Sirvió un café en una taza, esperó a que le despertará, la imaginación y la realidad.
Un poco de azúcar que endulzará el ya de por sí dulce amargo.
A veces leche, a veces no. A veces un pan, a veces un tamal. A veces nada, a veces ni siquiera café.
Él es la única constante en esta ecuación, donde tiempo y ánimo son variables y el resultado es la x que se traduce en futuro, pero que es tan incierta como la y que es el pasado.
El golpeteo de la cuchara suena a un viejo reloj, él es el mecanismo que le da movimiento y aún se pregunta qué es lo que le da cuerda a él.
El ultimo bostezo tiene el sabor a ese sueño que no termina de comprender.
Su perro lo observa con atención, él imagina lo que el animal piensa, "me gustaría perderle el respeto a la comida, así como él".
Poco a poco el yo se adapta a la idea de realidad, al concepto de hoy y entiende que debe de seguir con su rutina y deja de escribir divagaciones acerca de su café.
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