Eran días en que se podía perder el tiempo sin miedo a
consecuencias, sin miedo a que el tigre del tiempo se afilara sus garras en
nuestro rostro, llenándonos de surcos por donde pudieran caer más fácilmente
las lágrimas, eran días en los que no teníamos miedo al reloj, pues sabíamos
que mañana íbamos a poder seguir jugando justo donde nos quedamos y a pesar de
los gritos, poco nos importaba el lodo en las rodillas, pues éramos felices, corríamos
sin miedo a que alguien pensara que estábamos locos, reíamos sin miedo a
interrumpir la quietud, no nos importaba que el sol no se hubiera levantado,
nosotros ya teníamos energía suficiente para salir a andar en bicicleta y comer
helado, pero poco a poco nos educaron, nos condicionaron a reír de forma
discreta, a comportarnos de acuerdo a la conveniencia de los demás, a no
gritar, a no correr sin razón, a que el tiempo es algo que hay que atesorar y
ocuparlo para correr y poder llegar a tiempo y quedar bien y verse bien ahora son
prioridad, jamás deben verte con lodo en las rodillas ni mugre en las uñas,
siempre hablando con voz baja en lugares públicos, pues lo contrario es vulgar,
lo que no conviene a los demás está mal.
Corríamos sin preocuparnos por llegar a tiempo, pues el simple
hecho de correr era el objetivo del juego, sentir, ser, experimentar el mundo
era la prioridad y estábamos llenos de preguntas y la mediocridad de algún adulto
nos enseñó a dejar de preguntar y nos dijeron que no tenía sentido hacer tantas
preguntas y también nos dijeron que hay que sentarnos derechos y que hay que
comer con la boca cerrada. Te acuerdas cuando el brócoli eran pequeños árboles
y tú un gigante que había de devorarlos, la única parte divertida de los
vegetales en la comida, y eso también nos lo quitaron.
Bailar sin música no era locura, era lo más divertido, jugar
en la cocina sin miedo a cuchillos o al fuego, mirar a las hormigas pasar una
tras otra, siempre con la duda, ¿A dónde diablos van? Y siempre antes de dormir
pensar si acaso esa última hormiga, la que parecía perdida, había llegado al
campamento y ahora se encontraría con sus amigas, contando su experiencia
emocionada y diciéndoles que vio un ser enorme que la miró con curiosidad,
mientras ella sufría para encontrar el rastro, pero entonces el ser ese enorme
la sujetó con delicadeza y la llevó a un lugar donde pudo seguir el rastro y es
por eso que pudo encontrarlos y algunas hormigas no le creen, pero no pueden
explicar cómo es que logró llegar, si se había atrasado demasiado, pero hay
cosas que es mejor no preguntarse, y justo cuando piensas en eso alguien te
grita que tienes que dormirte por que ya es tarde, y tú te preguntas, ¿tarde
para qué?
Nos quitaron poco a poco las ganas de ensuciarnos las
rodillas, las ganas de jugar con carritos en miniatura y nos dijeron que ya no éramos
unos niños, que ya no podíamos ir por la vida despreocupados, ahora tienes que
ocuparte y ser responsable y ser y parecer y estar limpio y ser responsable y
comer con la boca cerrada y aprender a escribir y aprender que las conjunciones
se tienen que usar de forma correcta porque entonces sino es cacofonía y está
mal y se pierde la idea y el que lee puede considerarte loco o idiota y
entonces quién va a querer leerte y te preguntas si acaso escribes para alguien
o si acaso es catarsis y nada más y poco te importa el lector, porque lo que
importa es el mensaje y qué si no les gustan tus letras y qué y qué si abusas
de algo y lo utilizas como herramienta, si fuera ya famoso sería un visionario,
un artista, pero como soy un don nadie es considerado una idiotez y otra vez
pensando en lo que opinen los demás, que están precisamente DE MÁS, y nos
enseñaron a no divagar y a ser concisos y a comportarnos y a creernos la
historia que nos dijeron y a creernos lo que ellos creían que no podíamos hacer
y me dijeron que no podía dibujar que no podía hacer juguetes de plastilina y
me lo creí y hasta hace un par de años yo
decía que no sabía dibujar y me creí tanto lo que me dijeron que no
creía en mí, hasta que decidí creerme mi propia historia, esa que voy forjando
paso a paso, la que yo quiero que sea, dejé de creer que los demonios
familiares eran míos y los dejé libres, los pobres ya no saben cómo pasar el
tiempo, a veces los sorprendo rondando la casa en la madrugada cuando me
levanto por agua y veo a uno sentado frente a la computadora escribiendo, y lo
dejo en paz, que se entretenga no soy nada ni nadie para decirle a alguien lo
que puede o no puede hacer o lo que debe o no hacer, si eso lo entretiene, que
bueno y que sea feliz.
Nos educaron a responder lo que ellos querían escuchar, por
favor, gracias, de nada, con permiso y otras palabras que repetimos como loros
educados en espera de una galleta para el súper yo que pueda decirnos, eres
bueno, eres una buena persona y una palmada en la cabeza como al perro fiel.
Aprendimos tantas palabras pero no aprendimos, mejor dicho, nos enseñaron a
dejar de hacer preguntas y es por eso que ahora no podemos responder la
pregunta más importante de todas, ¿quién soy? No soy solamente el hijo de
alguien, el hijastro de alguien o el hermano de alguien o la pareja de alguien,
soy algo más, no debo definirme por lo que me rodea, sino debo definirme a mí,
no soy mi nombre, hay muchos con ese nombre, no soy mi edad, no soy mi gusto
musical, no soy estas letras y sin embargo soy todo, soy la suma de todas las
partes, pero hay alguien, algo que me define como ser absoluto, y sin embargo
soy parte de todo, el que aquí escribe y el que acaricia estas letras con su
mirada, son el mismo, vienen del mismo concentrado de materia y energía que un
día se aburrió y decidió expandirse y que un día se cansará y entonces se
contraerá y chocaremos y volveremos a lo mismo, al todo, a la nada, a ser nada
y todo como justo sucede hoy.
Somos vitales y efímeros y entonces la pregunta obvia es, ¿y
ahora qué? Me dedico a lamentarme o a vivir, a trabajar y pagar mis deudas o a
viajar por el mundo que al cabo es mío y yo de él, o me dedico a estudiar y ser
mejor persona y mientras corro para no llegar tarde a clase arriesgarme a
sufrir un accidente o a quedarme en casa a salvo sin vivir, o a ser lo que
estoy destinado a ser y ayudar al colectivo a ser mejor, al cabo que, ¿si no
servimos para servir, de qué chingados servimos?
Nos quitaron muchas cosas, nos condicionaron, pero no es
culpa de ellos, no somos siempre víctimas, eso es lo más fácil, es el rol más
sencillo de ocupar e interpretar, ser el que sufre por consecuencia de los
demás, lo vital es dar un paso adelante y ser capaz de decir, yo me creí cuando
me dijeron que no podía, yo les compré mi historia y la repetí como loro, yo
quise aprender a repetir sus miedos y creerlos míos yo aprendí a repetir sus
excusas, yo y sólo yo puede solucionar lo que pasó. Y si bien nos condicionaron, no nos quitaron
la curiosidad, esa que nos permite detenernos un momento y mirar con otros ojos
y es entonces que el niño que fuimos puede ver el mundo y toma prestada nuestra
mirada para redescubrir el mundo y para ver lo que quizás se perdió, y entonces
te sorprendes viendo como lluvia, sin nada en la mente, simplemente ver llover
porque sí, porque te dan ganas y qué si me mojo, y qué si mis tenis nuevos se
manchan, y qué si me despeino, y qué si cae granizo, y qué. Nos preocupamos de
las cosas materiales y se nos olvida que todo lo que el universo nos da, el
universo nos lo quita. El mendigo va por la vida riéndose del destino, pues
nada tiene que perder, mientras el trabajador corre al trabajo para poder pagar
el espacio donde vive, espacio que deja libre todo el día, pues tiene que
pagarlo. Y así se nos va la vida en una espiral, subimos y bajamos y a veces
nos lamentamos en grupo y a veces reímos solos, o viceversa pero se nos olvida
que la única constante, lo único que no faltará, seremos nosotros con
curiosidad o no, siendo niños o no, con demonios propios o ajenos, con ganas de
vivir cada instante o con ganas de tirar todo a la mierda, con emoción de
levantarnos un día más y decir con emoción, estoy vivo o con ganas de dormir
más y sin ganas de hacer nada y por tanto, sin dejar constancia de nuestra
presencia, sin forjar nuevos recuerdos.
Es probable que algún día unos ojos curiosos acaricien estas
letras con la paciencia que sólo da el verdadero interés y recorran el lomo de
este escrito como se recorre el lomo del gato que reposa en nuestras piernas y
que nos permite tener un pretexto para perder la mirada por un momento y
recordar lo que fue y lo que no pudo ser, y los dedos sienten el suave pelaje y
se sienten poderosos, el placer de acariciar un tigre, de domar el pasado y
enfrentarlo y decirle a los demonios, mientras los miras a los ojos, “no puedes
hacerme nada, no te tengo miedo” y sólo
puede hacerte daño aquello que tiene poder sobre ti. Y esos ojos curiosos al no
comprender lo que acaban de leer se acercaran a mí y me preguntaran, “abuelo
qué quiere decir esto” y entonces yo me reiré y le preguntaré de dónde sacó
eso, pero entonces comprenderé que no tiene sentido encontrar respuestas y
desde el pasado me digo a mi mismo, nunca dejes de soñar, jamás le transmitas tu
demonios a ese niño que te mira y jamás le digas que no podrá, si tú no pudiste
no quiere decir que él no pueda, dale coraje y dile que lo intente, apóyalo y explícale
qué diablos querías decir con todas estas letras que se amontonan hasta
terminar en un pequeño punto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario