martes, 24 de enero de 2012

Maestra Francis.

Cuando era niño, en el kinder la maestra Francis me enseñó que siempre hay que dar gracias por lo que uno en verdad está agradecido, un favor, un detalle, un chocolate, un abrazo, un mensaje de aliento, o inclusive el hecho de que nos pasen la goma cuando se nos cae al suelo.


Siempre procuro hacerle saber a la gente cuando leo sus comentarios o sus cartas, o cuando se toman el tiempo para mandarme un mensaje, o hacerme una llamada.

Y fue justamente esa maestra la que causo mis primeros suspiros, la veía como la mujer perfecta. Mi memoria evoca a una mujer hermosa, atenta y que olía muy rico, era el tipo de mujer a la que quieres abrazar por horas, no importa donde, sólo abrazarla.
Más de una vez le regalé una manzana, siempre me acercaba a su escritorio y le decía "Maestra!" ella me veía con una sonrisa y tomaba la manzana que yo le tendía con una sonrisa. Después me iba corriendo, siempre volteando a verla, más de una vez me caí y/o choqué con alguien.


Me preguntó que habrá sido de ella...
Me preguntó si se acuerda de ese niño que la amó con todo su ser durante lo que duró el curso.

Fue una motivación, y le agradezco sus atenciones.


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