves, llamar la atención, pero no te identificas con nada, podría haber no sucedido y tu existencia sería la misma. En cada cuarto la atmósfera era distinta y sin embargo ninguna era mía, en algunos cuartos habían personas que no se inmutaban al verme entrar, ensimismados continuaban sus lamentos o permanecían acostados, esperando a que pasara algo, la vida o la eternidad. Yo subía y bajaba las escaleras, en un punto se abría frente a mí la puerta del elevador, asomaba la cabeza, buscando algún punto de referencia, pero nada, siempre la misma fría indiferencia. En el lenguaje onírico no hay lugar para la lógica, las escenas cambian y sería absurdo que me pidas una explicación, simplemente se puede creer en mí, como único testigo o se me puede acusar de deformar mis recuerdos para que coincidan con mi narrativa, ¿pero acaso entonces no somos todos culpables del mismo crimen? 
Mientras entraba a los cuartos encontré a personas que conocía, algunos viejos conocidos, en otros encontré personas que nunca antes había visto, algunos me sorprendió encontrarlos ahí, a otros era más que evidente que ese era su lugar. Algunas personas las vi sólo durante un breve periodo, otros supe que llevaban mucho tiempo ahí, y sospeché que seguirían ahí durante mucho tiempo. Entonces encontré a un viejo amigo, que se sorprendió de verme ahí, quiso preguntarme cómo había llegado a ese lugar, pero sin permitirme responder, le pedí que me hablara de él, agradecí el gesto de ayuda, pero supe que necesitaba que saliera él, y eso me podría de alguna manera, ayudar a encontrar una salida. Conforme conversábamos vi por las ventanas que el hotel, o el condominio se movía, avanzaba como si fuera un vehículo en movimiento, y entendí que el edificio se iba a caer, estaba temblando. Le pedí que se protegiera, yo me oculté entre la cama y un mueble de madera y esperé el impacto, no fue un movimiento telúrico violento, sino que poco a poco la estructura iba colapsando, como si alguien quisiera aplastar una lata con insectos dentro, pero no quisiera aplastarlos de una vez, sino que poco a poco triturar todo lo que hay dentro, generando angustia y dolor, y ahí, en medio de todo y nada escuchaba como todo se iba aplastando, en los pisos de abajo se escuchaban gemidos de dolor, pero ni siquiera tenían ganas de gritar, simplemente se resignaban, el crujir de la madera, el lento devorar de los recuerdos, los marcos de las fotos y de las puertas se convertían en añicos, los vidrios de las ventanas y de los retratos, ambos servían para contemplar y perder la mirada en el futuro o el pasado, tronaban y quizás causaron heridas que sangraron, cuando antes habían generado sólo lagrimas. Todo era aplastado despacio, yo entendía perfectamente lo que sucedía, cerré los ojos y lloré, por los que se quedaban y que afortunadamente no estaban en ese edificio conmigo. Entre escombros y lleno de polvo me sorprendió ver que estaba vivo, pero entonces comprendí qué diablos quería decirme mi inconsciente, la depresión mata, la depresión es un lugar donde parece que puedes vivir cómodamente, pero no es la vida, es un lugar donde pudiera parecer que puedes ser, pero no eres tú. Fue una revelación que me pesó demasiado, y ahí en el sueño me senté en el suelo, pensando en qué hacer ahora, tenía la tranquilidad de que ese amigo con el que estuve conversando había conseguido salir, pero mi mente seguía buscando lógica donde sólo hay símbolos. Quise entrar a buscar mis cosas, quise entrar a ayudar a otros, a buscar sobrevivientes, pero me costaba moverme, no podía respirar bien y me dolía todo el cuerpo, así que tomé la opción más generosa para con la humanidad, me senté a esperar a sentirme bien, me revisé el cuerpo, buscando heridas que necesitaran cuidado, me ajusté las cintas de los zapatos, por si fuera necesario correr y así evitar lesiones, sacudí mis ropas y mientras secaba mis lágrimas con el dedo indice de la mano derecha, pensaba, ‘¿cómo podría yo ayudar a los demás si no me cuido yo, cómo podría atender a los que necesitan de mí, si no atiendo mis necesidades?’ En medio del escombro de todo lo que fue me senté a llorar, me di el tiempo de sacar el veneno que hacía mi sangre tan pesada, poco a poco sentí como el calor regresaba a mi cuerpo, como el torrente sanguíneo fluía con nueva furia dentro de mí, ese ímpetu hizo que mis lágrimas corrieran con fuerza, como un río subterráneo que el sismo hubiera puesto al descubierto. Hubo un momento en que quise darme una idea de la hora, así que mire al cielo y una luz me cegó, entrecerré los ojos y por eso, y por las lágrimas no puedo describir lo que había ahí, pero comencé a reír, reí con esperanza, con el entendimiento de que venían cosas mejores y que eso luminoso era todo y nada, era algo que mi mente no sería capaz de describir, que al estar limitado por el lenguaje, tendría que usar palabras que no podrían expresar lo que eso era, simplemente lo sentí, y espero que un día lo sientas tú también. 
En mi sueño estabas presente, y mientras reía me ibas soltando, iba dejando de sentir la presión de tus brazos, o de tus lazos, ibas aflojando las correas que sujetaban mis extremidades, sentí un nuevo vigor en mis músculos, sentí un bienestar. 


Cárcel.
Por fin tuvo el valor de sentar a sus demonios, a encararlos, y a quemarropa les preguntó qué querían de él. Ellos, sorprendidos, lo miraron atónitos, y le dijeron que era él el que los tenía ahí encerrados, sin poder salir. 

Entendió que no era prisionero, sino el carcelero.

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