viernes, 3 de junio de 2016

Día a día.

El sol iba a tardar todavía un rato más en asomarse, pero él ya llevaba rato despierto. 

Su día comienza cuando algunos se encuentran experimentando proyecciones de su psique cómodamente y mientras él bosteza, alguien sueña que va a la playa, pero una tormenta se lo impide y lo que era paisaje surrealista, se convierte en pesadilla y ahora quiere evitar la costa, los lugareños corren con desesperación mientras él llega a una casa abandonada, aquella donde vivió muchos años y desesperamente busca la pequeña caja donde de niño guardaba sus cosas más importantes, su caja del tesoro protegía una bombocha de colores increíbles, su primer diente que ocultó al ratón de los dientes, una hoja de árbol simétrica perfecta, una concha, el tazo que todos codiciaban pero que nadie podía pagar, una tira que canjearía por unos chetos rojos cuando el antojo lo mereciera y entre otras cosas, al fondo, un calcetín con monedas y billetes y justamente eso le arrebató al cofre y siguió corriendo, bajó por el lomo de un puente y se metió en la garganta de un túnel y vio como se le pudrían las muelas a la ciudad, siguió corriendo y llegó casi a tiempo, quiso pagar la cuenta del hospital pero la enfermera le dijo que no era necesario y él entendió que otra vez había llegado tarde, que no había podido cambiar nada. Cabecea y se da cuenta cuenta que ahora tiene más prisa, casi se ha quedado dormido, el agua ya hierve y él apenas puede con el peso de sus párpados y el de su pasado. 

A veces le da hambre suficiente para desayunar y acompañar su café, otras veces bebe su café en silencio y en medio de la oscuridad se queda pensando. Pensando en todo y nada y se descubre efímero, a veces sonríe al darse cuenta que se divirtió en esa suma de momentos y días que llama vida, nunca brilló, es cierto, pero cuando pudo, compartió su débil llama para iluminar a otros. Nunca será recordado como héroe, pero tampoco como un tirano y a pesar de que no es modelo a seguir, tampoco es corrupto y paga sus deudas a tiempo.  Es un tipo común y corriente y como cualquier tipo común y corriente, tiene una historia fascinante. Es en sí mismo, la semilla de una gran historia, una novela increíble que recorre las calles de la ciudad al lado de otros grandes, pero nadie se ha tomado el tiempo para leerlo y por tanto es tan sólo el libro viejo que acumula polvo y que nadie lee, ese que ya no tiene portada y que la tinta tatuada en el lomo ya no brilla, sino que es opaca y sin vida, pero se nos olvida que las letras no están para adornar y consentir a nuestros ojos, sino para masajear nuestro cerebro. Hoy bebe café con pan dulce, una concha de chocolate pues alguien se comió su dona y mientras mastica mecánicamente y sin prisa, el café poco a poco va recorriendo sus entrañas, el corazón, el cerebro y el estomago lo reciben como el anciano recibe una visita no deseada, sin ganas, sin gusto y sin dar las gracias en voz alta, pues esa visita le permite pensar en algo más y abandonar las ideas suicidas. 

El frío le golpea la cara de lleno, pero resiste y se mantiene firme, no puede tambalearse, es apenas el primer round. El eco de sus pasos se pasea por las calles igual que un niño, se mete en el callejón a ver que hay y de ahí se va a la cochera del vecino y le susurra algo al perro quien se asoma curioso, pasa por enfrente de un semáforo que sólo parpadea y en ocasiones se confunde con el zumbido de un letrero de neón, sube un muro y revienta la frágil burbuja que era sueño de su vecino y lo despierta, baja y se mete en la casa abandonada y al no haber muebles que absorban el sonido, se entretiene gritando su nombre. Sale por la ventana rota y corre al lado de él y espera paciente a su lado pues han llegado a su destino. 

Mirar el reloj como acto reflejo y comprobar que aún es temprano es su forma de decir Buenos días, he llegado. Espera unos minutos en la esquina, debajo de un farol que ya está cansado de iluminar y que nadie le de las gracias. 

El transporte llega a tiempo y se saludan en un susurro, como si no quisieran despertar a aquellos que aún pueden dormir, el chofer cierra la puerta mientras él se acomoda, siempre en la parte de atrás. 

Como un santo moderno que adorna un sitio de taxis, el brillo de una aureola de neón le cubre el rostro y nunca podrá el lector saber de quien se trata, no podrá saber quién es ese anónimo que recorre la ciudad cuando ésta se encuentra dormida y sólo podrá suponer quién es o que hace, acaso matón a sueldo, quizás panadero, podría tratarse de un guardia de seguridad que escribe poesía, el trabajador de una fábrica, un tipo que fue doctor pero que la crisis obligó a cruzar la ciudad para trabajar en un taxi, pudiera ser un escritor talentoso que atiende mesas en un restaurante pues sus cuentos no pagan las deudas, o acaso un artista talentoso que dibuja pedazos de su alma en los ratos muertos en la oficina, o simplemente un buscapleitos un sinvergüenza que no ha podido salir a recorrer el mundo y trabaja reparando refrigeradores. Las posibilidades son infinitas y eso es porque quizás no se trata de sólo un personaje, sino de todos aquellos que le dan vida a ésta ciudad caótica, son todas esas historias las que le dan sentido a la historia que llamamos vida, cada uno con sus sueños y miedos va cruzando la ciudad buscando la manera de seguir perpetuando su existencia y la de los suyos de forma relativamente cómoda y para eso tienen que salir a hacer algo que seguramente no les gusta a cambio de unas monedas y de unos billetes y mientras la comida esté en el plato, los sueños pueden esperar, ya tendré tiempo para poner ese negocio, mañana con calma comienzo mi libro, la próxima semana busco otro trabajo, el próximo año vemos si podemos tener un hijo, en la quincena me compro mis pinturas y ahora sí voy a dibujar, el próximo mes ya voy a juntar para comprarme mi guitarra, la próxima semana que trabajo en la mañana, voy a enseñarle a mi hijo a hacer aviones de papel, si puedo hoy llegando a la casa empiezo mis clases de inglés, voy a pedir un día de vacaciones para ir a ver a mi mamá, éste fin de semana si me voy a comprar el vestido, mañana renuncio, hoy,  si me da tiempo, comienzo a vivir. 


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