jueves, 26 de abril de 2012

Fubu.

Uno va acumulando conocimiento gracias a las personas que conoce, todos aquellos con los que convivimos nos transmiten saber y nosotros lo hacemos con otras personas, en un eterno ciclo.

Cuando trabajé en el restaurante de comida japonesa conocí a Roberto, alias el "Japo", su experiencia en la barra de sushi le había ganado una reputación entre los japoneses que visitaban el restaurante, pero de todos los japoneses que frecuentaban el lugar, había uno muy especial, Sakari su nombre, bebía tequila siempre con agua caliente a manera de sake. Su cultura nipona había sido mezclada con elementos mexicanos de forma tan ecléctica que lograba la admiración de quien lo conocía. Más de una vez lo vi comer tamal oaxaqueño con unos ohashis de diseño increíble, uno rojo con un dragón negro y el otro en diseño de colores invertidos. Siempre traía palillos diferentes, me comentaba que los compraba allá, claramente refiriendose a Japón, y que los traía a México como regalo, pero primero tenía que usarlos para estar seguro de que sería un buen regalo, en un inglés con marcado acento japonés me dijo: "if you are not willing to use it, never give it as a gift. Kampai!"
Siempre tenía una bebida con alcohol junto a su comida, le gustaba ir los viernes que descansaba el dueño del lugar, y no por que no quisiera pagar su cuenta sino que lo asediaba demasiado, no le permitía disfrutar de una buena plática con el japo, además de que cuando estaba el dueño no podíamos beber y brindar con Sakari, dicha sea la verdad.

Fue una de esas veces que me platicaron Sakari y el Japo la vez que estando en Vallarta, comieron pez globo.

Famoso por su veneno, el pez globo es un manjar que sólo los grandes restaurantes se atreven a servir, y es que según me explicaron, el pez globo ha se de ser cortado de manera precisa para evitar cortar los depositos de veneno, glándulas supongo, y que se contamine la carne. Aquél que lo corte debe estar certificado para poder hacerlo, y ya que ese documento no es garantía de perfección, el maestro Itamae debe de servirlo personalmente al comensal y degustarlo, sí el veneno no está presente en el platillo se despide y continua sus tareas, en caso contrario, no hay que forzar a la imaginación, sucedería lo obvio.

Entre alcoholes y langosta, un amigo dijo tener un fubu, o pez globo como es conocido en occidente, y sin más se apresuró a prepararlo, todos tenían la idea del temido pez, así que nadie quiso comerlo, pero por otro lado, nadie quería contradecir al anfitrión, un koan.
Entre risas me contaron los nervios que tenían de comerlo, pero que antes de nadie hiciera nada, el anfitrión tomo una porción la saboreo y retomó la plática, ya pasados veinte minutos de risas dijo con voz solemne, "me parece que es seguro comer".
Poco me dijeron del sabor del fubu, así que no creo que sea algo excepcional.

Me acordé de aquellas tardes acodado frente a la barra de sushi, platicando con Sakari mientras el japo nos preparaba nigiris de anguila y atún. Siempre he sostenido que la comida es para disfrutarse con los amigos.

Recordé esa historia del pez fubu cuando el mar me arrojó uno, un pez globo, desconozco las condiciones que hicieron que ese pescado y yo coincidieramos un día en Acapulco, pero ahora escribo las reacciones que tuvo en mí el encuentro.

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