sábado, 17 de septiembre de 2011

In memoriam.

El día de ayer fue el desfile en la ciudad de México, el ejercito mexicano desfiló como cada año por tierra.
Cuando era niño disfrutaba sobre manera ver el desfile de los aviones.
Recuerdo tener que permanecer en bajo perfil desde temprano en la mañana, ya que el 90% de la población de la casa estaba desvelada/cruda, lo que me obligaba, con bastante agrado de mi parte, a realizar mis actividades en el jardín. Después migré a la azotea, donde me sentaba por horas, mientras veía a los aviones zurcar el archipielago de las nubes, les imaginaba navegando ese mar al que obligaron a estar por arriba de nuestras cabezas. Siempre imaginando que pensaría el piloto, si acáso notaría a ese niño regordete que le saludaba con tanta emoción, trepado en la azotea de su casa.

Muchos fueron los aviones que desfilaron, muchas las veces que salude, muchas más las veces que no recibí un gesto de correspondencia, pero siempre, invariablemente, tenía un sentimiento que crecía en el pecho. Años después supe que se llama orgullo.
Ese sentimiento no ha cambiado. El día de hoy tengo una idea, pero no tan completa como quisiera de por qué amo a mi país con tanta pasión, a mis conacionales,al  suelo que piso, ese mismo suelo que me vio crecer, que me ha causado tantos raspones, casi todos siendo niño. Suelo que nunca me grito gordo, que nunca se rió cuando me caí, sino que se puso más duro para que yo me pudiera apoyar y levantarme, ese suelo que jamás me juzgo, jamás me ha criticado, ni siquiera cuando yo lo hago.

Ahora que evoco ese sentimiento que tenía de niño y lo comparo, noto que se ha mermado un poco, sigo siendo un apasionado, un pobre diablo que ama a su patria y le ve tanto potencial, que al ver en lo que se ha convertido sufre, y sufre mucho, pero no he podido evitar perder el respeto por las instituciones.

Pertenezco a una de aquellas generaciones a las que respondíamos policía, bombero o doctor, casi siempre en ese orden, ante la pregunta, qué quieres ser de grande.
Para mí la idea de ser policía estaba rodeada de orgullo, pasión y dedicación, pero conforme uno crece y se da cuenta de las condiciones que rodean a cada profesión, de la corrupción que ha saboteado el honor de muchas personas trabajadoras no se puede evitar sentir desánimo. Y sólo me confirma de que hemos dado al dinero un valor muy por encima del que en verdad tiene. Dejamos de trabajar en lo que nos apasiona a cambio de unos centavos más, olvidamos aquello que nos hacía sonreír de niños, y nos convertimos en algo que vive bajo persión, centrado en un universo que gira alrededor de su ombligo, el mundo termina en el punto en que nuestras manos ya no pueden alcanzar.
Hace unos días me hice la pregunta de a razón de que iba a gritar viva México. Ahora lo sé, grité Viva, en honor a ese orgullo que me da pertenecer a este fenómeno social y cultural que se llama México, que tiene un potencial increíble para convertirse en el mejor lugar para vivir del mundo, independientemente del cliché de las mejores playas. Teniendo en cuenta la riqueza mineral que tenemos, los recursos petrolíferos, el vasto campo, que es menospreciado, mal trabajado y por ende tenemos que importar maíz. Tenemos sobre todo, talento humano, los futuros ingenieros, doctores, psicólogos, físicos, químicos y grandes hombres de bien, están esparcidos por todo el territorio, como semillas, pero si no los aprovechamos, si no se logra encauzar esa inquietud que en ellos apenas nace, no sólo se perderá, sino que se convertirá en ocio, pereza o incluso rencor.
Ser propositivo, participe del diario acontecer de mi país, ocuparme más que preocuparme, buscar la manera de que termine la corrupción, al no fomentarla. Evitar comprar cosas que aunque baratas fomentan otras actividades ilicitas. Al comprar cosas robadas, se roban cosas para venderlas. Oferta, demanda. Es simple, es básico, pero no lo entendemos, no queremos entender.

Mi orgullo por este país no ha variado, mi pasión es ver que todos los que aquí vivimos, hay que comenzar con México, pero por "aquí" me refiero al planeta, puedan llegar a casa, limpiarse el sudor, comer con la familia, comentar los pormenores, y que las quejas, los problemas por falta de dinero o comida, sean por mala administración familiar, más que por una verdadera falta de trabajo, o malos salarios.

Desde mi ser, buscaré hacer el cambio, quizá imposible, pero siento que es lo que tengo que hacer, se lo debo a ese regordete apasionado que más de una vez derramó una lagrima al ver que él si podía comer un algodón de azúcar en chapultepec, mientras otro niño tenía que pedir unas monedas. Y sin poder entender la razón de por que no podía ir a jugar con él.

Todavía preguntandose que quisieron decir con esa pendejada:
                   "Es que son de diferente clase social, no son iguales..."

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