Se reúnen a escuchar música y permiten que ésta invite a los
recuerdos a salir, cual cobras que danzan ante la melodía de la flauta maldita
y en ocasiones prueban el veneno de aquellos recuerdos que duelen en el alma,
un desamor, una muerte, un amigo que ya no está, un ser que creímos inmortal y
eterno pero que un día le tuvimos que decir adiós y nos dimos cuenta que su sola
presencia nos daba fuerza y al verle ahí inmóvil nos dimos cuenta de lo frágil que
éramos y la forma en que las lágrimas pueden salir y perdemos control sobre
ellas y sentimos que las palabras que no alcanzamos a decirle se reúnen en la
garganta y no nos permiten decir nada más y las rodillas nos quieren acercar al
suelo que pronto será su casa y caemos de golpe y la cabeza gira y duele y
perdemos consciencia de lo que sucede a nuestro alrededor y mientras los
recuerdos se asoman a ver qué pasa y nuestros ojos lloran, un amigo nos
pregunta sí estamos bien, y decimos que sí, que tan sólo recordamos a alguien,
y es entre los hipos del alcohol que el verdadero interés aflora y nos dice sin
romper el contacto visual, cuéntame y esa simple invitación logra derrumbar las
barreras que durante años fuimos capaces de construir y de mantener y que nos
hicieron creer fuertes y nos damos cuenta de que no era fuerza, sino miedo a la
realidad, nos cegamos como niños que no quieren reconocer lo que sucede a su
alrededor.
Ahora que las manos bailan al ritmo del Parkinson recuerdas
aquellos amigos que sonrieron contigo y a cada uno le corresponde una canción,
aquella que escuchabas con él mientras no había nada que hacer, o aquella
canción que sonaba mientras jugabas a ser inteligente, adornándote con ideas
ajenas y repitiendo como perico educado filosofía de autores extranjeros que
sólo hoy comprendes y eres capaz de resumir en su lengua natal: “don’t be a
fucking cunt!”.
Te sientas a disfrutar de tus recuerdos e invitas también a
los demonios y los sientas a meditar contigo, te encuentras por encima de
definiciones, sólo ahora comprendes que no se trata de “ellos” o “yo”, sino de “nosotros”,
de todos. Sabes que todos somos uno y entiendes que aun aquellas cosas que te
hicieron sufrir son parte de ti y que esas heridas te forjaron, cual metal que al
rojo vivo es golpeado para formar la hermosa escultura que es tu vida, que son
tus recuerdos .
Algún día alguien cerrará los ojos y verá tu rostro mientras
esa canción suene de fondo, cual banda sonora de la vida de ese alguien y una
lágrima saldrá a besar la mejilla de esa persona, para decirle, no sufras por
su recuerdo, pues él ríe cada vez que escucha tu nombre.
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