sábado, 17 de diciembre de 2011

Fiesta de Barrio.

Rostros sin nombre que cada vez se difuminan más y se convierten en pasado.
Si fuera posible captar ese instante con sonido, escucharíamos una cumbia, y a partír de ahí se puede armar la historia de esos cuerpos buscando la proximidad. Es uno de esos momentos en que la rutina conlleva a buscar una válvula de escape, una forma de hacer más soportable el día a día, que aquellos días tengan como pretexto beber unas cervezas y bailar un poco, alejar por un momento ese sentimiento de carencia, ese vacio emocional que, pareciera imposíble, les llena.
Son personas que te invitan a beber sin buscar nada a cambio, es una fiesta de barrio. Hay una lona carcomida por el sol que busca protejer de una lluvia que nomás no cae, un "sonidero" local, aquel que sueña con figurar en las fiestas sonideras grandes, tocar en tepito, hacerse de un nombre, escalar de a poco entre las fiestas de Barrio, hoy praderas, mañana Santa Mónica, Ecatepec, Azcapotzalco y de ahí a las ligas mayores, de esos que graban en las fiestas y podemos oír en las micros, por eso repite incesantemente el nombre de su sonido, lleva a tres auxiliares y a la novia de alguno, y es que tienen que abrir pista si la gente no se encuentra dispuesta, pero en viernes de quincena eso es imposíble en barrio bajo, él lo sabe, sólo es cuestión de jugar bien sus cartas, seleccionar las canciones en el momento indicado, y mientras piensa que ha de venir, la gente baila, las cervezas se beben con desesperación y mientras más se bebe más se acercan unos a otros.
Y se acercan para decír lo que sienten, el alcohol que inhibe el sentido común les ayuda a acercarse a la mujer que les agrada y decírle me gustas, o acercarse a aquel que a diario ven con recelo y decirle, qué me ves puto?

Es cuestión de sentido común, cuando gente resentida bebe, los resultados son predecibles.

Mientras destapo otra cerveza y con una mano capturo un instante, se escucha una cumbia y aquél sonidero nos repite su nombre y todos bailan y por un momento se olvidan de su situación, de aquella que se quejan todos los días, y van permitiendo que sea el alcohol el que les distraiga y les permita por un momento, tener algo para sonreír, una mueca de dolor que por muchos es confundida con una sonrisa.

Un salud, una risa y una forma de convivir con personas que de tener la posibilidad, trabajarían por sacar a su familia del círculo de pobreza, pero, cómo podrían ellos solucionar algo que tres generaciones o más no han podido solucionar.
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