martes, 2 de mayo de 2017

Sueño.

Otra vez tocaron la puerta a las tres de la mañana, y con un suspiro me dí a la tarea de levantarme de la mecedora, levanté mi alma encerrada en éste cuerpo carcomido por los recuerdos y lo llevé a la puerta.

Otra vez no había nadie.

Sabía que no iba a haber nadie, lo intuía, desde aquella vez que comenzaron a tocar la puerta a esa hora en que las calles parecieran ser aún más grises, como si pertenecieran al pasado, a algún recuerdo, hora en la que todos duermen, todos menos yo, que a mí edad lo que menos hago es dormir, me la paso en la mecedora acomodando mis recuerdos, extrañando a mis muertos y recordándote a ti.

Quién iba a pensar que te ibas a ir antes que yo, pero como me dijiste ese día en que te cubrí con la sábana para que no te fuera a dar un resfriado, "no te apures por mí, que a donde voy ya no me va dar nada, sólo quiero que te cuides mucho, que yo voy a preparar todo para que cuando tú llegues todo esté listo."

Otra vez tocaron a la puerta y aún cuando sabía que no iba a haber nadie, me paré a ver quién era, pero la calle estaba desierta, sólo los perros rompían el silencio y pude comprender su llanto, pues querían espantar a la muerte.

Sólo hoy entendí que eras tú quien tocaba la puerta, para decirme que estaba todo listo.

Hoy, después de muchos años, me ha dado sueño temprano, iré a la cama para que cuando vengas a buscarme, esté yo lista.

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