sábado, 11 de junio de 2016

Ceguera.

el sol miraba fijamente un charco que olvidó aquella nube que se paseó por encima de una ciudad cualquiera, ese donde un niño saltó deseando llegar muy lejos y que la gente evita a toda costa, sin saber que es tan sólo agua, igual que sus lágrimas y su sudor.

la gente va de un lado a otro siempre con prisa, algunos niños van arrastrados por sus padres, un perro va tres veces que pisa el charco y a diferencia del señor de traje que hizo rabieta, no se molesta, sigue su camino, dando vueltas por la colonia y cerca del mercado.

muchas personas van y vienen, el charco ya lleva rato que se fue, los niños han salido del colegio en azarosa formación, escoltados por madres de familia que comentan las nimiedades del día, conceptos sin substancia que tanto las entretiene, allá un par de jóvenes espera su turno para jugar fútbol, pero les falta uno para completar la reta y se atormentan como si de eso dependiera su éxito.

frente a sus ojos transitan miles de personas que poco les importa conocerse y que sin embargo están ínter conectadas, para bien y para mal. lo que algunos llaman día, está por terminar, el sol ya casi no puede vernos, más que de un ángulo que poco permite vislumbrar, pero entonces sucede lo que había estado esperando, por fin has decidido salir.

con curiosidad mira tu rostro y aún a pesar de su profundo deseo de saber de qué color son tus ojos, nuevamente te has cubierto el rostro al mirarlo, quizás mañana consiga satisfacer su curiosidad.

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