jueves, 28 de abril de 2016

Fulfillment.

Hace un par de días soñé con mi pasado,  que para el inconsciente es lo mismo que ahora o nada.

Era niño y en mi sueño jugaba con mi perra en el patio de mi casa, o he de decir la casa en la que viví de niño, jugábamos a nada,  a que ella saltara y a que yo la acariciaba en el lomo y me sentía poderoso,  eterno,  y entonces se nos unió un perro que hasta hace poco era olvido,  un perro que me regalaron hace mucho, de nombre kaiser o keiser y que estuvo conmigo sólo unos días,  unos minutos que bien pudieron ser meses,  pero que para mi fueron segundos.  Un sueño de infancia que se volvió dolor por la decisión de alguien más. 

En cuestión de segundos recordé el par de veces que lo pude llevar a pasear y como siguió un gato hasta un árbol y el estrés que me causó escuchar maullar a ese gato sin poder ayudarlo y sabiéndome culpable.

Recordé eso y me sentí mal y justo cuando más perdido estaba en mi olvido,  mi perro,  el que hoy me mueve la cola para decirme que está aquí y que un sueño de infancia se ha cumplido, me trajo de vuelta a lo que ya no es realidad sino recuerdo, mi sueño, y el perro que no pude cuidar de niño lamió mi rostro para secar con su saliva la lágrima que curiosa venía desde el pasado, y con ese gesto me hizo entender que seguíamos siendo amigos y cuando mi mirada golpeó la suya me movió la cola y lo abracé y entonces ellos rieron con la cola y yo con mi alma y corrimos como si no hubiera un mañana, primero en círculos después en zig zag y después,  estoy seguro, formando hermosas y efímeras figuras fractales, después saltamos como niños y en algún punto ellos eran humanos y yo perro y no había diferencia y comprendí la maravilla que es detenerse a oler la vida misma, la orina de otro perro, el aroma que deja el miedo de alguien que corre al hospital y ese aroma que acompaña al amor,  allá en la esquina huele a impotencia, esa que siente el niño cuando mamá le grita al salir de la escuela y lo jala y él solo sabe mirarse los pies,  deseando salir corriendo pero sin poder hacerlo y lo jalan un poco más y gritan y la gente lo mira y él se siente mal y sin quererlo,  terminará creyendo que fue su culpa, a eso huele la esquina,  pero mas adelante huele a esperanza,  esa que da escuchar,  "te juro que voy a cambiar" y por enésima vez se quiere aferrar a esa idea y quiere creerle y otra vez le va a apostar al amor y otra vez le va a decir que está bien,  pero que ésta vez sí es la ultima.  Y mientras hueles sientes como te jalan impaciente, tu humano quiere correr a seguir viviendo sin detenerse a vivir, es la ilusión de vivir,  creer que vivir es estar en movimiento, sin comprender que la perfección se alcanza al lograr mantener todo en calma,  eterna  impermanencia.

Y cuando me di cuenta el sol me rascaba la panza mientras mi lengua colgaba columpiandose cual niño que se pasa la tarde esperando nada, solo va y viene y siente como el viento le acaricia el cabello y las mejillas, son todas las madres que ya no están en éste mundo y se van turnando para acomodar sus cabellos y él se deja querer, va y viene mi lengua y lo que estaba destinado a ser lágrimas escurre por la resbaladilla que es esa lengua y se deja caer con emoción,  pues no hay tiempo para llorar, mis hermanos le rascan la cabeza a una pulga que tiene comezón con cariño infinito y al ver que no es suficiente lo hacen con los dientes,  con la precisión de un cirujano que pretende curar, bien dicen que la medicina cuando no puede curar,  corta, pero mi hermano perro rasca esa pulga que no encuentra la manera de alejarse, cual niño de su madre para seguir jugando,  pero ella lo quiere ver guapo siempre,  aún desde la eternidad de la nostalgia.

El sol ser fue ocultando despacito y nosotros nos quedamos ahí jugando y entonces fui el niño que deseó tener perros y que no pudo.

No puedo decir que hicieron ellos,  los dejé jugar un rato más,  yo me fui en silencio mientras detrás de mi escuchaba mi voz,  o la voz que recuerdo como mía que gritaba emocionado, ya tengo dos perros,  ya tengo todo lo que quiero.

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