martes, 3 de enero de 2017
De lo primero que nos damos cuenta es del silencio. No hay nada más.
Poco a poco comenzamos a tener conciencia de nosotros. De nuestro
cuerpo, sin quererlo, sin buscarlo, nos vamos dando cuenta de nuestras
extremidades. La sensación que produce un pequeño roce en la piel. La
manera en que nuestros dedos se mueven a nuestra voluntad. Somos dueños
de nosotros mismos. Poco a poco nos movemos con mayor soltura,
comenzamos a tener mas noción de nuestra capacidad. Gradualmente
sabremos nuestras limitaciones. Es entonces que comenzamos a sentir una
presión en el cuerpo. Nos sentimos ajenos al lugar en el que nos
encontramos. La luz lastima nuestros ojos, que hasta ese momento estaban
cerrados. Nos cuesta abrirlos, pero duele cerrarlos. Nuestros pulmones
reciben un fuerte golpe, el aire que hasta hace poco no necesitabamos,
desde ahora será vital. El silencio deja lugar al alboroto. Ahora que
hemos sido expulsados del útero, poco a poco, comenzamos a morir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario