lunes, 30 de enero de 2012

Viernes de Quincena en una gran ciudad...

El sol apenas se filtraba por las cortinas, era uno de esos viernes de quincena en que todo comenzaba demasiado temprano.

Los golpes en la puerta la despertaron, la insistencia de estos fue lo que logró levantarla de la cama.

Un joven de traje café se veía en la mirilla de la puerta, se quedó en silencio esperando ver como se alejaba, pero nada, de cuando en cuando el joven miraba desde su lado de la mirilla esperando ver algo o a alguien, al notar que no era posible tocaba la puerta con insistencia.

Pensó en las deudas y en el vacío refrigerador, y se decidió a abrir la puerta.

El joven le preguntó sin tacto si era prostituta, mientras mostraba aquel anuncio de periódico.

Quiso aclarar precios y condiciones antes de siquiera dejarle pasar, él parecía demasiado alterado o nervioso.

"Un primerizo, o un güey que le tiene tanto miedo a su esposa que hasta para esto tiene prisa..."

El joven pasó a la pequeña sala que se encontraba junto a la cama, dejó su saco café sobre el portafolio también café. "una cacofonía visual" se dijo, sin saber sí la expresión era válida o no.

A lo lejos una sirena se acercaba.

-"Qué raro, hoy los tiras empezaron a joder más temprano de lo habitual"
Fue más para romper el hielo, una frase dicha al azar, bien pudo haberle comentado que usaba demasiada loción corriente y que eso denotaba desesperación, pero prefirió hacer el comentario de la patrulla.

-"Oye, me puedo echar un regaderaso??!

Ella lo miró con desconfianza, parecía que quería evitar tocar el tema de los policías.

-"Sí, ahí está el baño, pero ese te lo cobro aparte, porque..."
-"Sí no hay pedo!"

Y sin que le pudiera explicar nada, se metió al baño, ella se sorprendió y por un momento dudo en si quería seguir con eso, otra vez la idea de cobrar tan temprano le convenció de ignorar al nervioso joven que se estaba bañando, mientras ella se sentaba en su cama y escuchaba a más patrullas acercarse.

Sacó su celular y se puso el audífono derecho, la bocina no servía, y sintonizó la radio.

Escuchó como un tipo había robado un local de empeño, se había llevado joyas, alhajas y dinero en efectivo. Al parecer estaba desayunando una guajolota frente al local, esperando a que abrieran. No tenían muchos datos del sospechoso, si había cómplices o si era un sólo ladrón.

Cuando pidieron a los radioescuchas reportar a cualquier sospechoso de la zona, que vistiera traje café y portara un portafolios, también café, no pudo evitar voltear al sillón individual donde estaban sus cosas.





Cuando logró regular la temperatura del agua, seguía temblando. Nunca en su vida se había sentido así.

Un malestar en el estómago le subía por todo el cuerpo, era un vacío que lo iba llenando poco a poco. Se quedó pensando si eso era posible y se dijo a sí mismo que sí, que eso era lo que sentía...

Pasó las manos sobre su rostro, quería lograr un estado de relajación, o acaso era sólo un acto reflejo para secarse las lágrimas.
Tomó el jabón y lo pasó con fuerza sobre el pecho, las piernas se le doblaban y estuvo a punto de caer de rodillas, en cambio soltó el jabón y con ambas manos se sostuvo de las frías paredes.

Había muchas cosas que hacer y lo único que se le había ocurrido fue visitar a la primera prostituta que vio en el periódico, jamás visitó a ninguna, pero más de una vez leyó divertido las descripciones que aparecían en los periódicos.


No sabía si en verdad se acostaría con ella, o si tan sólo se disculparía por el baño, pagaría servicio completo y se largaría de ahí.

-"No puedo salir ahora, simplemente no puedo..."


La puerta del baño se abrió mientras él pensaba que iba a pasar, pero muchas veces sucede que alguien más decide lo que ha de suceder con nosotros...







Pensó que sí el joven que estaba en el baño, era aquel que describían las noticias, muchos problemas estarían arreglados.

Se quitó el audífono y aventó el celular a los pies de la cama. Y una vez más, con el dinero en mente, avanzó al cuarto de baño.

-"Necesitas ayuda guapo?"

Sin esperar una respuesta entró a la regadera, ya en el camino se había desvestido, tomó el jabón que estaba en el suelo y siguió frotándolo en el pecho del joven.

-"No, sin protección no, vamos al cuarto..."

Le dio una toalla y ella tomó la que estaba junto al lavabo, se secaron rápidamente, ambos con urgencia, pero no la misma clase de urgencia, él se quería ir de ahí, ella quería terminar con la idea que tenía en mente.



Mientras él acomodaba las sabanas de la cama, ella estaba en el baño, sacando algo del botiquín.





Con las manos en la pared vio como la muchacha entró al baño, lo enjabonó y frotó todo su cuerpo.

Fue entonces que la vio otra vez.

Había regresado del trabajo por olvidar unos papeles, entró a casa en silencio, por temor a despertarla, no por ocultarse.


Entró a la recamara y la vio ahí acostada con un hombre encima de ella. Las piernas se le doblaron, le dieron ganas de volver el estómago y el mareo fue inevitable.

Siempre que veía escenas de ese tipo en películas o en la tele, se decía a sí mismo, que él mataría ahí mismo a su esposa y al hijo de la chingada que se metiera con ella.
Para su sorpresa salió corriendo como niño asustado, sólo pudo dejar de llorar muchas cuadras después...

Por alguna extraña razón ahora le excitaba la idea de que alguien más penetrara a su esposa...

-"No, sin protección no, vamos al cuarto..."


Salió del baño pensando que no podía hacerle eso al amor de su vida, fue entonces que recordó porque estaba ahí.

Quiso hacerlo, pero hacerlo lo más rápido posible, como mero trámite en la curación, si es que ésta era posible.


Por instinto marital, acomodó las sábanas de la cama. Una gota escurrió desde el cabello hasta la sábana, su mirada la siguió, como iba cayendo despacio hasta la cama, un segundo que se prolongó de manera irreal, segundo en el que recordó a su esposa, lo mucho que la amaba y como habría recibido a aquél hombre, quizás ella acomodó las sábanas tal y como él estaba haciendo en ese momento, y fue entonces que notó como la sábana absorbía la gota, la consumía con desesperación.






De esos dos años que vivió con un tipo que ya había olvidado como era, había conservado muchas cosas, por conveniencia, más que por nostalgia mediocre e inútil, y entre esas cosas había una vieja navaja de barbero, vieja y oxidada.


La mano le temblaba mientras caminaba despacio acercándose al joven que estaba mirando las sábanas, cabizbajo, perdido en la realidad.

No podía dudar, no debía dudar. A cada paso el pulso le fallaba más. La respiración se agitó y los últimos tres pasos los dio casi corriendo.

Le tomó el cabello y lo jaló hacia atrás, la manzana de adán se mostró majestuosa, la poca luz que entraba en el cuarto iluminó perfectamente a la navaja mientras ésta descedía con fuerza para cortar la garganta del pobre joven vendedor de seguros.






Una risa nerviosa la invadió. En el viejo portafolios solo había unos papeles de seguro, unos cuantos estados de cuenta y un folleto de un viaje a Acapulco.
"Festeja este 14 de Febrero con tu media naranja".


Mientras seguía riendo, vio el cuarto, las sabanas y el suelo cubiertos de sangre, los rayos de luz entraban cada vez con más fuerza, muy a pesar suyo, el tiempo seguía su marcha.


Fue el miedo, la cada vez más débil respiración sofocada del joven, que sabía que estaba muriendo, junto con el sentimiento de culpa, lo que la hicieron sentir observada, el ojo se posó otra vez en la mirilla de la puerta, donde alguna vez estuvo ese joven parado, sintió un profundo bienestar al ver que no había nadie. Volvió la mirada y vio como el charco de sangre en el suelo cada vez se ampliaba más...


"Y ahora cómo limpio este pinche desmadre..."
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