miércoles, 18 de mayo de 2016

Emisor - Receptor - Mensaje.



El loco le escribió un poema a la lucidez en una noche de luna llena, uno de esos días en que decidió ser chofer del camión que era su vida y no pidió aventón, contó los vellos de su brazo derecho y al notar que todo estaba en orden, mordió un lápiz, para así extraerle las ideas mientras que con la mano izquierda extendía una hoja de papel, acariciándola como el carnicero acaricia el trozo de carne, justo antes de cortarlo y robarle su esencia. Le tomó cinco segundos escribir el poema que tardó años en redactar, lo tatuó en la piel de ese papel que alguna vez fue árbol y lo aventó por la ventana como alguien que escupe un pelo de gato, blanco y no negro, pues los pelos de gato negro no se pegan a la lengua, sino al paladar.



El señor iba caminando por la calle, pensando en aquella persona que no podía olvidar y que jamás podría encontrar por estar muerta. Llevaba meses pensando en ella y en lo que había quedado por decir, en todo lo que quedó pendiente por hacer y en la forma en que le explicaría a su hijo porqué mamá no estaba y  porqué nunca volvería, ¿cómo explicarle a alguien que aún no sabe hablar bien, el hecho de que la muerte ha marcado su vida?



El pedazo de papel golpeó su rostro de la misma forma en que nos golpea una epifanía y durante toda su vida agradeció al anónimo que escribió lo que tanto necesitaba leer:




-No me busques más,
 ya me cansé 
de esconderme.-
                  JdJREM.

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