sábado, 21 de mayo de 2016

Music begging for music.




Bajé unos discos que no he escuchado, muchas veces me miento y digo que no tengo tiempo, pero la verdad es que no he querido hacer tiempo para ellos.

Muchas veces la rutina me da asco, pero a veces me sorprendo rehuyendo  a lo nuevo, a veces quiero quedarme escuchando lo mismo siempre, con la misma rutina hasta el final de los tiempos, pero yo mismo no soy el mismo, mi cuerpo retumba si como lácteos y si cada vez estoy más gordo, las canas comienzan a ganar la batalla por conquistar las colinas de mis sienes que poco a poco la erosión del tiempo las va haciendo más prominente y entonces me sorprendo escuchando la música de hace algunos años, aferrándome, inconscientemente a momentos que ya no están, a unas calles que hace años que ya no piso, rincones que antes eran míos ahora ni me reconocerían.  Quizás siga esa señora en el café ese del centro donde a veces iba a escaparme y siempre me preguntaba si había escrito algo que me gustara, pero nunca se atrevió a preguntarme qué escribía o a pedirme que le dejara ver, o peor, que le leyera algo, siempre mantuvo la distancia y por eso me caía tan bien. 

Y aun cuando repito muchas canciones, hay otras que en su momento repetí hasta el cansancio y lo logré, hoy me cansan y no soporto escucharlas, quizás porque me recuerdan a aquel que fui o porque me recuerdan a viejas traiciones o viejos malestares, pero al final no las soporto más, tengo que correr a adelantarlas y siempre me digo que borraré esa canción o quizás el disco completo, pero siempre lo dejo para después, como si muy dentro de mi esperara que la próxima vez fuera diferente y me diera gusto escuchar esa canción, pero no, es un patrón circular, necesito tener distancia y tiempo, como con aquellos amigos que antes soportabas a diario y que un día te das cuenta de que no los soportas, pero es la fuerza de la rutina la que los mantiene juntos y siempre las mismas preguntas que van mutando despacito con el tiempo, “cómo va el trabajo”, “sigues con x”, “cuándo se casan”, “para cuando el bebé”, “ y no piensan tener otro hijo” y así sucesivamente, siempre lo mismo. Últimamente no he estado muy positivo.

Algunas canciones las sigo disfrutando como aquella vez que las escuché por primera vez, sacando el disco compacto del plástico que inundaba con su olor el cuarto, colocar el disco y presionar la tecla de play y esperar el sonido que iba a acompañarme por los próximos meses, dispuesto a ser repetido con religiosidad a la hora de pasar las tardes, o al momento de hacer la limpieza o de cualquier cosa importante, siempre tomándose el tiempo para escucharlo de principio a fin y sólo entonces decidir cuáles eran los tracks que merecían ser puestos en el top de canciones de tu yo del momento, ese que llegaba a las fiestas con una funda de discos, todos acomodados y siempre revisados cada semana, para poder decir a aquel que estuviera a cargo de la música, “ahorita te pones la 2, la 4, la 6 y la 7 de éste”.

Necesito hacerle tiempo a mi nuevo yo, permitirle entrar ahora que hay tiempo y que puede ser una versión mejorada, no me gustaría que llegará un yo viejo panzón y perezoso, un yo que no tiene tiempo para nada y que no quiere salir.

Ahora mismo voy a escuchar esos discos nuevos.

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