sábado, 12 de noviembre de 2011

No lo sabes, pero algún día te deseé buenas noches...

Lo que me ocurre en sueños es una absurda mezcla de realidades y de elementos producidos por mi psique.
Música de fondo dandole más sentimiento a las imagenes, hay ocasiones en que se reproducen viejas canciones conocidas mías, pero también he escuchado música nueva, o música que no recuerdo haber escuchado anteriormente. O quizás tan sólo no las recuerdo en el momento, y tampoco cuando regreso a la que considero la realidad.
Ocasionalmente mezclo relidades épocas y personajes.
Aún recuerdo aquella vez en que soñe estar en la casa que me vio crecer, imágenes en blanco y negro, una cajita musical inundaba progresivamente el ambiente con sus notas. Desde la planta baja recorrí la casa, sabía de donde provenía el sonido, pero me resultó interesante recorrer cada cuarto, cada rincón, reconocer con los sentidos aquél que fuera mi hogar. Dentro del sueño recordaba tantas cosas, parecía que realmente me encontraba ahí, sentírme correr en el patio detrás de una pelota, sentir la tierra en las manos de aquella ocasión que enterré un calcetín con mis "ahorros", subir a la higuera, muchas veces por antojo ajeno.
La sala y sus sillones invitandome a descansar, pasar la tarde leyendo, como hace muchos años solía hacer, siempre con ganas de hacer todas las actividades del volumen 13 de la enciclopedia de la casa, habían planos para hacer casas y edificios con hojas de papel, muchos juegos para días lluviosos, tantas cosas que siempre dejé para después pensando que al fin, había tiempo de sobra...
Cuando subí las escaleras y pasé por los cuartos, seguí derecho, para llegar a la que fuera mi habitación, no pude evitar reír. Me senté en la cama, todo estaba como lo recordaba, ahi la adaptación del Walkman a unas bocinas portátiles, lo que era mi "estéreo", ahí escuché tanta música, ahí nació mi gusto por ella, siempre buscando conocer la más posible, siempre disfrutándola, no como accesorio, sino como parte de mí. Un librero que tenía un cajón falso ya que era un apoyo, y lo que yo usaba a manera de escritorio, ahí dibujé por horas, escribí mis primeros cuentos y reflexiones, jugué con tantas cosas y fue ahí donde comencé a dibujar unas figuras plásticas de los Pica-Piedra, venían en los twinky creo. Mi primer guitarra en el rincón, una bandera de México colgada en una esquina, la colgué un marzo si no mal recuerdo. Siempre he sentido un enorme cariño por mi patria, creo que sólo la descolgaba para lavarla, y jamás la colgué a la vista de los demás, no le veía sentido y aún hoy no le veo sentido ser patriota solo una vez al año y dejar que los elementos carcoman a la bandera el resto de este.
Siempre de fondo la pequeña caja musical. Salí de mi cuarto y fui a la recamara principal, ahi apoyado en el marco de la puerta me vi, o supuse que era yo a quien mecían en esa cuna que colgaba del techo, la caja musical acariciaba nuestros oídos, del bebé ficticio, del testigo inmaterial y por tanto también ficticio y de aquél que soñaba lo que ocurría, ese que hoy escribe y que es la suma de aquellos dos del sueño.
Supongo que quien mecía la cuna era mi madre, pero estaba oscuro y cuando quise entrar, me detuvieron con un gesto y un shhh, al parecer había costado calmar al niño, que quizás en sueños se vio perturbado y despertó buscando consuelo, pequeño aún y sin poder distinguír el mundo ficticio de los sueños del que llamamos real, pero no puedo culparlo, él, yo, aun no es capaz de distinguír.
La cajita musical seguía inunando el ambiente, no quise perturbar mi sueño y dejando a un lado el enorme deseo de verme a mí y a mi madre, cerré despacio la puerta, mientras susurraba para mí, "buenas noches".
A lo lejos la luna se filtraba por donde sólo ella puede hacerlo, iluminaba mi habitación, pasé los dedos por mis juguetes, quería jugar un momento como en los viejos tiempos, pero por respeto a mí mismo abandoné la idea.
Cuando desperté, a lo lejos una jauría de perros ladraba con desesperación, por un segundo me entró angustia de que no fueran a despertar al niño, pero con la mirada ya acostumbrada a la oscuridad, confirmé que en mi cuarto no había ninguna cuna, por tanto no había riesgo de que despertaran a nadie, más que a mí.
Mientras conciliaba el sueño otra vez no pude evitar pensar en mí, el de la cuna, y deseé con todo mi ser que no se hubiera despertado.
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