lunes, 9 de septiembre de 2013

Lomo mojado, ojo ídem.


Mientras paseo mi mano por el lomo mojado de mi perrita, recuerdo ese niño que fui, que más de una vez pidió un perro, e igual número de veces recibió una negativa.
Mis dedos masajean su pelaje, tal como en una ocasión acaricié a mi hamster Spike, me lo regaló un compañero de la escuela, todas las tardes llegaba del colegio, lo tomaba con cuidado y mientras le contaba los pormenores del día acariciaba su lomo con cariño, es triste, pero en ese entonces era mi único amigo. Jamás pretendí impresionar a Spike, y él jamás me mintió para quedar bien. Un día llegué a casa con la misma ilusión a ver a mi amigo, pero no estaba en su jaula. Cuando pregunté si lo habían visto, recibí una respuesta que incluso hoy, muchos años después de haberla oído, me hace sentir una tristeza infinita, hay muchas formas de ser cruel, dígale al niño que pregunta por su hámster: "lo aventé por el excusado". Jamás sabré sí fue una broma cruel, o fue una manera torpe de suavizar el hecho de que mi hamster había muerto, sólo sé que ése día perdí a mi hamster, y con él, ganas de hablar.

Mi perrita siente que algo no está bien y lame mi mano, me hace saber que sea lo que sea, ella está aquí, y que a pesar de ser torpe y cobarde quiere estar aquí, y es esa lengua la que me trae de vuelta al aquí y ahora. Me recuerda lo mucho que deseé un perro, y lo mucho que disfruto sobándole la panza. No sé que pasará mañana, sólo se que quiero mucho a ésta perrita y me alegra verla crecer cada día y me alivia la idea de que ya no cabe por el excusado.

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