martes, 13 de diciembre de 2011

Antes de quedarme dormido pensé en algo de música.

Sigo disfrutando la música, tanto como aquellas tardes en mi cuarto oyendo el radio en mi adaptación casera a un Walkman con unas bocinas portátiles. Durante mucho tiempo ese fue mi estéreo, y viendolo con benevolencia, si se escuchaba bien, considerando los componentes.
Ahí oí de todo, desde Juan Luis Guerra y su 440, pasando por Radio Kaos, la Cuca, Metallica, Pearl Jam, Nirvana, The Cure, Pink Floyd y sobre todo, El Tri. En esa época devoraba todo lo relacionado a Alex Lora y compañía, estoy seguro de que el primer solo de guitarra que logro estremecerme fue el de Triste Canción de Amor, que a mi parecer es una canción bastante menospreciada. Horas imitando el solo, regresando la cinta a aquellas partes que más disfrutaba, siempre emocionado de lo que oía.
Sí que disfruté, la música me ha acompañado en gran parte de mi vida. Como todos, tengo canciones que me estremecen, me transportan a lugares y me recuerdan con alegría ese tiempo que ya es pasado. También existen canciones con la particularidad de llenarme de nostalgía, si es posible llenar con un vacío.

Ayer que escuché Mujer Amante de Rata Blanca, me transportó a la ciudad de León, cuando pensé saber a ciencia cierta las cosas, y confirmé que uno no puede garantizar o comprometer a nadie, lo aprendí a la mala. Y mientras se hablaba de un corazón sin Dios, me sentí en aquella sucia gasolinera donde trabajé apenas dos o tres semanas, facturando frente a una vieja computadora, acompañado de una fría y vieja grabadora que repetía incansable la citada canción, y es que las demás canciones estaban demasiado rayadas. No hacía mucho que apenas estaba regresando al ámbito laboral, con lo la fractura de la espalda... Pues apenas me habían dado visto bueno para realizar tareas simples. Ocho horas encerrado en un cuarto que apestaba a humedad y gasolina, soportando el ocio que me obligaba a pensar en aquellas cosas que no quería recordar, ni siquiera mencionar, con tanto tiempo no era de sorprender que así sucediera. Fueron dos semanas donde ni siquiera me dio tiempo de conocer los gajes del oficio de gasolinera, así que este trabajo rara vez lo cito. Lo que si recuerdo es ese estribillo,

"Uh, debo saber si en verdad en algun lado estás,
voy a buscar una señal, una canción...
Uh, debo saber si en verdad en algun lado estás,
solo el amor que tu me das, me ayudará..."
Y justamente me recuerda a los que consideraba estarían a mi lado incondicionalmente, pero se encontraban por su lado, y es que nadie puede asumir nada. Yo di por hecho a nombre de ellos, mi error.

Me recuerda ese sentimiento, mezcla de impotencia, nostalgia y decepción. Es complicado, pero siempre me recuerda que sólo puedo esperar algo si depende de mí.

Es extraño como el cerebro responde ante ciertos estímulos.
Hay una canción de los Fabulosos Cadillacs que me recuerda a una ex novia, un sucio antro de San Bartolo y la manera en que me vio la cara. Hoy río de todo eso, pero es uno de esos recuerdos que cala. Si llegué a quererla un poco, pero me cala má la forma en que lo hizo, y sobre todo la manera en que sucedió todo, como se fueron dando las cosas, pero me dio gusto haber sido capaz de terminar la relación a tiempo.

Y aunque pareciera que todos los recuerdos tienen tintes de decepción o frustración, la verdad es que hay muchas melodías que evocan recuerdos bellos, esos que me hacen sonreír.

Y lo interesante es jugar con la memoria, evocar viejos momentos, usando la música como detonador y escarbar en mi psique, y al tener esas piezas del rompecabeza, formar una imagen de mí mismo, que es lo que persigue este blog, no por alimentar el ego, sino para entenderme mejor. Ser capaz de tener el espectro completo, las áreas iluminadas y esas zonas accidentadas, y sobre todo ser capaz de entender el lado oscuro, ese que no es visible todo el tiempo, pero que ahí esta y que puede salir si no sé enfrentarlo.

La canción ya está en lo que le llaman el "outro", la salida, esa parte en que se baja el volumen de a poco pero progresivamente, para dar la sensación de que la melodía se difumina o se aleja, tal y como ocurre con los pensamientos cuando estamos por quedarnos dormidos.
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