Bajé unos discos que no he escuchado, muchas veces me miento
y digo que no tengo tiempo, pero la verdad es que no he querido hacer tiempo
para ellos.
Muchas veces la rutina me da asco, pero a veces me sorprendo
rehuyendo a lo nuevo, a veces quiero
quedarme escuchando lo mismo siempre, con la misma rutina hasta el final de los
tiempos, pero yo mismo no soy el mismo, mi cuerpo retumba si como lácteos y si
cada vez estoy más gordo, las canas comienzan a ganar la batalla por conquistar
las colinas de mis sienes que poco a poco la erosión del tiempo las va haciendo
más prominente y entonces me sorprendo escuchando la música de hace algunos
años, aferrándome, inconscientemente a momentos que ya no están, a unas calles
que hace años que ya no piso, rincones que antes eran míos ahora ni me
reconocerían. Quizás siga esa señora en
el café ese del centro donde a veces iba a escaparme y siempre me preguntaba si
había escrito algo que me gustara, pero nunca se atrevió a preguntarme qué
escribía o a pedirme que le dejara ver, o peor, que le leyera algo, siempre
mantuvo la distancia y por eso me caía tan bien.
Y aun cuando repito muchas canciones, hay otras que en su momento
repetí hasta el cansancio y lo logré, hoy me cansan y no soporto escucharlas,
quizás porque me recuerdan a aquel que fui o porque me recuerdan a viejas
traiciones o viejos malestares, pero al final no las soporto más, tengo que
correr a adelantarlas y siempre me digo que borraré esa canción o quizás el
disco completo, pero siempre lo dejo para después, como si muy dentro de mi
esperara que la próxima vez fuera diferente y me diera gusto escuchar esa
canción, pero no, es un patrón circular, necesito tener distancia y tiempo,
como con aquellos amigos que antes soportabas a diario y que un día te das
cuenta de que no los soportas, pero es la fuerza de la rutina la que los mantiene
juntos y siempre las mismas preguntas que van mutando despacito con el tiempo, “cómo
va el trabajo”, “sigues con x”, “cuándo se casan”, “para cuando el bebé”, “ y
no piensan tener otro hijo” y así sucesivamente, siempre lo mismo. Últimamente
no he estado muy positivo.
Algunas canciones las sigo disfrutando como aquella vez que
las escuché por primera vez, sacando el disco compacto del plástico que
inundaba con su olor el cuarto, colocar el disco y presionar la tecla de play y
esperar el sonido que iba a acompañarme por los próximos meses, dispuesto a ser
repetido con religiosidad a la hora de pasar las tardes, o al momento de hacer
la limpieza o de cualquier cosa importante, siempre tomándose el tiempo para
escucharlo de principio a fin y sólo entonces decidir cuáles eran los tracks
que merecían ser puestos en el top de canciones de tu yo del momento, ese que
llegaba a las fiestas con una funda de discos, todos acomodados y siempre
revisados cada semana, para poder decir a aquel que estuviera a cargo de la
música, “ahorita te pones la 2, la 4, la 6 y la 7 de éste”.
Necesito hacerle tiempo a mi nuevo yo, permitirle entrar
ahora que hay tiempo y que puede ser una versión mejorada, no me gustaría que
llegará un yo viejo panzón y perezoso, un yo que no tiene tiempo para nada y
que no quiere salir.
Ahora mismo voy a escuchar esos discos nuevos.
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