miércoles, 2 de mayo de 2012

El hombre más rico del mundo.

Despertó por un lenguetazo en la nariz.
Primero vino una sonrisa, fue recuperando la consciencia de su cuerpo y la sensación del sol en su rostro le hizo recordar donde estaba. Un segundo lenguetazo embistió con más fuerza. Él ya estaba despierto, pero mantuvo los ojos cerrados, un ladrido que denotaba impaciencia y una pata que golpeaba su pecho, buscando revivirlo, lo hizo reír. El perro se dio cuenta del juego y ladró con fuerza, y ésta vez los lenguetazos buscaban abarcar toda la cara, uno ahí en la nariz, otro en la mejilla izquierda, ahora la boca, después el cuello y parte de la oreja derecha, la pata seguía empujando el pecho que contenía la risa, los brazos se vieron forzados a intervenir.
El primer movimiento del brazo derecho fue un intento de replegar el ataque y contener al adversario. Ese primer movimiento fue habilmente rehuido con un brinco, tuvo que hacer uso del refuerzo del brazo izquierdo, que comandado por la mano, emprendió un ataque sorpresa. El invasor fue hábilmente sometido, colocado sobre su lomo y mientras el brazo derecho respaldaba y resguardaba el frente emprendido por su correspondiente extremidad, que consistía en rascar con fuerza y habilidad esa panza. El intruso había cedido, clara muestra era esa pata que se movía al compás de la cola y la lengua que colgaba a un lado, buscando aire fresco para disfrutar mejor ese orgasmo.
Los dos consideraron que lo más justo en ésta situación era declarar un empate. Jugaron bien sus cartas, ya mañana habría otra batalla, pero esa, se decidirá mañana, no antes.

Se levantaron y disfrutaron del aire matutino. Para él era una dicha llenar sus pulmones de aire fresco. Mientras exhalaba en un suspiro ese aire, recordó su vida, lo que muchos llaman el pasado, lo ya vivido, lo que ya no está, pero que nos da forma, eso que configura lo que hoy somos.
Un viejo soldado, de alto rango, comprometido con su vocación, la de servir a su país y ser leal a sus creencias, no más, un viejo que ahora no era ni la mitad de lo que llegó a ser, pelotones enteros temblaban cuando su nombre era pronunciado, imponía respeto cuando se le tenía de frente e inspiraba orgullo cuando se le había tratado. Un ser humano completo en todo el sentido de la palabra; un amigo exigente, exigente para que los amigos se convirtieran en mejores seres humanos y también exigía que le hablaran con la verdad y que le hicieran ver sus errores.

Hasta que llegó el día en que le ofrecieron todo el dinero del mundo. Más dinero del que podría gastar, el precio, su alma, sus creencias, sus ideales, hacer un lado su código moral y en cinco minutos entregar su tranquilidad a cambio de unos cuantos centavos.

La historia oficial, la que anunciaron los medios pues, fue que había traicionado a la patria y que sinvergüenzas como él demeritaban el loable trabajo del ejercito.
Él sabía que si rompía el silencio lo matarían. Tomó un tren a la ciudad en que había nacido, lejos de la capital, con tan sólo lo que sus manos pudieron tomar al huir, una pluma, una vieja libreta y dos pequeñas fotos.

Y ahora, muchos años después, sin dinero ni identidad sonreía al ver como el sol comenzaba a cubrír su ciudad. Un lenguetazo lo trajo de regreso al presente, un lenguetazo que le quería decír que no se adentrara mucho en las aguas de la memoria, porque después éstas se turbian y es muy dificíl mantener el control y no naufragar.

Una sonrisa agradeció el gesto de su viejo amigo, los dos se conocían hasta la médula, pero ya estaban viejos.

Entraron a la pequeña choza hecha de láminas, se sentaron en el catre sucio que cumplía las funciones de mesa, cama, silla, área de trabajo y dibujo, confesionario y centro del universo.

Un suspiro salió casi de manera inesperada, pensó que algún recuerdillo se había quedado dentro de él y hasta ahora salía. Sorprendió a su mano derecha paseandose por el lomo de su fiel amigo y con una sonrisa en el rostro. Si bien era cierto que a veces no tenía para comer, se sabía el hombre más rico del mundo, pues tenía la conciencia limpia y un verdadero amigo. Una lagrima se asomó por esa ventana que dicen que da al alma, corrió por la mejilla y entró a su boca por la comisura del labio.

No se alarmen, tan sólo salió a dar un paseo...

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