Los gusanos
ya llevaban rato comiendo de mí y sin embargo yo seguía aferrado a que no
estaba muerto.
Lo
increíble es que sienta cosquillas cuando las larvas salen de mi nariz, y lo
que más desespera es no poder rascarse, esa sensación de querer arrancarte la
nariz con los dientes, pero por más que lo intentes no puedes mover nada, ni
los dedos, ni los brazos, ni la lengua siquiera, nada.
Ya llevo
rato esperando que mi alma se salga y vaya a algún lugar, pero no, sigo aquí
esperando a que pase algo, de repente escucho que llueve y me imagino a la
gente corriendo de un lado a otro, siempre con prisa, y me imagino a un niño
que se deja acariciar por las gotas y gira despacito para que todo él pueda ser
mojado mientras sonríe con emoción y sin
prisa, no quiere dejar de mojarse, cierra los ojos quiere sentir cada gota en
cada poro de su piel, quiere sentirse uno con la lluvia, quiere ser nube y ser
tormenta y ser mar, ser río, ser laguna, ser todo agua y pasearse por encima de
los continentes para llegar a un punto del mundo y dejarse caer sobre un niño
que se deja mojar y baila mientras lo hace, mientras su madre le pregunta, le
grita si acaso está loco y a fuerza de miedo se mete corriendo a casa, a
bañarse, a mojarse con otras gotas que poco le interesan sin saber que una gota
fría de lluvia, tiene casi el mismo origen que esa gota de agua caliente que lo
moja en su baño.
A veces me
imagino que la gente ya no está allá afuera, que hubo una bomba y que tuvieron
que evacuar a todos, o que por fin ocurrió el holocausto zombi y que a lo mejor
por eso no me he ido a ningún lado, mi alma digo, y a veces me pregunto si no
debería intentar salir y atormentar a los vivos, esperando que nadie tenga una
escopeta que me vuele los sesos, pero como no puedo moverme creo que no es eso,
no soy zombi y además no tengo ganas de morder a nadie, o quizás me falta
voluntad, quizás hasta para ser zombi no sirvo.
Si pudiera
me mordería las uñas, dicen que siguen creciendo, pero creo que lo que se acaba
es la piel y por eso da la impresión de que son más largas. Si pudiera me mordería
las uñas de los pies, está aburrición me está matando. Estoy tan acostumbrado a
usar las palabras que ya no pienso en lo que digo, o lo que pienso mejor dicho
porque no puedo hablar.
¿Esa voz
que suena en mi cabeza es mía? Nunca me puse a pensar en eso hasta hoy, en
verdad hay una voz o simplemente son pensamientos lo que me ocurre y quiero
pensar que una voz me va narrando las cosas, como cuando pienso en mi pasado y
me acuerdo del niño que fui y recuerdo imágenes que no son imágenes, entonces
qué son, qué soy, soy impulsos eléctricos que ocurren con la velocidad de un
disparo de revolver, pero como puede haber disparos si no hay pólvora, si ya
estoy muerto.
El otro día
me acordé de unas canciones y de lo que hacía con mi vida cuando sonaban esas canciones,
por ejemplo me acuerdo de When I come around, de Green Day, y me acuerdo de
como jugaba a ser un puberto malvado, un chico rudo, un rebelde que no daba
miedo sino risa, aferrado a las cosas, creí liberarme de las cosas al
conseguirme ataduras, miles de pulseras en cada muñeca, collares como si fuera
yo un perro y la gente pudiera identificarme, no me tatué porque siempre fui un
cobarde, me mentí varias veces diciendo que no había encontrado la idea genial
que me acompañara por toda la eternidad y resulta que pudieron más las cicatrices
que son testimonio de mis pendejadas. Me acuerdo de The Swan Song, canción que
escuchaba cuando quise ser todavía más malo y resulté ser una versión hilarante
de mí mismo, incluso me pinté las uñas de negro. Poco a poco voy olvidando las
canciones y poco a poco me deja de dar risa lo que hice y también dejo de
sentir lastima por lo que no hice, siento que ya no queda nada por hacer, lo
poco o mucho que hice con mi tiempo no hay manera de cambiarlo y conforme me
voy dando cuenta de que no hay más, de que todo lo que hice lo hice y lo que no
pude hacer ya no hay forma de hacerlo, me siento más tranquilo.
No sé cuánto
tiempo ha pasado, antes medía el tiempo por gusanos, pero esos ya hace rato que
se fueron, ya no hay nada, sólo unos huesos que para mi sorpresa son blancos,
blanquísimos, quién lo diría.
Ayer me
pareció escuchar alguien llorar, fue aquí cerca, yo diría que dejaron a alguien
nuevo, hace mucho que no se escuchaban tantos pasos y gritos, a lo mejor era
alguien muy querido o muy rico. A veces las lágrimas salen con dinero, a veces
no hay nada que las haga salir y si salen son de odio y no de tristeza. Yo
llegué a odiar y durante mucho tiempo creí que tenía que odiar, así como me
dijeron que tenía que amar y reír y ser feliz y expresar mis sentimientos, también
me creí cuando me dijeron que era sano odiar, pero el odio es una carga que no
nos deja avanzar, a veces por estar viendo si aquel que odiamos tropieza, no
avanzamos y nos quedamos esperando a que esa persona falle, pero muchas veces
el que menos se entra de que es odiado, es nuestra víctima y ahí vamos cargando
un estorbo y justo aquí me vine a dar cuenta de que cargué muchas cosas que no
son mías.
Poco a poco
comprendo por qué he estado aquí tanto tiempo, es para liberarme de todas las
cargas emocionales y para liberarme de las ataduras. Ya hace rato que no pienso
en mí, sino en nosotros, me doy cuenta de que soy parte de algo más complejo y
hermoso que un simple ombligo lleno de pelusa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario