lunes, 16 de septiembre de 2013

No los busco, ellos me encuentran.

Creo en fantasmas. Los he sentido y los he visto. En ocasiones me visitan en sueños, exigiéndome respuestas, algunas otras veces me sorprenden durante el día, mientras recorro una ciudad a veces tan hostil, a veces tan indiferente, se acercan a mí, y se que me miran por el rabillo del ojo, fingen mirar por la ventana y poner atención a aquello que sucede en la proximidad, pero que me parece tan lejano, me preguntan qué es lo que pienso, a pesar de saberlo. Fingen no conocerme, pretenden que crea que sus preguntas son causa del azar, son las preguntas que hace aquél que conoce la respuesta, "¿los extrañas?, ¿te arrepientes?, ¿no crees que estás perdiendo el tiempo?". En ocasiones veo su reflejo y los noto tristes, cansados.

Hay ocasiones en que me siguen, mientras recorro la ciudad a pie, noto los pasos de alguien cansado de tanto andar, incluso he escuchado suspiros de tedio, pero al quitarme los audífonos y volver la mirada sólo noto los charcos que reflejan un cielo triste. A veces una piedra cruza mi camino, sé que es su forma de afirmar su presencia. Quizás se trate tan sólo de paranoia, pero eso no quiere decir que no me sigan, tan sólo lo confirma.
A veces me sorprendo siguiendo a mi sombra.
Hay algunos que son más hábiles, se esconden en viejas letras y viejas melodías, me sorprende la forma en que logran infiltrarse en esos acordes y a través de mis audífonos inundan mi cerebro, poco a poco declaran suyo el terreno de mi memoria y me obligan a recordar lo que les venga en gana. En ocasiones han invocado viejos recuerdos, rostros que durante tanto tiempo vi a diario y que hoy son tan sólo sombras que se van difuminando. A veces me traen recuerdos que duelen, cómo la mascota que nos trae el cadáver de su presa a forma de regalo, pero aunque grotesco, es un gran regalo, nos permite apreciar la maravilla que es la vida. Así, mis fantasmas se convierten en profesores, me confrontan y me reprochan cuando lo consideran necesario. No tienen miedo ni creen en el tacto social, son fríos y sin protocolos me preguntan a quemarropa sí acaso valió la pena que viviera éste día, sí acaso hice alguna diferencia. Más de una vez no les he podido responder.

Algunos viven en mis sueños, esos son los fantasmas del futuro, son aquellos que me avisan y me previenen, pero son inteligentes, no expresan de idea clara las cosas, gustan de los símbolos y de los acertijos, plantean el problema y me exigen pensar en la solución, demandan un esfuerzo cognitivo considerable.

A veces creo que golpean mi ventana, y me sorprendo de pie frente a mi ventana con la mirada perdida y miento, justifico mi curiosidad al hacer un comentario acerca de la lluvia que cae insistente.
Muchas veces me quedo en pie esperándolos, pacientemente les invoco y con atención espero a lo que han de decirme.

Quizás hoy mientras duermes un fantasma susurre mi nombre a tus oídos.

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