La llama que escupe el encendedor es en esencia, como yo,
cada día una llama idéntica a la del día anterior y sin embargo distinta. Lo
que me motivó a levantarme el día de ayer no es lo mismo que hoy me invitó a
dejar el cálido abrazo de las sabanas. Cuando niño era yo una llama que
iluminaba de forma tímida, hoy tengo el potencial de ser llamarada que ilumina
a los demás, o que por el contrario se convierte en destructivo incendio y que
carcome la materia para dejar solo un vestigio de cenizas.
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